En esta segunda entrega de su trilogía del Baztán, Dolores Redondo, con singular maestría, va atrapando a los lectores en la madeja que constituye la investigación, por parte de la inspectora de la policía foral Amaia Salazar, en la que
"tres crímenes aparentemente inconexos llevados a cabo por tres torpes criminales en lugares distintos, y en todos se produjo una amputación idéntica, en todos el miembro amputado desapareció de la escena, los tres asesinos se suicidaron en prisión o bajo custodia y los tres dejaron un mensaje, un mensaje escrito en las paredes"excepto en uno de los casos en que le fue entregado personalmente. Este mensaje solamente contenía una palabra: TARTTALO.
Y aquí hace su aparición otro nuevo personaje de la mitología vasco navarra. Tarttalo es el nombre de un maléfico personaje, de un hombre monstruoso de enorme estatura y un sólo ojo que hacía correrías por los valles y montes robando corderos y hombres, a los que devoraba una vez asados; y que nos recuerda un tanto la historia de Ulises y Polifemo en la isla de los cíclopes, según cuenta Homero en el canto IX de la Odisea.
La novela bucea en el mar proceloso de los miedos ancestrales y la maldad inherente al ser humano, con el telón de fondo de los agotes del barrio de Bozate de Arizcun, en cuya iglesia se producen profanaciones, y de los itxsuria donde, según tradición del Baztán, se enterraban los cadáveres de los niños no bautizados.
Pero emergiendo por encima de los casos independientes de cada una de estas novelas, tan importantes como éstos, está la trama personal de la protagonista de la trilogía, en una investigación paralela en la que la autora sumerge ineludiblemente al lector. Del roce de sus páginas se desprenden las angustias del pánico, el miedo al dolor, al aislamiento, a la muerte, a perder la lucidez... Flota en el aire la terrible sentencia que la voz de los recuerdos le trae a Amaia:
"Duerme, pequeña Zorra, la ama no te comerá hoy." "Pero lo hará -decía otra voz sin dueño-, pero lo hará"
En Legado en los huesos, la escritora donostiarra, muestra una prosa cuidada, con detalles muy estructurados y ambientación primorosa y perturbadora, llena de magnetismo, con unos diálogos ágiles y rotundos muy directos que fascinan al lector y lo atrapan inexorablemente. Personalmente debo decir que esta segunda parte me ha parecido más interesante, si cabe, que la primera.
Dolores Redondo firmando mi ejemplar |
Dolores Redondo, natural de San Sebastián y afincada en la villa navarra de Cintruénigo, próxima a Tudela, ha sido testigo del éxito clamoroso de El guardián invisible, traducida a más de quince idiomas. Además de la aceptación literaria, se ha convertido también en un fenómeno turístico para el valle del Baztán y para Elizondo en particular. Se ofertan visitas guiadas a los lugares donde se desarrollan los hechos con gran aceptación de los lectores que se acercan preguntando por esos lugares. Incluso en la recién construida comisaría de la policía foral en Elizondo, según palabras de la propia escritora, se ha habilitado un despacho con un rótulo informando de que, desde ese lugar, dirigía sus investigaciones la inspectora Amaia Salazar.
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