Menestra de Tudela |
Este fin de semana no me quedo en Bilbao, me dije. Sin pensarlo dos veces, llamé a Miren y, en un pispás, acordamos emprender una escapada.
- ¿Qué te parece Tudela? Están en plenas jornadas de exaltación de las verduras,
pasaremos desapercibidos y, además, disfrutaremos de la buena mesa.
Llegamos justo a la hora del yantar. ¡Qué
menestra! Tenía, como los naipes, cuatro ases: espárragos, alcachofas, habas y
guisantes. Seguidamente dimos buena
cuenta de una cazuela de cordero en chilindrón regado con un excelente vino navarro. Paseando
nos llegamos a su recóndita catedral. Recorrimos engarzados como dos tortolitos
de estreno las angostas calles del casco histórico cuajadas de bares en los que
degustamos unos exquisitos pinchos de verdura. Nos dieron las tantas y
emprendimos el camino al hotel para terminar una jornada memorable. ¡Qué noche
la de aquel día! Como el poeta, montado en potra de nácar, corrí el mejor de
los caminos.
Cuando estábamos desayunando, vi bajar al comedor a Julen enlazando con entusiasmo y dominio la cintura de Edurne, mi santa esposa, a la que suponía en Valencia asistiendo a un Congreso de Medicina Naturista.
Felipe Tajafuerte. 2017
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