La mañana prometía. Manolo con su clarín dio el pistoletazo de salida desde la puerta del casino. Cruzamos el viejo puente de piedra sobre las aguas embravecidas y tomamos el camino de la izquierda, junto al arruinado humilladero. Marchamos aguas arriba, por la margen izquierda del Ebro, la misma ruta que tomaremos el próximo día seis. Rebasamos los términos de Carramurillo y Las Norias, hasta llegar al Ventorrillo, cruzamos la carretera de Pamplona y nos internamos por una pedregosa calzada hacia las Bardenas, por Valdetellas, volviendo en la misma dirección que las aguas del río.
Por Valdetellas |
El sol había inundado de colores el paisaje. En primer plano la Bardena domesticada por los cultivos de brócoli y frutales de brazos desnudos. En un segundo término, a la vista, la ciudad con el Moncayo asomado a la ventana mostrando su testa coronada de armiño. Traspasamos la carretera de Ejea continuando por la pista de tierra que conduce al Hotel Aire de Bardenas y después tomamos la Cañada Real en dirección a Tudela.
Así lucía Tudela |
Como este año no había charca con agua donde hacer a mis compañeros una foto aprovechando el espejo líquido, la sustituimos por otras con el Moncayo y la ciudad de fondo, que también tienen su aquel.
Por la cañada Real |
Abandonamos la cañada para tomar el camino que nos iba a llevar al barranco de Tudela, a los pies del cerro de San Gregorio, allá donde los pinos pintan de verde el desierto bardenero.
Hacia la ciudad por la Cañada Real |
Nos dirigimos hacia el dique y por el término de la Barca Vieja, con el punto de mira en los puentes sobre el Ebro, llegar de nuevo hasta el de piedra, cerrando así el círculo de nuestro paseo, tras una caminata de dos horas y media.
Ebro y Moncayo desde la Barca Vieja |
A doscientos metros de allí, en el huerto de los Castillos en la carretera de Pamplona, nos esperaban con las mesas puestas. La intendencia había hecho un buen trabajo. Los embutidos, los quesos y los famosos boquerones de Manolo, abrieron el camino a los asados a la brasa de panceta, chistorra y salchicha tamaritana. El manoseo de las botas de vino fue in crescendo, en un continuo trasiego de las mismas.
Tudela desde Traslapuente |
No faltó de postre el tradicional queso con confitura de membrillo, amén de un dulce típico de Tudela: costradas. Después los cafés y los licores; barra libre y sin control de alcoholemia. A continuación entramos en tiempo de los cánticos regionales: jotas, habaneras, corridos, pasacalles etc. y algún que otro baile. Como es habitual, Mari Paz y Enrique, los anfitriones, se marcaron un simpático "agarrao".
Las típicas costradas |
Esta es prácticamente la despedida de nuestros entrenamientos puesto que el próximo domingo es carnaval y habrá algunas ausencias al breve paseo matinal; los auroros tienen que cumplir sus obligaciones. Antes, el viernes, durante la cena de hermandad en la peña La Teba, pasaremos por taquilla para soltar la mosca y aportar la tela necesaria para el buen funcionamiento de nuestra javierada.
Y el jueves, día seis, ¡en marcha!