Siete grados centígrados marcaba el termómetro de la farmacia de la esquina. Un cielo gris, plomizo, se cernía sobre la ciudad y un viento gélido hacía jirones el smog. Apartó de un manotazo los cartones que le servían de cobijo, derramando el oscuro líquido bermejo del tetrabrik, fiel compañero nocturno. Encaminó sus pasos vacilantes hacia el extrarradio, abrumado por el peso de negros pensamientos. No recordaba ya el tiempo transcurrido desde aquellos fatídicos días en los que lo había perdido todo: el trabajo, la casa, la mujer, los hijos, la dignidad… incluso la esperanza se le había quedado extraviada entre los pliegues de su memoria. Los monstruos de la desesperación habían desovado en el nido incongruente de su raciocinio. Al llegar al viejo puente de piedra, se sentó en el pretil, pasando con dificultad las piernas sobre él. Miró hacia el abismo encrespado. Las turbulentas aguas le fascinaron con seductores guiños concéntricos. Cerró los ojos...
Felipe Tajafuerte
2013
Pobre hombre, cuantas noches de frió habría pasado bajo los cartones hasta llegar a tomar la dura decisión.
ResponderEliminarMuy bueno Felipe.
Abrazo.
Ese es el final más verosímil, pero no el único. Abrazos
EliminarQué historia tan dura,Felipe,y desgraciadamente tan verosímil... Por cierto:qué es un "smog"?
ResponderEliminarAbrazo!
El smog es esa niebla impregnada de polución creada por las calefacciones y los escapes de los automóviles que invade a ciudades como Madrid o Londres. He utilizado esa palabra precisamente para contrastar el frío del que duerme al raso y el calor de las calefacciones domésticas. Un abrazo
EliminarMuchas historias tristes, la que nos has narrado es muy dura. Cuando el frío y la niebla lo enturbian todo es aún mas difícil pasar pos su lado y dudar si invitarle a cenar en casa con la familia. Un abrazo
ResponderEliminarEse precisamente es uno de los finales posibles del relato, que como ves está abierto. Abrazos
EliminarSi, una historia dura y tan real que a uno se le encoge el corazón imaginandose al pobre hombre sentado en el pretil mirando hacia las aguas.
ResponderEliminarUna historia muy bien contada y magnificamente estructurada en forma de micro al que no le sobra ni le falta una palabra. ¡Enhorabuena! Felipe, es un micro formidable.
Un fuerte y calido abrazo
Tú lo has dicho: mirando hacia las aguas. Dejo la puerta abierta a la imaginación del lector. Tus comentarios tan favorables a mis relatos, me halagan, muchas gracias, Nerim. Un fuerte abrazo
Eliminar¿Sabes una cosa Felipe? Cuando veo a estas personas durmiendo en la calle tapadas con cartones lo primero que pienso es ¡Y su familia donde esta! y sobre todo me acuerdo de su madre. Me da mucha làstima, y no puedo hacer nada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo me pregunto si esa persona se ha visto abocada a esa situación por las circunstancias o más bien ha sido una elección personal, que también las hay. En ambos casos tienen mi respecto. Abrazos
EliminarEn esos momentos de desesperación no sabemos lo que podemos hacer, pero seguramente es eso lo que se puede sentir !!
ResponderEliminarNunca sabemos de lo que podemos ser capaces hasta que no se presenta la ocasión. Un abrazo
Eliminar¿Con cuantas personas como esa nos cruzamos en las grandes ciudades a diario?, muchas, son tantas que ya ni prestamos atención.
ResponderEliminarMe ha gustado la narración y los diversos finales que se le pueden aplicar.
Un abrazo.
Y a mi me gusta pensar que habrá una circunstancia que evite el desenlace más esperado y verosímil, de ahí la puerta abierta. Un fuerte abrazo, Emilio
EliminarQué triste realidad!!!!! y lo peor es que nadie estamos exentos a nada. Ójala todo se arregle y nunca más sea motivo de inspiración. Muchos besos amigo.
ResponderEliminarEs cierto, pero unos llevan muchos más números para ese sorteo y por tanto más posibilidades para que les toque. Besos en abundancia.
EliminarHas hecho, Felipe, una bellísima prosa poética con imágenes muy certeras y cargadas de significado: "incluso la esperanza se le había quedado extraviada entre los pliegues de su memoria". Cuando una persona pierde la esperanza ya ha recibido el jaque mate. Felicidades por tus palabras y por tus sentimientos hacia los últimos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Así es, aunque la esperanza es lo último que se pierde, cuando ésta desaparece pocas soluciones se presentan. Gracias por tu comentario tan positivo. Abrazos
EliminarFelipe que se puede añadir a lo que ya te han dicho Nerim y Paco?
ResponderEliminarSolo decirte que se echaban de menos estas entradas tuyas.
Un micro escrito en una bella prosa poética con un final que esepremos no sea el peor.
Un abrazo
Ya sabes, Chelo, que yo me encuentro más cómodo en los reportajes. De vez en cuando, más bien de cuando en vez, se me ocurre una idea y surge alguna cosa de estas. Procuraré estar más a tiro de las musas. Un cálido abrazo
EliminarUn relato de ficción, que bien podría ser, desgraciadamente, la crónica de un suceso. Un saludo.
ResponderEliminarO de una buena obra, o de un acto de heroísmo... Hay desenlaces variados para este relato, pero desgraciadamente, como dices, podría tratarse de un suceso aciago. Saludos
EliminarEs una prosa poética maravillosa donde puedes percibir los sonidos y aromas que acompañan al hombre que duerme entre cartones... y se puede sentir el agua del río que esperan su conquista.
ResponderEliminarUn microrrelato perfecto, maravilloso, duro, lleno de realismo, que puede haber sido una noticia... o quizá serla.
Un abrazo y feliz fin de semana.
Me satisface que mi relato haya calado de esta manera. Gracias Ángeles.
EliminarBreve e impactante. Con incógnita de final.
ResponderEliminar(No somos Londres ni Madrid, pero acá en Santiago de Chile (casi 6 millones de habitantes), también nos suele atormentar el smog)
Gracias, Esteban. Esos males se contagia muy pronto, el clásico smog es el londinense pero, como aquí decimos, en todas partes cuecen habas. Un abrazo.
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