Esmalte del Pantocrator en el retablo |
La llegada a Navarra de la vuelta ciclista a España, en concreto la finalización de la undécima etapa en Aralar, me ha traído a la memoria una excursión, cuya proyectada redacción quedó abortada a causa de la galbana en que me he visto inmerso durante estas vacaciones. Tratando de recuperar la normalidad, pongo manos a la obra.
El diez de julio pasado amaneció indeciso sin saber si el sol, que tímidamente asomaba su faz, se impondría a la leve amenaza de llovizna con la que fuimos recibidos a nuestra llegada a Lekumberri, en la vertiente opuesta a la que han utilizado los ciclistas. Aprovechamos la parada realizada en este lugar para tomar fuerzas con las que afrontar el día.
Tras esta pausa, iniciamos la ascensión hasta una bifurcación en la que el autobús tomó el sentido contrario al Santuario para, una vez atravesada la pequeña población de Alli, enfilar la carretera que conduce a la localidad de Astitz. Pocos kilómetros antes de llegar a éste, se desvió a la izquierda por una estrecha pista que nos llevó a un lugar despejado donde, rodeado del verdor insultante del arbolado y los pastizales, estaba la zona de recepción de visitantes de las cuevas de Mendukilo, cuya visita guiada teníamos prevista para las once de la mañana.
Bosque cercano a la cueva de Mendukilo |
El sol daba la engañosa impresión de que, por fin, iba a lograr imponerse a las nubes dando un tono menos apagado al paisaje. La temperatura era inusualmente fresca para el mes de julio, por lo que todos llevábamos ropa de abrigo.
Por el interior de la cueva |
Por una pista ascendente llegamos a la boca de la cavidad y penetramos en ella. Mendukilo es una caverna abierta al público en 2005 por lo que su adecuación es muy moderna, estando equipada con una iluminación dinámica que se iba adaptando a medida que transitábamos por las pasarelas flotantes que nos permitieron contemplar la diversidad y cantidad de formaciones que se nos fueron mostrando a lo largo del recorrido de quinientos cuarenta metros, con un desnivel de unos cuarenta, en los que pudimos admirar la belleza de numerosas estalactitas, estalagmitas, banderolas, etc.
Impresionantes formaciones |
La cueva continúa |
En un momento dado, cuando nos encontrábamos en lo más profundo, la guía nos anunció que se iban a apagar todas las luces y nos invitó a cerrar los ojos y permanecer en absoluto silencio para escuchar el corazón de la gruta.
Coladas |
Caprichos |
Cuando nuestros oídos se acostumbraron, comenzamos a oír los sonidos del continuo gotear del agua de las estalactitas y, durante unos instantes irrepetibles, sobrecogedores, tuve la vívida sensación de que la paz, la calma y la tranquilidad me invadían, conformando una relajante simbiosis con el reposo y el sosiego reinantes en la oscuridad de las profundidades de la Sierra de Aralar.
Estalactitas |
Banderas |
Finalizada la revista de la cueva, subimos de nuevo al autocar que, retrocediendo hasta la bifurcación, se dirigió hacia la cumbre de la montaña mágica de los navarros. Poco a poco fuimos ganando altura transitando por una carretera oscurecida por las abundantes hayas, robles y castaños que impedían el paso de los escasos rayos solares.
La Barranca se extiende hacia Alsasua |
Dejando atrás Baráibar, cuando llegamos a la cima era ya la hora de comer, cosa que hicimos en el restaurante existente junto al Santuario, no sin antes disfrutar de la maravillosa panorámica que se contempla desde esa altura. La Cuenca de Pamplona a nuestra izquierda, frente a nosotros, la mole de San Donato, cuya poderosa quilla se yergue sobre el profundo mar verdoso del valle de la Barranca o Sakana, por el que discurren el río Araquil y la A-10 en dirección a Vitoria, salpicado por los islotes de las poblaciones de Huarte Araquil, Arbizu, Lakunza, Etxarri Aranaz, Lizarraga y más en la lejanía Alsasua. Las sierras de Andía y Urbasa limitan nuestra vista. A la derecha la sierra de Aralar se interna en Guipúzcoa y a nuestra espalda la montaña se desliza al valle del río Larraun. Amortiguaba la espectacularidad del paisaje un cielo plomizo iluminado por la luz que se filtraba entre algunos espacios de las nubes.
En el horizonte la Cuenca de Pamplona |
La mole de San Donato |
Alimentado el cuerpo, procedimos a satisfacer el espíritu con la visita al Santuario de San Miguel in excelsis. Románico, referenciado por primera vez en 1032, se supone la existencia de una iglesia prerrománica anterior. Desde el exterior destacan el triple ábside, con un atrio refugio adosado y la cúpula coronando el conjunto. Una sobria portada con cuatro arcos de arista nos da paso al atrio cubierto por bóveda de cañón de la misma largura que el templo, al que se accede por tres puertas, la central más decorada.
