Llegamos a la ermita de San Zoilo, después de nuestra salida de Aibar y atravesar Cáseda, cuando los rayos del sol, que por fin había ganado la batalla al gris, tomaban una posición oblicua, prometedora de un ocaso cárdeno.
Al bajar del autobús, se avivó el recuerdo de este templo, situado en una hondonada verde de la carretera entre San Isidro del Pinar y Cáseda; evocación todavía presente en mi memoria tanto de mi primera Javierada, como de los sucesivos viajes que realicé con mi familia a Sangüesa y Javier.
Previo a la ermita se halla un espacio de esparcimiento muy bien cuidado habilitado como merendero, con sitios adecuados para hacer barbacoas, con mesas y bancos
San Zoilo se encuentra en un lugar equidistante entre los monasterios de Leyre y de La Oliva, en la ruta que recorrían roncaleses y salacencos para llevar el ganado a los pastos bardeneros, entre curvas y montes de matorrales. Era el camino de Tudela o de las Cinco Villas a Sangüesa.
La ermita en la hondonada |
Lo primero que cautivó mi atención al contemplarla desde la pequeña altura de la carretera donde el autocar había estacionado, fue la original cubierta de lajas, cuya ondulación constituye un exponente único en la arquitectura religiosa de Navarra de estas proporciones.
El detalle de la cubierta de lajas ondulda |
También el arco de medio punto sobre el que se asienta la parte trasera de la iglesia, salvando un pequeño arroyo. Se trata de una sencilla construcción gótica de la primera mitad de siglo XIV que cuenta también con elementos románicos al ser edificada en una época de transición.
Por debajo pasa un pequeño arroyo |
Los muros son de sillería con contrafuertes laterales y a los pies, que es lo primero que se presenta ante nosotros, una espadaña y un rosetón. Dimos la vuelta bordeando el ábside y, atravesando un arco ojival, accedimos a un pintoresco patio medieval, teniendo a la derecha la basílica y a la izquierda unas antiguas edificaciones en ruinas de lo que pudo ser posada o convento.
El acceso al patio medieval |
Al fondo del patio se encuentra la puerta de entrada bajo una moldura triangular, en cuyo vértice hay un gallo con las armas de los Evreux, dinastía reinante en aquel tiempo en Navarra.
La puerta de entrada |
La impresionante portada es abocinada, de medio punto, con ocho arquivoltas cuyos capiteles, así como el tímpano, presentan una sorprendente y variada iconografía, de la que llamaron poderosamente mi atención un guerrero portando un escudo de Navarra en lucha con un león, unas mujeres lavándose el pelo y un escatológico cagón.
Guerrero con escudo de Navarra y un león |
Lavándose el pelo |
El "cagón" |
Una vez que Cristina, nuestra guía, deshiciera el nudo gordiano del rudimentario sistema de cierre de la puerta, pasamos al interior. Dos focos, uno a cada lado, despejaron la oscuridad e hicieron que una sensación de frío abandono nos envolviera. Consta de una sola nave con la cabecera, pentagonal, más estrecha, en la que se ubican dos ventanas ojivales y una hornacina a cada lado. Delante del presbiterio otra hornacina más grande en el lado derecho, según se mira al altar.
La nave interior y el ábside |
Fui recorriendo con la mirada los detalles que se nos ofrecían a la vista: las paredes de piedra desnudas, con algunos barcos dibujados con carboncillo o grafitos; la bóveda sencilla de nervios cuatripartitos separados por arcos fajones; los cuatro pequeños ventanales, dos en la cabecera, otro situado en el lado de la epístola, junto a la portada, y el otro constituido por el rosetón situado encima del coro, a los pies del templo, todos ellos cubiertos de vidrieras de factura reciente, decoradas con motivos inspirados en los dibujos marinos de las paredes, dejando penetrar la luz del atardecer.
El coro, encima el rosetón |
Subí al coro situado a los pies y desde allí observé la panorámica de la iglesia. El muro del lado del evangelio no presenta ninguna apertura y no hay más huecos que los ya reseñados. Carece de retablos, los últimos fueron robados a principios de la década de 1980 y, entre las dos ventanas ojivales del ábside, se nos muestran unas deterioradas pinturas floreadas del santo realizadas en el siglo XVII. La ermita ha sido objeto de varios expolios a lo largo del último siglo.
Aspecto de las pinturas del ábside |
Salimos al exterior un tanto deprimidos no ya por el estado actual de descuido, que todavía no es irreversible, sino por el deterioro al que se vaticina va a verse abocada en caso de no poner remedio, más bien pronto que tarde, y a pesar de los esfuerzos de algunas asociaciones implicadas que tratan de evitarlo.
Abside pentagonal |
Como la situación es la que es, me temo que la solución llegará demasiado tarde, como en otros muchos casos. En pocos años vamos a dejar que se nos desmorone el ingente patrimonio acumulado durante siglos.