La excursión prometía: la mañana esplendorosa, luciendo el sol sin pudor y con una ligera brisa que invitaba a pasear. Salimos de Cáceres en dirección a Torrejón el Rubio y pronto dejamos atrás las puntiagudas agujas de pizarra que jalonaban ambos lados de la carretera.
Al pasar por el puente del río Almonte, reconocí el paisaje, la singular confluencia de éste con el Tamuja.
- Mira, ahí a la derecha, debajo de las aguas se ocultan los puentes de don Francisco, donde estuvimos hace un par de años. ¡Qué diferencia del caudal actual al de entonces!
Las aguas ocultan los puentes de don Francisco |
Continuamos nuestro camino. Al poco tiempo dejamos a la derecha un desvío con el anuncio de los yacimientos romanos de Monroy. Tomé buena nota para alguno de nuestros desplazamientos en otra ocasión. El paisaje había ido cambiando paulatinamente dejando en el olvido la aridez de las pizarras y las grauvacas de los aledaños cacereños, sustituyéndola por la aparición de encinas cada vez más abundantes.
El castillo de Monfragüe |
Atravesamos el pueblo de Torrejón el Rubio, en el que no aprecié ningún indicio digno de mención, a pesar de su incremento turístico proporcionado por su cercanía al Parque Nacional de Monfragüe. La carretera se fue tornando más sinuosa. Alcé la vista y divisé las torres del castillo acuchillando el azul de las alturas.
La zona de aparcamiento |
Continuamos un par de kilómetros hasta un espacio donde se ensancha la carretera en el que hay lugares habilitados para estacionar vehículos y una pasarela de madera sobre la orilla del río.
Por entre las dos rocas pasa el río Tajo |
Enormes rocas parecen querer cerrar el paso aprisionando la cinta gris de la calzada. Entre la profundidad de dos de ellas discurre el Tajo encajonado. Habíamos llegado al Salto del Gitano.
Salto del Gitano |
Aparcamos los coches y mi nuera, junto con mi hijo, aprovecharon para dar de comer al pequeñín. Entre tanto mi mujer, con el mayorcito de la mano, y yo, con mi inseparable cámara, nos dimos un paseo admirando el paisaje. Había numerosas personas observando a las aves que allí tienen su hábitat natural, como los buitres negro y leonado, distintas clases de águilas, alimoches y la rara cigüeña negra.
Los buitres merodean las alturas |
El Tajo discurre entre las rocas |
No sabía hacia dónde dirigir el enfoque de mi cámara. Aves, rocas, río, árboles... todos estaban en la diana de mi objetivo; incluidos mis nietos, a quienes realicé un breve reportaje junto a sus padres.
Como se acercaba la hora de la actividad gastronómica, nos acercamos al próximo pueblo de Villarreal de San Carlos, y allí repusimos fuerzas concienzudamente en un tranquilo restaurante. Después de esta buena obra, dimos la vuelta para visitar el castillo, de camino hacia casa, sin que tuviéramos ocasión de contemplar el Puente del Cardenal puesto que se encontraba oculto por el nivel de las aguas. Enfilamos unas pendientes rampas, repletas de curvas, que nos situaron en el pequeño aparcamiento habilitado al pie de unas empinadas escaleras. El viento se había calmado y la tarde resplandecía.
Todos arriba |
La escalinata asustaba, no obstante, atacamos los primeros peldaños con decisión. Mi mujer con Javi de la mano, mi nuera con la ropa de los niños por si en la cumbre refrescaba, y mi hijo y yo cargados con el mamotreto de la silla donde el pequeño Sergio, bien acomodado en ella, parecía sonreír con sorna. Conforme íbamos ganando altura, la silleta incrementaba su peso. A pesar de los descansos, mis piernas flaqueaban de tal forma que me parecía imposible llegar arriba. No sin esfuerzo, pero lo logramos.
