Luna llena, rubicunda,
que dibujas de amapolas
los atardeceres rojos
del lecho donde te alojas.
Viajas en carro de nácar,
ese que mece las ondas
cuando cantan las sirenas
y se iluminan las sombras.
Recalas en los remansos
que velan las caracolas
soñando con musgos tersos,
con besos de arena y ola.
Y cuando llegas al cénit,
donde los sueños se alojan,
maquillas tu rostro níveo
con alboradas redondas.
Felipe Tajafuerte. 2018
Buen romance le haces a la luna llena, Felipe.
ResponderEliminarUn abrazo.
Te envié un mail, no sé si lo has abierto.
Gracias, Chelo. No había abierto ese correo porque es el que utilizo para el libro. Besos
EliminarEstupendo como cada vez, Felipe. En especial me gustó eso de "soñando con musgos tersos, con besos de arena y ola".
ResponderEliminarSaludo austral.
Gracias, Esteban. Un cordial saludo
EliminarMe gusta el poema bien hecho, cuando el corazón está tranquilo.
ResponderEliminarSaludos.