Ante la magnífica mañana que nos ha deparado este día, decido darme un buen paseo. Monto en el coche, recorro los ocho kilómetros que me separan de mi huerto en Urzante y lo dejo allí aparcado para que vigile la poda pendiente de los árboles.
Tomo la pista de la vieja vía del Tarazonica, la antigua, la que en Tudela discurría por lo que hoy son el Parque de Otoño, la calle Añón Baigorri y el camino de Instituto, en dirección a Cascante, paralela a la actual vía verde de Tudela a Tarazona. El camino es recto, llano, con una leve tendencia a la subida y discurre entre viñas podadas, barbechos, fincas de recreo en la zona de Río Lombo, olivares de plantación reciente y otros con una notable antigüedad.
Antes de llegar a la ciudad de Cascante, tomo una bifurcación a la izquierda en dirección a la carretera de Ablitas, La calzada, con postes indicadores de que se trata de la vía romana de Tarraco a Astorga, sigue siendo llana, muy cómoda para andar, con amplios horizontes.
Una gran pala excavadora y varios camiones trabajan acondicionando una finca de los nuevos regadíos. En los álamos cercanos una turba de estorninos, posados en las ramas desnudas, producen sonidos ensordecedores, al tiempo que otros picotean los rastrojos de los maizales. Al sentir mis pasos, una enorme bandada ensombrece el azul del cielo en el que un avión dibuja su estela rectilínea.
Me encuentro ya muy cercano al altozano tras el que se adivina el despoblado de Pedriz. Asciendo por una senda un tanto ancha que serpentea encaramándose para alcanzar el cerro donde se hallan las ruinas.
Me detengo en un llano ante ellas y contemplo el paisaje: en la vasta llanura que se extiende a mis pies, al frente, entre la bruma se intuye Tudela y el Hospital Reina Sofía; a la derecha la neblina oculta las Bardenas a cuyo pie se encuentran Cabanillas, Fustiñana y Ribaforada; girando hacia la izquierda, primero Murchante, después el montículo de Urzante y más escorada la ciudad de Cascante con la arquería encaramándose a la Basílica del Romero. A mi espalda, oculta por una loma de olivares, Ablitas y la Laguna de Lor.
Indicador de la Vía Romana |
Antes de llegar a la ciudad de Cascante, tomo una bifurcación a la izquierda en dirección a la carretera de Ablitas, La calzada, con postes indicadores de que se trata de la vía romana de Tarraco a Astorga, sigue siendo llana, muy cómoda para andar, con amplios horizontes.
Trabajando en los nuevos regadíos |
Una gran pala excavadora y varios camiones trabajan acondicionando una finca de los nuevos regadíos. En los álamos cercanos una turba de estorninos, posados en las ramas desnudas, producen sonidos ensordecedores, al tiempo que otros picotean los rastrojos de los maizales. Al sentir mis pasos, una enorme bandada ensombrece el azul del cielo en el que un avión dibuja su estela rectilínea.
Los estorninos emprende la huida |
Me encuentro ya muy cercano al altozano tras el que se adivina el despoblado de Pedriz. Asciendo por una senda un tanto ancha que serpentea encaramándose para alcanzar el cerro donde se hallan las ruinas.
Muy cercano ya Pedriz |
Lo que queda de la iglesia y el ábside |
Frente a mí, a unos pasos, junto a un aprisco, lo que que queda del antiguo poblado: apenas unos muros de la iglesia de la que se distinguen las yeserías del ábside y algo que podría ser la base de una espadaña.
Sólo escombros del antiguo poblado |
Nuevos regadíos |
Al fondo el Hospital de Tudela |
En la lejanía, una edificación redonda me recuerda remotamente unas que existen en las provincias de Albacete y Ciudad Real y que, allí, llaman bombos. Vacilo en tomar otro recorrido que da un pequeño rodeo pero, al ver que voy con el tiempo justo, me inclino por continuar por el mismo camino por el que vine.