Junto a la ermita |
Dejamos a las señoras con el pequeño, y los varones encaramos con denuedo las escalerillas interiores de la torre hasta arribar a su terraza para saturarnos con el paisaje primaveral. El sacrificio mereció la pena.
El Tajo se retuerce |
El parque se extiende ante nuestra vista |
A cualquiera de los cuatro puntos cardinales que dirigieras la mirada el panorama era grandioso, espectacular: el caserío de Malpartida de Plasencia refulgiendo en lontananza; la sierra de Gredos con sus faldas veladas por el verdeazul de la lejanía, y sus cumbres nevadas rompiendo el horizonte; las extensas dehesas de encinas, alcornoques y quejigos tiñendo de verde el ocre de la tierra; el plomo de las rocas, salpicadas de enebros, emergiendo del río que, a nuestros pies, serpea beodo entre cañones en busca de represas que lo domestiquen... Sobre nuestras cabezas, un azul celeste gozoso, de luz insultante, solamente quebrado por las estelas paralelas de los aviones.
Otra vista desde arriba |
Bajamos imbuidos de un optimismo a flor de piel. Junto a la torre descubrimos la ermita de la Virgen del Monfragüe, sencilla, de gruesas paredes encaladas que soporta una cubierta de madera a dos aguas.
El interior de la ermita |
Pasé al interior, también enjalbegado, y pude contemplar, tras una reja, la imagen del siglo XII, supuestamente tallada en Tierra Santa. Descendimos cargados de la misma manera que a la subida, pero mucho más descansados.
El río se pierde entre los cerros |
Cuando llegamos al pie de los escalones, Javi quería volver a subir. Nada más de pensarlo me entraron sudores.
Vista desde el aparcamiento |
Dado que con los niños, que tienen sus horarios, había que llegar a casa a una hora adecuada, reempredimos el regreso a Cáceres, con el recuerdo imborrable de un día magnífico disfrutado en este lugar extraordinario
Monfragüe es reserva de la biosfera y fue declarado Parque Nacional en marzo del año 2007.
Acabo de leer una novela que se desarrolla en los paisajes del Alto Tajo, su título "El río del Edén", su autor José María Merino la obra ha sido premio narrativa 2013.
ResponderEliminarSaludos
A ver si haces una reseña para ver si entra dentro de mis gustos. Un saludo
EliminarUna excursión fantástica, con la familia, valor añadido. El Tajo por donde pasa acuña belleza. Un abrazo
ResponderEliminarMuy cierto, Ester. Abrazos
EliminarEn verdad, Felipe, los españoles no necesitan hacer turismo fuera de sus fronteras.¡Una maravilla!
ResponderEliminarTienes mucha razón, Esteban. Esto deberían saberlo muchos de nuestros compatriotas que creen que es mejor lo del vecino. No obstante, es conveniente no mirarnos continuamente el ombligo y conocer otros lugares, otras gentes, otras culturas.
EliminarMenudas crestas !!
ResponderEliminarPrecioso el reportaje, Felipe, que al compartirlo lo disfrutas dos veces. Besetes.
No es el Pirineo, pero también es precioso. Un beso
EliminarNo pierdes ocasión de ir al monte y disfrutar de la naturaleza, Felipe. Afortunadamente, luego nos lo cuentas para aquellos que no podemos hacerlo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Es algo que me gusta hacer, las dos cosas, por supuesto. Abrazos
EliminarA quién no le flaquearían las fuerza con tal escalinata; aunque llegar y verlo todo desde allí es premio que merece el esfuerzo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es que los años no perdonan. Sí que mereción la pena semejante panorama. Abrazos
EliminarBellos paisajes, que sin duda alguna deben de enmudecer al visitante.
ResponderEliminar"El saber ocupa lugar,diga lo que quiera la sabiduría popular"
Abrazos
Ocupa lugar y tiempo. En este caso, también se necesita hacer algún esfuerzo. Un abrazo
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