8 de marzo. Tercer tramo: 34 kilómetros.
No he dormido apenas, quizá por el cansancio. Llegamos a Murillo sobre las ocho y media. Los coches lucen un bonito manto de escarcha pero la mañana se vislumbra esplendorosa. Me uno al copioso desayuno de mis compañeros que han pasado aquí la noche. Solamente como un huevo frito, una salchicha y una infusión de manzanilla, no tengo ganas de más.
Salida de Murillo el fruto |
A las nueve y media nos ponemos en marcha. Me adelanto para tomar la fotografía del grupo con el pueblo al fondo y, cuando llegan a mi altura, me uno a ellos. Caminamos por la carretera de Ujué durante cinco kilómetros y, en una curva ascendente, abandonamos la carretera y nos introducimos en el camino paralelo al río Aragón que nos llevará, aguas arriba, hasta el nuevo Gallipienzo.
Por la carretera de Ujué |
Abandonamos la carretera |
El paisaje es precioso, pero la andadura es un rompe piernas de continuas subidas y bajadas con la cinta verdosa del río siempre a nuestra derecha. Somos numerosos los que peregrinamos a pie, puesto que varios grupos elegimos este camino, y también en bicicleta. En uno de los puntos de apoyo me tomo un yogur además de un trago de agua.
El río Aragón |
Un compañero sufre un pequeño percance y nuestra médico particular, a su lado, le va curando sobre la marcha.
La cura sobre la marcha |
Es cerca de la una del mediodía cuando, después de ascender una prolongada pendiente y un leve declive, avistamos "la liviana", una cuesta no muy larga pero con un considerable desnivel, en cuya cima nos espera nuestra intendencia.
La "liviana" |
Llego muy cansado y no quiero comer nada, tan solo bebo dos refrescantes vasos de agua con limón. Con el calor se me ha escocido el interior de los muslos por el roce del pantalón.
Un pequeño susto |
El mismo compañero que anteriormente se había accidentado, al vadear un pequeño arroyo, resbala en las piedras echa ambos pies al agua sin llegar a caerse; un pequeño susto sin más consecuencias que los pies mojados.
La atalaya de Gallipienzo Antiguo |
Continuamos por la pista ahora descendente, sin embargo todavía quedan unos cuantos toboganes, aunque mucho más suaves. La hermosa atalaya de Gallipienzo Antiguo vigila nuestro caminar cansino. Una compañera se queda para hacerme compañía y juntos pasamos bajo el viejo puente románico.
El puente románico |
Nos queda ya muy poco pero estoy verdaderamente cansado. Cuando entramos en la plaza del pueblo donde va a tener lugar el yantar, me encuentro agotado. Un compañero que ha llegado antes me observa y me cede su asiento en uno de los bancos. Cualquier sitio es bueno para descansar hasta la hora de pasar al comedor. La enfermería ya está instalada y Pacita con la ayuda de Marta restaura los pies que no están en condiciones.
La enfermería a tope |
Nuestra sanitaria me provee de un omeprazol y un nolotil aconsejándome los tome con los alimentos. Como mucho mejor de lo que pensaba y poco a poco me voy reponiendo.
Nuestras sombras apuntan hacia Sangüesa |
Reiniciamos la marcha ahora ya por caminos casi llanos hasta Sangüesa, para la que aún quedan dos horas y media. En una parcela con unos viejos almendros de los que asoman unas tímidas flores, hacemos un nuevo reagrupamiento con el rezo de un avemaría y el canto de una jota.
La torre de Santa María de Sangüesa a la vista |
No me puedo creer que haya conseguido recuperarme de esta, voy muy bien, mucho mejor que por la mañana a pesar de los kilómetros recorridos. No sé si será el haberme nutrido en condiciones, los medicamentos o ambas cosas, pero estoy francamente bien. Con la puesta del sol nos reagrupamos por última vez en el puente de hierro de Sangüesa y nos hacemos la foto de rigor.
La foto de la satisfacción |
La satisfacción nos desborda de tal manera que incluso la rampa postrera hasta el hotel se nos hace muy llevadera. Reparto de habitaciones, ducha, aperitivo y cena son los trámites que vamos cumpliendo hasta caer rendidos en la cama. La médico me ha procurado un par de pastillicas para descansar como un bebé. A ver si es verdad.
Duro trayecto y si no se come bien las fuerzas flaquean. Dios te premiará el esfuerzo. Ya queda menos muchos ánimos y anbrazos
ResponderEliminarEl no comer pero, sobre todo, el mal dormir de la noche anterior me trajo malas consecuencias. Cuando me repuse, todo fue sobre ruedas, bueno, sobre pies. Un abrazo
EliminarAmigo Felipe ¡¡CON DOS COJONES!!, es la expresión que mejor define tu marcha y la de tus compañeros.
ResponderEliminarSaludos
Y las mujeres con los ovarios bien puestos. Mi admiración para nuestra compañera, médico de profesión, que además de caminar como nosotros, durante la marcha y en las llegadas, lo primero que hacía era atender a los demás olvidándose de ella misma. Son más fuertes que nosotros. Un abrazo
EliminarSegún iba leyendo la primera parte del recorrido, me iba emocionando, ¡que malo es estar cansado y no tener ganas de comer y casi ni de beber, se entra en un círculo vicioso del que es difícil salir!
ResponderEliminarMi admiración hacia Pacita y también por supuesto para ti, ya que, tu lo sabes, ir haciendo fotos no es lo mismo, que llevar un ritmo equilibrado de marcha.
Un saludo.
P.D. He leído tu anterior artículo, pero o no lo había comentado o no le había dado al botoncico de Publicar.
Eso me dicen mis compañeros, que yo hago una doble Javierada porque tan pronto me adelanto como me retraso, más bien esto último. En ocasiones hasta corro para alcanzarles. El comentario se agradece, pero no es obligatorio. Un abrazo.
EliminarComo esas sombras agigantadas que se giran sobre Sangüesa, así de extraordinario veo esa Javierada y tan distante de mis posibilidades. Como siempre, una delicia estos momentos contigo, ese texto y esas imágenes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los años no perdonan, pero la satisfacción que produce el conseguirlo hace que se olviden pronto algunos momentos difíciles. Gracias, Paco, por seguirme aunque sea a distancia. Un fuerte abrazo.
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