Revisando
vetustos documentos,
guardados en cajones de un armario,
me apareció esta foto de Julián.
Con ella, unos versos que compuse
para mi hermano siendo los dos jóvenes.
Tenía entonces yo diecisiete años.
Él no había cumplido los catorce.
Fue una broma inocente que escribí
imitando el Romance de la luna,
como un juego lorquiano. Muestro el viejo
poema que aquel día repetimos
unidos, verso él y ripio yo,
alternando las trovas, mano a mano.
Seis años han pasado de su muerte.
Sirva el viejo romance de homenaje
y estos endecasílabos sin rima
como recuerdo de un tiempo feliz.
guardados en cajones de un armario,
me apareció esta foto de Julián.
Con ella, unos versos que compuse
para mi hermano siendo los dos jóvenes.
Tenía entonces yo diecisiete años.
Él no había cumplido los catorce.
Fue una broma inocente que escribí
imitando el Romance de la luna,
como un juego lorquiano. Muestro el viejo
poema que aquel día repetimos
unidos, verso él y ripio yo,
alternando las trovas, mano a mano.
Seis años han pasado de su muerte.
Sirva el viejo romance de homenaje
y estos endecasílabos sin rima
como recuerdo de un tiempo feliz.
Romance de la mula
sobrecargada de fardos,
con una berza en la boca
y un carajón en el ano.
El gañán la mira mira,
el gañan la está observando
y cuando está distraída
con un pincho le hace daño.
Vete mula, mula, mula.
Si te pillan los gitanos
pondrán en tu collerón
una sarta de petardos.
Atilana salió huyendo
como alma que lleva el diablo
en dirección a las viñas,
a las huertas y a los campos.
Al lado de una cuneta,
muy próxima al Camposanto,
pateó sin compasión
cuatro hectáreas de espárragos
y se zampó las verduras
que allí habían plantado.
Corre mula, mula, mula
que están muy cerca los payos.
¡Que no te vean comer
calabacines y nabos!
Escapó a la carretera
que están muy cerca los payos.
¡Que no te vean comer
calabacines y nabos!
Escapó a la carretera
sin bridas y sin reparos
con un trote retozón,
por el centro galopando,
con los belfos encendidos
y bien levantado el rabo.
Despavorido el cuadrúpedo
no vio el enorme Pegaso
que vino por la derecha
y le dio un talabartazo
de los de no te menees,
de aquí te pillo y remato.
El animal quedó entonces
tendido sobre el asfalto
desparramados los sesos,
los intestinos y el bazo.
¡Pobre mula, mula, mula!
Mirad lo feo del caso
porque Atilana murió
despanzurrada ipso facto.
despanzurrada ipso facto.
Los buitres la miran, miran,
los buitres la están mirando.
Felipe Tajafuerte (1962)
Ya latía un corazón poético a esa edad tan temprana. Me ha encantado leerlo, lástima del trágico final de Atilana. Murió, si, pero ella aún vive en en tu recuerdo.
ResponderEliminarEran los momentos felices de la pubertad en los que jugaba junto a mi hermano a unos juegos que más tarde hube de dejar arrinconados. Atilana, sin más, fue un pretexto. Besos.
Eliminar¡Vaya, vaya, si apuntabas maneras! Muy bonita poesía a la vez que emotiva.
ResponderEliminarJulián, que antes de los catorce años ya trabajaba en un taller mecánico, tenía unas aficiones un tanto peculiares: le gustaba el romancero gitano de Federico García Lorca y la quinta sinfonía de Beethoven que ambos escuchábamos repetitivamente en una radio cassette que teníamos en casa, en la calle Lucio Bordonaba.
EliminarCon un poco de retraso pero aqui estoy para recordar ese dia contigo y para felicitarte por ese romance.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cada uno tenemos nuestros tiempos. Siempre agradezco tu visita sea cuando sea. Abrazos
EliminarQue bonito es recordar los años pasados con los hermanos.
ResponderEliminarMe ha gustado el romance. Pobre mula.
Un abrazo.
Fue un juego para mi hermanos que, al encontrarlo, me ha parecido oportuno compartirlo. Abrazos
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