San Miguel in excelsis |
La basílica tiene tres naves de casi la misma altura, también con bóveda de cañón y tres ábsides.
La capilla Mayor. Se aprecian las tres naves |
Curiosamente, dentro de la misma iglesia, antes de llegar a la capilla mayor, hay un pequeño santuario, con tejado a dos aguas, edificado sobre la gruta en la que dicen se apareció el ángel San Miguel.
Puerta de entrada y el pequeño santuario interior |
A la izquierda de su puerta hay unas cadenas y en el interior, a la derecha de altar un hueco en la roca en el que algunos introducen la cabeza. Aquí se encuentra una curiosa imagen del Ángel que porta una cruz sobre la cabeza, pero se trata de una copia ya que el original se encuentra en la sacristía. Esta imagen es muy venerada y después de la Pascua de Resurrección, abandona el Santuario y, durante tres meses, visita más de doscientas cincuenta poblaciones de esta zona de Navarra.
Alguien metiendo la cabeza en el agujero, junto a la imagen |
Preside la capilla Mayor quizá su más preciado tesoro: el retablo de los esmaltes. Realizado en tiempos del rey Sancho VI El Sabio, en el siglo XII, consta de treinta y nueve piezas de esmalte, placas y medallones con adorno de pedrería semipreciosa. Según se cree fue regalo de Ricardo Corazón de León a su futura esposa doña Berenguela de Navarra. Fue robado por Erik el Belga, siendo este su "trabajo" mejor pagado y, afortunadamente, fue recuperado años más tarde.
Retablo de los esmaltes |
Como sobre cualquier lugar mítico que se precie, también en torno a Aralar existen numerosas leyendas; la más popular es la de Teodosio de Goñi que ahora paso a relatar:
En Navarra, antes de existir los reyes de Pamplona, predecesores de los de Navarra, vivía en el valle de Goñi un noble llamado Teodosio, casado con doña Constanza de Butrón. Poco después de su matrimonio, el caballero tuvo que abandonar su hogar para ponerse al frente de la lucha contra los árabes.
Doña Constanza quedó sola en palacio con sus suegros, a los que cedió la habitación y el tálamo señorial para que pasaran la noche con más comodidad, ocupando ella otra más pequeña. Cuando su marido volvía victorioso a su castillo, se le apareció el diablo disfrazado de Basajaun, Señor de los Bosques, quien le hizo creer que su mujer le engañaba con un criado.
Teodosio, fuera de sí, se lanzó a galope tendido hacia su casa. Amanecía cuando llegó a palacio y, ofuscado y lleno de ira, penetró en su habitación matrimonial con una daga en la mano con la que apuñaló reiteradamente a las dos personas que ocupaban la cama, convencido de que se trataba de la esposa infiel y su amante.
Creyendo haber vengado el agravio, salió de casa y, estupefacto, se dio de manos a boca con su mujer que salía de misa. Sobrecogido, descubrió que aquellos a quienes había dado muerte en su lecho eran sus desgraciados padres. Horrorizado por el parricidio, marchó a Pamplona a pedir perdón al Obispo quien, escandalizado por crimen tan execrable, le ordenó marchar en peregrinación a Roma para que fuera el propio Sumo Pontífice quien le absolviera de su pecado.
Las "dichosas" cadenas |
Llegado a la ciudad eterna, el Papa le absolvió en vista de su arrepentimiento, pero le impuso la penitencia de arrastrar unas gruesas cadenas hasta que se le desprendieran por un milagro divino. Ello sería, sin lugar a dudas, la señal de que había sido perdonado.
Para cumplir la penitencia, se retiró al monte Aralar y, al tiempo, vio salir de una profunda sima un gran dragón que amenazaba devorarlo. Teodosio, indefenso, hincó las rodillas en tierra e imploró la protección de los cielos con esta exclamación: San Miguel me valga.
Al instante, con un gran estruendo, hizo su aparición el arcángel invocado mostrando una cruz sobre su cabeza, quien, en encarnizada lucha, venció y dio muerte al dragón al grito de ¡Quién como Dios!
Ipso facto, oh prodigio, se desprendieron las cadenas, signo inequívoco de la misericordia divina. Ya libre, Teodosio volvió a su casa de Goñi donde le esperaba su amada esposa. Y ambos, no es que fueran felices y comieran perdices, sino que, agradecidos a Dios, erigieron en la montaña de Aralar el primitivo santuario dedicado al celestial Arcángel y al que pusieron el nombre de San Miguel in excelsis.
