Colorea
el rocío verdes pámpanos
y
un viento añil encala los manglares.
El
sol, cobrizo, tiñe zarzamoras
rojas
en los alcores otoñales.
Mientras los grillos cantan fados malvas,
ocultos
en azules oquedades,
marrones
y magentas pintan púrpuras
de tornasol en los grises paisajes.
En
los cielos, oscuras golondrinas
retornan
con poemas y cantares
amarillos que raudos mirlos blancos
bisan
en nidos ocres ancestrales.
Se
tiznan los oteros de violeta
de un cromatismo denso, palpitante.
Felipe Tajafuerte.2021
Quiero ver ese atardecer con el alma que la has descrito. Ya la imagino y se me irisa la piel.
ResponderEliminarUn abrazo, Felipe.
¿Por qué nos gustan ahora tanto los ocasos?
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