Hoy ha sido un día de reconciliaciones. En primer lugar con un frío y precioso amanecer con el sol pintando las nubes de rojo, dibujando los cerros cercanos y señalando de amarillo el edificio del hospital.
Un bello amanecer |
En segundo lugar con mis compañeros del grupo Tudelanos por Javier a quienes no acompañé en la primera salida el pasado domingo y se han visto sorprendidos por mi total recuperación de la fascitis plantar que el pasado año me impidió marchar junto a ellos durante la Javierada.
El colorido del amanecer |
En un tercer lugar con mi abandonada costumbre de caminar una o dos horas seguidas. En esta ocasión han sido un par de ida y dos de vuelta. Seguro que mañana tendré una desagradable aproximación con las agujetas, pero con estas no pienso llevarme bien.
El Hospital Reina Sofía |
Una vez en Ablitas, para hacer los honores en la cuarta reconciliación, me he tomado la libertad de abandonar mi dieta habitual retomada después del periodo navideño. Y a fe que nos hemos arreglado bien y hemos empatizado con toda rapidez. Y es que el recibimiento no ha podido ser más amable. Allí, sobre la mesa, se encontraba mi amiga la ensalada, maciza ella, sanota, de buen color. La acompañaban, en espera de las presentaciones, unas manitas de concejal y unos platos de chistorra, arrebolada quizás por el contacto que en breve íbamos a tener y otros de olivas negras, tal vez de celos. Pronto han aparecido juntos los gemelos, mis viejos amigos los huevos fritos, cuyo encuentro durante tanto tiempo he tratado de soslayar. Los escoltaban unas lonchas de jamón, una chuleta de lomo, otra de panceta, unas patatas fritas y un pimiento verde.
Invernaderos en descanso |
Enseguida la empatía inicial se ha transformado en calurosa simpatía y nos hemos dado el anhelado abrazo ante un testigo que siempre nos acompaña: el vino de la tierra. Me ha venido bien para eliminar el nudo de la garganta que me ha producido la emoción del encuentro. Éste ha sido tan agradable que lo he celebrado con un carajillo de brandy. Nos hemos despedido amigablemente y hemos quedado para el próximo domingo en Ribaforada.
Las alcachofas nos contemplan |
Camino de casa, he saludado a las alcachofas. Estaban verdes, no sé si de envidia. Mañana me reconciliaré también con ellas. Solamente cocidas. Para suavizar el acercamiento, las rociaré con unas gotas de aceite virgen extra crudo y el jamón lo dejaré para el próximo domingo.
La causa del "tropezón" |
Antes de entrar en Tudela, en el huerto de un amigo, he tenido un tropezón con una careta de cerdo a la brasa que iba de la mano con un trozo de queso. La verdad es que hacían buenas migas, pero me tomado un vasito de vino para reponerme del susto.