Una de cal y otra de arena

Ninguna de las veces en que he recorrido Galicia había sido programada una visita al Ferrol, sin embargo, sí que la teníamos prevista en esta ocasión, aunque con una estancia muy breve. Por razones organizativas se pretendió modificar su fecha con la establecida para la visita panorámica de La Coruña, pero la celebración de un triatlon que colapsó la ciudad, hizo desistir de ello y volver a la situación inicial.

Empezamos mal, además, el cielo amenazaba lluvia y cumplió su amenaza: un fino orvallo nos acompañó durante toda nuestra excursión. Al llegar a la ciudad las obras en la avenida del puerto nos impidieron hacernos cargo de sus instalaciones tanto pesqueras como comerciales y, por supuesto, las militares. 

Teatro Jofre

Una vez estacionados los autobuses, la inhibición de nuestras guías turísticas, algo insólito que todavía no comprendemos, echó por tierra el conocimiento de la ciudad ferrolana. Con la sola indicación de un templo cercano y unas calles que subían hacia la izquierda, quedamos abandonados a nuestra suerte. El templo en cuestión era la iglesia neoclásica de San Francisco.

Interior de la iglesia de San Francisco

Penetramos por simple curiosidad y, una vez salimos, sin saber muy bien hacia dónde dirigirnos, cada uno tomó el camino que creyó oportuno. Nosotros enfilamos, pasando junto al Teatro Jofre, para conocer el Museo Naval que vimos anunciado en un rótulo,

Museo Naval del Ferrol

Dado el escaso tiempo del que disponíamos nos quedamos en el recinto exterior viendo una gran colección de anclas expuestas al aire libre. Dimos un paseo por unos jardines próximos de los que destacamos un monumento a la música muy colorido y una fuente,

Monumento a la música

Fuente en el paseo

Terminamos acercándonos a uno de los bares existente en una cercana plaza rectangular para saborear unas cervezas acompañadas de unas tapas de tortilla de patata muy rica y un excelente pulpo a feira.

Plaza donde tomamos un piscolabis

No puedo confirmar ni desmentir lo que nos habían anunciado: que El Ferrol tiene muy poco que ver. No tengo elementos suficientes de juicio. Cierto es que me pareció una ciudad mortecina, sin vida, pero hay que tener en cuenta que la visitamos un domingo por la mañana, relativamente temprano y con lluvia, muy fina, pero lluvia al fin y al cabo y solamente durante un par de horas. En fin, una ocasión fallida para conocer esta ciudad tan ligada a la dictadura que, según opinión de algunos gallegos, va a tener muy difícil emerger, a pesar de haber dejado en un rincón de la memoria histórica su apelativo de pertenencia al Caudillo.

Iglesia de Santiago en Pntedeume

De paso hacia La Coruña, donde teníamos el almuerzo, hicimos una parada en el pueblecito de Pontedeume. Ascendimos hacia la iglesia de Santiago por una empinada cuesta, recorrimos sus calles y retornamos para visitar la Torre de los Andrade, un torreón defensivo cuadrangular, de tres alturas rematadas en almenas con matacanes.

Vista de la ría de Pontedeume desde la Torre de los Andrade

Subimos hasta el adarve para contemplar el espléndido paisaje conformado por la ría y el puente romano y hacernos unas fotografías bajo nuestros paraguas. En este lugar, apreciamos la actividad echada en falta en El Ferrol, claro que ya era medio día pasado y la hora del aperitivo. Aunque no con la tranquilidad debida, cumplimos con este trámite antes de tomar el autobús de vuelta al hotel para comer y después tener la tarde libre para patear la ciudad de las Galerías.