La mañana prometía cuando nuestro autocar partió de Mestre y, tras cruzar el puente construido por Musolini para acceder a Venecia, subimos a bordo de un vaporetto, previamente alquilado para nuestro grupo, en el que ocupé la popa dando rienda suelta a mi afición como depredador de instantáneas.
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La Plaza de San Marcos desde el vaporetto |
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Destacados el Campanile y el Palazzo dei Dogi, más atrás la basílica |
Nuestra lancha nos situó junto al bonito hotel Danieli, a pocos metros de la Plaza de San Marcos, hacia la que nos dirigimos haciendo la imprescindible parada frente al Puente de los Suspiros que, en esta ocasión, logramos contemplar después de su restauración. Como pudimos, nos abrimos paso con el fin de situarnos de tal forma que en la foto de rigor no salieran más personas de las deseadas, cosa harto difícil dada la aglomeración que había en ese lugar.
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El Puente de los suspiros |
Cuando llegamos a la plaza, las colas para entrar a visitar la basílica eran interminables por lo que decidimos dejarla para después de comer. Teníamos todo el día de tiempo libre con la sola preocupación de acudir a ese mismo sitio a la hora adecuada para comer, todo el grupo junto, en el restaurante previamente reservado.
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La torre se inclina por las aguas |
Dado que en nuestra anterior visita a la ciudad ya habíamos hecho el viaje en góndola y conocíamos la demostración de la fabricación del cristal de Murano, nos inclinamos por algo que no habíamos visto anteriormente: el Palacio Ducal.
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El Palazzo dei Dogi |
Encaminamos nuestros pasos hacia la fachada de este palacio, de estilo gótico, que da a la laguna de Venecia. Como nos sentimos jóvenes y dicharacheros, quisimos gastar una broma a la señorita que expendía las entradas y no le informamos de que éramos jubilatas. Nuestro aspecto juvenil la debió ofuscar tanto que no dijo esta boca es mía y nos cobró los catorce euros de rigor. La bromita nos costó seis euros más por cabeza y la guasa de otros compañeros que pagaron solamente ocho por la indiscreción de confesar su edad.
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El patio del palacio |
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En el patio interior del palacio |
La verdad es que, además de sus espléndidas fachadas exteriores, no sabría qué destacar de este magnífico edificio porque todo me pareció espectacular: en primer lugar la Puerta de la Carta, por donde penetramos, el patio interior, la Escalera de los Gigantes, la de Oro, los salones del senado y del consejo, la sala de armas, en fin, todo el recorrido me pareció impactante.
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La plaza comienza a inundarse |
A la salida vimos que la Plaza de San Marcos comenzaba a inundarse y, queriendo hacer un poco de hora, nos encaminamos hacia las callejuelas que parten de esta plaza hacia el Puente de Rialto en busca de unas cervezas que nos refrescaran. Una sensación de agobio nos invadía; a la muchedumbre que habitualmente patea las calles de la ciudad se habían unido los curiosos del famoseo pendientes del paso de George Clooney que contraía matrimonio este día. Por fin logramos acomodarnos en el fondo de un barcito y nos sirvieron las anheladas y heladas birras, eso sí, en prenda dejamos un riñón y parte del otro. ¡Qué cara es Venecia para los españolitos de a pie!
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La birra y los "riñones". |
Después de comer, pasta por supuesto, nos pusimos en la fila para entrar a la basílica. Cuando llegó mi turno tuve problemas con la mochila de la cámara fotográfica y no me quedó otra opción que dejársela a un compañero que ya había salido para que me la guardase. Solamente quiero destacar la magnificencia de sus mosaicos ya que este templo es archiconocido y hay suficiente información en la red para aquellos curiosos que la demanden.
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Interior de la basílica |
A continuación marchamos a estirar las piernas y el resto de nuestros cuerpos serranos hasta el Puente de Rialto donde, en una heladería, dejamos la parte del riñón que nos quedaba.
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El gran canal desde el Puente de Rialto |
Un nuevo y delicioso paseo por los recovecos, canales y puentes de esta parte de la ciudad nos aproximó a otro palacio de la Plaza de San Marcos, cuya visita estaba incluida en el ticket de la mañana y así pudimos aprovechar algo más los catorce euros que tanto habían regocijado a nuestros compañeros.
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El trabajo de los gondoleros |
La tarde caía paulatinamente, en Italia amanece y anochece antes que en España, por lo que dirigimos nuestros pasos cansinos hasta el lugar de encuentro para volver a tomar el barco que nos llevaría a donde esperaba nuestro autobús.
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El sol se pone en Vencia |
Esta vez me situé en la proa para captar con mi objetivo la puesta del sol bañando la cúpula de la iglesia de los jesuitas, mientras atrás parecía flotar sobre las aguas el mármol rosado del Palazzo dei Dogi.