Hace unos días me tocó acompañar a una escritora novel tudelana en la presentación de su primera novela. Comencé con el habitual saludo de "Bienvenidos todos". De inmediato alguien partidario del llamado lenguaje inclusivo me corrigió en voz alta: y todas.
Reconozco que no soy políticamente correcto y, por tanto, no utilizo esas expresiones. Cuando digo todos, quiero decir todos. En este plural castellano y castizo se incluyen hombres, mujeres, niños, niñas, curas, brigadas y militares sin graduación : Todos. De igual manera cuando se utiliza la locución todas las personas, por muy del género femenino que sea, deben sentirse aludidas todas, incluso los machos ibéricos.
Los políticos tienen por costumbre empuercar todo lo que tocan. En esta ocasión el sufrido paciente es nuestro lenguaje. Cuando les oigo hablar, a pesar de mi desacuerdo, no digo ni pío. Allá ellos con su facundia. Solo pido una actitud recíproca y que se respete la mía.
En una charla reciente escuché hablar de los poetos. Sí, tal como suena: poetos. Me reservé la opinión y no dije ni esta boca es mía. En ocasiones, escribo poemas, con mayor o menor fortuna, no viene al caso. Si alguien quiere halagarme, por favor, que me llame, aún sin merecerlo, poeta o artista, a pesar de su género femenino. Nunca poeto o artisto. Les agradeceré el piropo y el buen uso lingüístico de las acepciones.
Que yo sepa, las palabras no tienen, a diferencia de las personas, sexo sino género, y éstos, en ocasiones, no coinciden. Con independencia de nuestro sexo, tenemos pelo, cara, orejas, boca, pecho, brazos, manos, piernas etc. cuyo género puede ser masculino o femenino. Los morfemas picha, polla, cola, y minga, tan propias del sexo masculino, tienen género femenino. Por el contrario, coño, chocho, bollo y carajo, tan femeninos ellos, tienen género masculino. Ambos sexos tenemos culo o ano y a los dos nos sirve para lo mismo.
Así que, por favor, señoras y señoros partidarias y partidarios de ese lenguaje mal llamado inclusivo, déjennos en paz a quienes pretendemos tan solo utilizar correctamente nuestro idioma. Sigan ustedes sexando letras, como si fueran pollos, y utilizando las palabras cual les salgan de las ovarias o de los huevos, están en su derecha o derecho, depende del sexo, y no seré yo quien les corrija.
En aras de ese lenguaje y de la igualdad, si quieren, pueden ustedes dirigirse a la Real Academia Española de la Lengua, hoy día lo admite casi todo, para que desaparezca de una vez el puto rabo de la a, tan masculino él. De esta manera, será igual de redonda que la o y, así, seremos igual de bobos, memos, mentecatos y tontos del culo, sin ninguna distinción.
Dado que, parece ser, hoy día, todos debemos pensar de modo semejante sé que algunos y algunas me tildarán de machista, facha e incluso troglodita. Son los adjetivos con los que se suele calificar a los que discrepan, discrepamos, del pensamiento oficial imperante. Por tanto, no me siento aludido ni ofendido. Tal vez lo hiciera si me llamaran machisto, facho o incluso troglodito.
A pesar de todo, se agradece que utilicen correctamente el idioma, aunque sera para el insulto.
Conoces el dicho "lo que no se nombre no existe", en cierta medida es lo que ocurre y sobre todo ha ocurrido con todo lo relacionado con la mujer, hasta hace muy poco, algunas profesiones solo eran masculinas, por ejemplo juez o medico, en la actualidad son mayoritariamente femeninas ¿seguimos masculinizándolas?. Hace unos días leí que la RAE tiene un deseo de hacer inclusivo muchas de las palabras de nuestro diccionario y que los Sres. académicos no se ponen de acuerdo, otra pregunta que me surge a causa de ello, ¿cuantas académicas han pasado por esa institución?, es verdad que tampoco hay que cogérsela con papel de fumar, porque se escuchan algunas cosas de traca, pero entiendo que la mujer tiene el derecho a igualar por el femenino muchas de las cosas que antes eran masculinas y que hoy no lo son, en el lenguaje hay muchas, muchísimas.
ResponderEliminarUn abrazo
Pienso que lo importante es que haya más médicos y jueces femeninos que no llamarlos médicas o juezas. Me suena tan bien la médico o la juez como el dentista o el ebanista, por ejemplo.
