Desde la preciosa ciudad de Iasi llegamos, haciendo un descanso en Ruginoasa para ver el palacio de Cuza, a la pintoresca población de Radauti, en la que, durante dos noches, sentamos nuestro campamento base para conocer los monasterios pintados de Bucovina. Tras la cena, salimos a dar una vuelta por el pueblo, pero no vimos ningún bar abierto. En la cafetería de hotel probamos un licor de arándanos llamado afinata. A pesar de utilizarse los mismos frutos. el sabor no se parece a nuestro pacharán ya que éste se elabora con anís y el rumano con aguardiente, aunque también lleva azúcar. Allí nos dieron las once y las doce, pero no la una.
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Mănăstirea Voroneț |
Salimos muy temprano. La mañana estaba soleada y el paisaje precioso. Transitamos por una estrecha carretera, sorteando de suaves montañas de un verde otoñal. Y llegamos al primero de los monasterios, en el valle de Voronet, el monasterio del mismo nombre del río, cercado por una pequeña muralla. Nada más traspasarla quedé sorprendido. Los enormes aleros de la techumbre y el colorido de sus paredes impresiona. Fuimos dando la vuelta viendo las diferentes escenas representadas con vivos colores en el que destaca el azul (azul de Voronet), el árbol de Jesé, San Jorge dando muerte al dragón y la escena más impactante, la del muro occidental en la que se representa el juicio final.
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Mănăstirea Voroneț, el Juicio Final |
Me quedé un buen rato contemplando las diferentes figuras de este pasaje bíblico, una verdadera joya que justifica el que a este monasterio se le llame la Capilla Sixtina de Oriente. No pudimos acceder al interior de la iglesia. Admira la conservación de los frescos exteriores a pesar de que fueron pintados pocos años más tarde de su construcción a finales del siglo XV.
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Mănăstirea Humor |
Nos dirigimos seguidamente hacia el Monasterio de Humor. También este se encuentra amurallado y tiene una torre lateral con unas escaleras para acceder a ella.
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Mănăstirea Humor |
A pesar de estar construido y pintado años más tarde que el anterior, sus muros, en los que predomina el color rojo, se encuentra en peor estado de conservación que el de Voronet. En ellos están pintadas varias escenas de la Virgen y hechos históricos como el asedio a Constantinopla. En este sí que pudimos pasar al interior, muy decorado, bajo el pórtico adornado de nuevo con la escena del juicio final.
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Mănăstirea Humor |
El entorno maravilloso, como en el del que antes habíamos dejado atrás. A la salida, obsequiaron a mi mujer con un vasito de coliba, el postre de los muertos, elaborado con trigo cocido, azúcar y nueces que se hace el día de Todos los Santos. Lo probé y estaba muy bueno. Junto a éste monasterio otro de reciente construcción.
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Cercano a Mănăstirea Humor |
Comimos en un restaurante en plena montaña con un bucólico paisaje de casitas de campo, almacenes para el heno y prados suavemente ondulantes. Después nos piusimos en camino de nuevo para acercarnos al Monasterio Moldovita.
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Panorama desde el restaurante |
Como el resto también amurallado y las pinturas del ábside se nos muestran desde el arco de entrada. Muy florido el entorno. Al fondo, en una esquina, un edificio con balcón corrido lleno de flores rojas y en la esquina contraria una pequeña torre en el ángulo de la muralla.
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Mănăstirea Moldoviţa |
En el edificio hay un pequeño museo de arte religioso y, justo al lado, las monjas van anotando los nombres de los parientes a quienes las personas que lo solicitan desean se les nombre en la función religiosa. A cambio, hacen su agosto con los donativos que les entregan.
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Mănăstirea Moldoviţa |
Se repiten las pinturas en las paredes exteriores de la iglesia en las que sobresale el color amarillo. Las escenas más reseñables son un Árbol de Jesé y el asedio de Constantinopla.
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Mănăstirea Moldoviţa |
En un lateral rompen las pinturas dos ventanales ojivales. Paso al interior y nuevamente me desborda el colorido, predominado también aquí el amarillo. Me fijo también en el precioso iconostasio. Al salir, veo un elemento común: el pozo.
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Mănăstirea Moldoviţa |
Continuamos nuestro periplo. Transitábamos por una carretera con muchas curvas que poco a poco iban ganado altura. Estábamos viajando por los Cárpatos en dirección al último monasterio que tenemos previsto contemplar ese día.
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Los Cárpatos desde Ciumârna |
Al culminar la cresta del último puerto, hicimos una parada para admirtar el panorama que se mostraba a nuestro ojos. Nos acercamos hasta una enorme mano en un montículo. Al lado, unos puestos ambulantes vendiendo souvenirs, particularmente huevos pintados.
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Esta mano nos saluda |
Llegamos al monasterio Sucevita, protegido por un impresionante amurallado y unas vacas paciendo en un verde lujurioso.