Como podréis comprobar, se trata de una leyenda muy propia de la época y de un estilo muy similar a otras muchas que pululan sobre el Camino de Santiago.
La magnífica casa de Leitza |
Para finalizar el día, montamos en el autobús, descendimos hasta Lekumberri y desde allí nos dirigimos a la cercana población de Leitza. Unas cervezas y un paseo por el pueblo, que nos llevó hasta la magnífica casa popularizada por la película Ocho apellidos vascos, para dar por concluida la jornada y regresar a una hora no intempestiva a nuestra ciudad.
Vi la etapa por la tele y recordé otros tiempos, son tan antiguos que no conocía la existencia de la cueva, me ha gustado leer lo que nos has contado y disfrutar de las fotos. Un abrazo
ResponderEliminarEs que Mendukilo es una cueva muy reciente, fue abierta al público en 2005. Abrazos
EliminarBienvenido al hogar. Mejor dicho a tu página. Bonita excursión y, muy bien documentada como siempre. Ya se notaba tu ausencia. Un abrazo.
ResponderEliminarPues aquí estoy de nuevo. Veremos a ver que es lo que deparan estos meses. Besos
EliminarGracias por vencer esa galbana y regalarnos esta entrega que, como de costumbre, le deja a uno la sensación de haber estado en persona.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Pues no creas, que ya me ha costado. Abrazos
EliminarComo no estoy muy al corriente de la vuelta ciclista ni me había enterado de que ha pasado por Navarra...
ResponderEliminarParece una excursión estupenda, ¿no?
Abrazo!
Lo de la vuelta ha sido una excusa y el el empunjoncico que necesitaba para hacer esta entrada. Un abrazo
EliminarNo dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Todo es proponérselo.
ResponderEliminarMe encantan esas cuevas que tenemos por varios lugares del territorio nacional, con sus aguas subterráneas, sus estalactitas y su carga de silencio y misterio.
ResponderEliminarUn saludo.
Yo también soy aficionado a visitar las cuevas que encuentro en mis viajes. Saludos
EliminarDesde luego fue una jornada muy bien aprovechada.
ResponderEliminarMuy interesante la tradicion leyenda sobre la fundación de esa capilla.
Un abrazo.
Aralar es una montaña mágica para los navarros. Quizá contibuya a ello esta leyenda. Abrazos
EliminarQué zona más preciosa. La cueva de Mendukilo es impresionante pero la fotografía que dejas del bosque cercano es una maravilla.
ResponderEliminarBonita excursión, Felipe.
Saludos.
En Navarra, en poco más de cien kilómetros pasamos del bosque de ese verdor insultante al desierto de las Bardenas Reales, en ambos casos con unos paisajes increibles. Un saludo
Eliminar¡Que completisimo reportaje y que lugares tan bellos!
ResponderEliminarCuando yo viví en Navarra y el País Vasco, recorri muchos puegblos y sitios interesantes pero entonces (finales ded los sesenta y principios de los setenta) esa cueva de Mendukilo no existia para el público así que noñ las conozco. Tendré que volver por ahí. Por cierto me sorprende que os permitieran hacer fotos dentro de la cueva.
Todas las imágenes que nos muestras en el post son preciosas y están muy bien hechas.Te salen muy nítidas y con un color estupendo.
Recibe un afectuoso saludo y abrazo.
Aunque en el exterior de la cueva un cartel lo prohibe, nos permitieron hacer las que quisimos. En esto de las fotos hay mucha codicia. Soy fotógrafo aficionado e insumiso. No admito que no me dejen hacer fotos de un lugar público por el que he pagado una entrada con uso no lucrativo. Entiendo a a las pinturas les puede dañar el flash y no se puedan hacer, y lo respeto, pero sin ese artilugio ¿qué mal hay en ello? Es sólo cuestión crematística. Tampoco en Aralar hubo ningún problema y , sin embargo, ¿en cuantas iglesias se prohibe? Todas las fotos de la cueva, excepto la primera, y las de la iglesia son hechas sin flash. Si la luz me lo permite, las prefiero así. Abrazos
EliminarHola Felipe.
ResponderEliminarTengo un cuñado en Pamplona; estuvimos pasando unos día allí y uno de ellos fuimos al Santuario de San Miguel. Esto seria por los años 80. Así que los recuerdos, están muy lejos.
También cuando estuve estudiando el bachiller en el colegio de Puente la
Reina, el día que el Arcángel San miguel llegaba al pueblo, nos hacía una visita al colegio y con este motivo teníamos media fiesta.
Tus fotos me ha valido para recordar.
Abrazos
Amigo Manrique, me he permitido eliminar un comentario muy parecido a este que has enviado por no haberse publicado el anterior. Me alegra mucho el haber suscitado en ti recuerdos tan gratos. Un fuerte abrazo
Eliminar