La ciudad de Cascante al fondo |
Ruinas de Pedriz |
Pedriz, perteneciente al municipio de Ablitas y comprendido en el fuero de Sobrarve, Alfonso I el Batallador dio su mezquita a Santa María de Tudela en el año 1121. Sancho VI el Sabio entregó a los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén la villa y su castillo, quedando inscritos en la encomienda de Calchetas, igualmente desaparecido. Continuó como posesión de dicha orden militar hasta la desaparición de las jurisdicciones señoriales en que fue incorporado al ayuntamiento de Ablitas. En 1353 contaba con seis fuegos, todos ellos moros, además de un hidalgo alcaide del castillo y su mayor censo lo alcanzó en 1786 con treinta habitantes.
Consultado también el Diccionario Histórico-Político de Tudela de 1828 escrito por Yanguas y Miranda, éste aporta, además, que los campos de Pedriz reciben el riego de la Laguna de Lor a medias con Tudela. No he logrado averiguar la fecha en que fue asolado. Ojeados los Apuntes Tudelanos de Mariano Sainz no añaden nada nuevo a lo ya reseñado.
La foto de los estorninos es muy buena, has sido rápido. Y ahora ya se cosas sobre Pedriz, que antes no sabía ni de su existencia, así que mi visita ha sido fructífera. Abrazos
ResponderEliminarSiempre son útiles las visitas a otros blogs. El visitar el tuyo todos los día también lo es para mí, a pesar de que no siempre comento por no agobiarme. Son tantas cosas a la vez...¡y sólo tengo una neurona! Un abrazo, Ester.
EliminarTus fotos demuestran algo que pude detectar hace unos años en una visita turística que realicé por la zona, es el deterioro de muchos elementos históricos que definen nuestra historia. Una pena.
ResponderEliminarSaludos
En ciertos lugares se conservan la iglesia o el cementerio abandonados, en algunos casos quedan piedras esparcidas, en otros ni eso siquiera. En mi entrada se menciona Calchetas del que solamente puedo intuir más o menos el lugar donde se encontraba porque no queda ni rastro. En un radio de apenas ocho kilómetros alrededor de Tudela se encuentran cuatro despoblados, que yo sepa: Pedriz, Urzante, Calchetas y Murillo de las limas. De la provincia de Soria, ni te cuento. Un abrazo
EliminarLos pueblos abandonados producen pena, pero al mismo tiempo tienen un encanto especial, ¿verdad?
ResponderEliminarGracias por dejarnos acompañarte en tu paseo.
Abrazo!
A mi siempre me han llamado la atención. Un abrazo
EliminarMe encanta la foto de los estorninos volando, y en los restos que quedan de la iglesia, los sillares de la esquina parecen romanos ¿sabes algo de ellos? quizá fueron usados para hacer la iglesia, cogidos de algunas ruinas romanas. Me ha encantado tu forma de narrar, Felipe, y las fotografías son de todo un reportero...
ResponderEliminar¿Sabes? en los pueblos abandonados intento tocar con mis manos, las paredes que quedan y pensar como serían las personas qué vivían allí, qué sentían... y siempre encuentro entre sus ruinas una gran paz.
Abrazos. Ángeles.
No sabría decirte Ángeles. La calzada romana pasaba por allí y cercana está la ciudad de Cascante, la Cascantum romana. Todo es posible. Un abrazo
EliminarEstos lugares abandonados siempre han despertado en mí, la curiosidad del viajero, del explorador y una especie de melancolía, aunque no haya estado nunca allí antes, por la pérdida de un mundo, con todas sus historias, que ya no será jamás.
ResponderEliminarFue un acierto llevar su cámara, claro que sí.
Un abrazo.
Pocas son las veces que no la llevo conmigo y siempre logro algún fruto de ella. Abrazos
EliminarYo he e ido un par de veces a la abandonado poblado de perdiz con mis amigos ya que resido en ablitas y siempre nos a despertado la curiosidad de como era quien lo habitaba y por que se abandonó pero nunca lo hemos sabido
ResponderEliminarYa ves, parece ser que eran moros en el siglo XIV. La búsqueda de mejores condiciones de vida dio al traste con muchos de estos lugares.
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