Era domingo. A pesar de los amenazantes nubarrones que presagiaban lluvia, nos dirigimos a la zona histórica para dar el acostumbrado paseo que realizamos cuando viajamos a la capital cacereña. En esta ocasión, obviamos los lugares en que se ubican los magníficos edificios de visita obligada de los numerosos grupos a los que acompañan los incansables guías locales.
Decidimos perdernos por algunos de los recónditos espacios menos concurridos que poseen ese encanto de los rincones solitarios plenos de colorido y de historia que tanto abundan en esta ciudad. Cáceres nunca defrauda.
Comenzamos a recorrer
callejuelas ya olvidadas hasta llegar a la Puerta del río, la entrada
monumental más antigua que se conserva de las murallas.
Continuamos por la calleja del moral, una empinada
callejuela de ruejos y penetramos en el barrio de San Antonio con unos preciosos
rincones cercanos a su ermita, la antigua sinagoga.
Allí nos topamos con algunos
dibujantes urbanos de Cáceres y Portugal que concurrían al festival de Sketchers
, plasmando en su cuadernos la belleza del casco histórico cacereño.
Últimamente no llevo cámara fotográfica. Me he apuntado a la
comodidad del teléfono móvil con el que me las arreglo para conseguir
instantáneas aceptables. Ascendimos hasta la Plaza de las veletas y penetramos
en la casa del mismo nombre que alberga el museo de Cáceres, con la sana
intención de volver a visitar el aljibe que se esconde en sus entrañas.
A través del patio central, por estancias que albergan
restos de todo tipo de esculturas, mosaicos, armas y los instrumentos más variados, pudimos acceder al aljibe que, tras las recientes lluvias, se encontraba
espléndido.
Un vez en el exterior, nos encontramos con el nutrido grupo
de Sketchers haciéndose la foto de familia ante las cámaras de la televisión
local.
Tras esto cometimos lo que pudiéramos considerar un crimen
respecto a la rica gastronomía extremeña: comer en un restaurante asiático. Los
niños impusieron su ley en esta ocasión. Dado que somos de buen yantar y
conformar, a pesar de la elección, salimos satisfechos. Quizás el rosado navarro con el que acompañamos las
exóticas viandas contribuyó a elevar el grado de satisfacción.