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Mănăstirea Sucevița |
Penetramos y nuevamente quedo sorprendido por la grandiosidad. Parece ser que los altos muros han resguardado mejor las pinturas exteriores. A resaltar el fresco de la "escala de las virtudes" que muestra los treinta pasos que hay que dar para llegar al paraíso.
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Mănăstirea Sucevița |
Aquí el colorido esencial es el rojo y el verde. En el interior se estaba celebrando una boda por lo que no pude verlo con detenimiento. a pesar de ello, el iconostasio llamó de nuevo mi atención. Una vez fuera, me entretuve en hacer las últimas fotografías porque la tarde iba cayendo inexorablemente.
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Mănăstirea Sucevița |
Los cuatro monasterios que vimos en esa jornada tienen las mismas características: un recinto amurallado de piedra o madera, una iglesia central de estilo moldavo con las paredes exteriores pintadas, un pozo y jardines bien cuidados.
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Mănăstirea Sucevița |
Las pinturas tienen una temática muy similar, repetitiva, dando la impresión de haber sido realizadas por el mismo artista o por una misma escuela y con un colorido homogéno, aunque en cada uno predomina una tonalidad distinta.
En mi modesta opinión, no tienen nada que ver con los monasterios griegos de Kalambaka. Allí lo primordial es el impresionante espectáculo de su paisaje. Aquí lo extraordinario son sus pinturas exteriores de un colorido excepcional, sorprendetemente bien conservadas. Estos monasterios justifican sobradamente el viaje a Rumanía.
Llegamos a Radauti cuando caía la noche. En esta ocasión, encontramos un bar abierto después de cenar, pero tampoco nos dieron la una y las dos sin estar en la piltra planchando la oreja.
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Iglesia de San Jorge en Suceava |
No desnudos, sino bien abrigadicos, al amanecer, emprendimos la marcha hacia Suceaga. Allí vimos la iglesia de San Jorge, cuyas pinturas exteriores, además de ser muy antiguas, se encuentran algo más que deterioradas. Escuchamos la llamada de un fraile a las funciones religiosas mediante el golpeo rítmico de un tablón colgado de unas cadenas. tal como se hace en las iglesias católicas con las campanas.
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Jardines en Varatec |
Reanudamos nuestro viaje haciendo un alto en el camino en Varatec para ver su monasterio. Nada que ver con los anteriores. Carece de valor artístico pero, eso sí, hay unos jardines encantadores cuajados de flores, sobre todo rosas, donde reposan los restos de la poetisa Verónica Micle. El día había mejorado ostensiblemente y lucía un sol espléndido.
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Pietra Neamt. Iglesia de San Juan Bautista |
Aún por la tarde, en la ciudad de Piatra Neamt, que caía de paso, tuvimos ocasión de ver una bonita iglesia, la de San Juan Bautista, en la que también se estaba celebrando una boda. Pasé al interior y, subrepticiamente, logré una instantánea de un icono representando el nacimiento de la Virgen en la que aparece nuestra patrona Santa Ana en la cama.
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Campanario de la iglesia de San Juan Bautista en Pietra Neamt |
Esta iglesia posee un campanario exento al otro lado de la plaza junto a un par de museos. Unas telecabinas no cesaban de ascender hacia el monte que cobija la ciudad. Como diría Cervantes, ya el rubicundo Apolo había hecho mutis por el foro cuando llegamos a Tirgu Mures para pasar la noche y continuar al siguiente día nuestro recorrido por Rumanía.
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Amanerce en Radauti después del terremoto |
Además de la imagen de estos maravillosos monasterios, me traje otro recuerdo, que nunca habría imaginado, de esa primera noche en Radauti. Hacia las dos de la madrugada, somnoliento, sentí que la cama se deslizaba durante unos segundos, repetidamente hasta tres o cuatro veces. Súbitamente despierto, pensé que se trataba de un terremoto, pero lo deseché pareciéndome inverosímil y volví a dormirme. Por la mañana, confirmaba, con esta noticia en mi móvil, la impresión que yo había tenido:
Bucarest, 24 sep (EFE).- Un terremoto de magnitud 5,3 en la escala de Richter sacudió esta madrugada el este de Rumanía, sin causar víctimas ni graves daños materiales, informó hoy el Instituto Nacional Rumano de Física de Tierra.El seísmo, que tuvo lugar a las 02.11 hora local (23.11 GMT de ayer) en la región de Vrancea a una profundidad de 91,6 kilómetros, también se sintió con fuerza en Moldavia y Bulgaria.
Un 5,3 en Chile ni nos despeina, Felipe. Es parte de nuestra"cultura" relativa a sismos.
ResponderEliminarLa verdad es que yo seguí durmiendo tranquilamente, quizás porque no me creí que fuera un terremoto. Saludos
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