Eliminar¡¡Ahh!!, lo olvidaba, lo que te ha ocurrido a tí, me hubiera ocurrido a mi de la misma manera, son cosas de nuestra educación y de los años, no se puede remediar.
ResponderEliminarEmilio, distorsionando el lenguaje no se mejora la igualdad para la mujer. Es mi opinión. Creo que hay bastantes cosas mejores que hacer, pero como digo es mi opinión. Si aplicásemos el lenguaje inclusivo a cualquier obra literaria la convertiríamos en un bodrio infumable. ¿Por qué las palabras terminadas en A se deben considerar femeninas y las que terminan en O masculinas? De todas formas, no pongo ninguna objeción a tu discrepancia, todo lo contrario, porque eso mismo es lo que yo pido: respeto para los que opinamos de forma totalmente distinta. Jamás se me ocurriría a mi corregir públicamente a alguien que utiliza el todos y todas. Muchas gracias, Emilio, por manifestar tu opinión y un codrdialísimo saludo.
EliminarPienso igual, Felipe, y me produce urticaria escuchar chilenos y chilenas, antogafastinos y antofagastinas, alumnos y alumnas.
ResponderEliminarEl caso más extremo sería que se exigiera equivalente masculino para las chicas que se llaman Ana.
Somos muchos de esta opinión, pero parece que debamos doblegarnos ante el pensamiento oficial de unos cuantos. Quizás dentro de algún tiempo haya que masculinizar algunas otras profesiones como, por ejemplo, la tuya. ¿Qué tal periodisto?
EliminarDe todos modos Felipe, no es distorsionar el lenguaje, es amoldarlo a los nuevos tiempos, el lenguaje es algo vivo, y ha evolucionado a lo largo de la historia desde aquellas Glosas Emilianenses, que se conservan en el Monasterio de Yuso, en San Millán de la Cogolla y que tuve la suerte de conocer, hasta hoy que se aceptan palabras como Brunch, cumplemés o casoplón, está claro se dice de la RAE que limpia, fija y da esplendor, no estoy muy seguro de esto.
ResponderEliminarYo tampoco. Es bueno contrastar opiniones distintas. En definitiva eso es lo que pretendo: que me dejen discrepar.
EliminarHola Felipe! estoy totalmente de acurdo contigo! me cae mal cuando oigo hablar con el que llaman lenguaje inclusivo, sobre todo en político! a uno de ellos de su boca le salió un "todes". ¡Qué burrada!...por Dios!
ResponderEliminarSaludos desde Argentina
Se tratará de un nuevo género neutro. Me ha alegrado verte otra vez por aquí. Yo estoy en estos momentos algo alejado del blog, pero sigo leyéndoos a todos. Un cordial saludo.
EliminarBravo bravo y bravo!! Si te tuviera delante, estaría de pie y aplaudiendo te, no puedo estar más de acuerdo, en el fondo y en la forma porque este escrito derrocha gracia. Como miembra de este blog, mi enhorabuena y mi aplauso virtual. Eres un grande, Felipe. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Cristina. A donde yo quiero llegar es a ese afán de obligar a todos a ir por ese pensamiento único imperante. Pretendo mi libertad de hablar y escribir como quiera, siempre tratando de hacerlo correctamente y desde el respeto. Un abrazo
EliminarLo que pretendo con mi artículo es poner de relieve ese afán de obligar a todos a ir por ese pensamiento único imperante. El hecho que relato me ha servido para disertar sobre ese lenguaje, a mi parecer, mal llamado inclusivo que tanto se reivindica; ya que, quien utiliza el todos y todas está excluyendo de ese todos a las mujeres que siempre han estado incluidas. Ni siquiera pretendo reprochar nada a a la persona que me interrumpió. No le di excesiva importancia y, además, es amiga mía. En mi opinión, no era el momento más adecuado, pero, en su forma de ser, creyó que debía hacerlo. Es algo que tendrá que repensar ella, si quiere. Por mi parte, aunque la RAE llegue a admitirlo, cosas más extrañas hemos visto, yo no utilizaría esa forma de hablar. Por muy academizadas que estén, nunca usaré las palabras murciégalo, almóndiga, albericoque o toballa, ni el imperativo iros en lugar de idos. Quien quiera que lo haga. Pretendo hablar y escribir como yo desee, siempre tratando de hacerlo correctamente y, sobre todo, con respeto. En fin, se trata de mi libertad.
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