sábado, 30 de noviembre de 2013

Presentaciones (2x1)

El pasado miércoles, venciendo la pereza ocasionada por la crudeza de la noche, cuatro grados en Tudela, con el cierzo colándose por la rendija del Ebro, me acerqué hasta la S.D.R. Arenas, donde Carlos Aurensanz iba a hacer la presentación de Banu Qasi, La hora del Califa, tercera y última entrega de la trilogía dedicada a esta familia.

Conseguí llegar felizmente a la sala de actos múltiples de la sociedad tudelana, sorteando el pequeño laberinto que me supuso hacerlo. El autor estaba ya firmando ejemplares antes de comenzar el acto.  Me acerqué para saludarle y, ante su indicación, dejé la firma del mío para después de la presentación.

Comenzó ésta con unas breves palabras de la representante de la S.D.R. Arenas, organizadora del evento. A continuación, Carlos Aurensanz, sin tomar asiento, de una manera informal, nos fue desgranando sus informaciones con ayuda de fotografías proyectadas sobre una pantalla. Hizo algunas referencias a sus anteriores novelas para enlazar con el argumento de la que era, en este momento, objeto de nuestra atención. Desveló que el personaje sobre el que gira esta tercera parte, donde los Banu Qasi, perdida su ejemonía en las tierras del Ebro, se trasladan a Córdoba,  es el emir Abd al Rahman III, que convierte esa ciudad en la más importante de occidente en esa época.

La trilogía de Banu Qasi al completo
Una por una fue revelando una serie de cuestiones planteadas en la pantalla: ¿Qué relación de parentesco unía al califa de Córdoba y a la reina Toda de Pamplona? ¿Cómo pudo un hombre rubio, con tres cuartas partes de sangre vascona, llegar a gobernar Al Ándalus? ¿Por qué el emir Abd al Rahman III sucedió a su abuelo en el trono? ¿Por qué era Lucena la única ciudad que abastecía de eunucos a los harenes de Al Ándalus? ¿Cual era la causa de que muchos de los emires y califas de Córdoba fueran sietemesinos? A estas preguntas fue dando cumplidas respuestas, acordes con lo relatado en la obra.

Carlos Aurensanz firmando ejemplares
Se refirió al testamento de Abd al Rahman III, con el que finaliza esta novela, destacando que en él se dice que en los más de cincuenta años victoriosos, siendo poseedor de todos los honores y riquezas, tan sólo sumaban catorce los días que tuvo colmados de felicidad.

Más tarde dio cuenta del proceso para la confección de la tapa llevada a cabo por el diseñador gráfico de origen uruguayo, afincado en Barcelona, Alejandro Colucci. Fue interesante conocer el desarrollo, desde la idea inicial del autor y el primer boceto de Colucci, hasta la consecución de una excelente portada.

Inesperadamente, Carlos Aurensanz tuvo el detalle de recomendarnos la novela, recientemente publicada, El sanatorio de la Provenza, cuya autora, la alcañizana Rosa Blasco, médico de familia en Tudela, se encontraba presente en la sala. Según él, se trata de un excelente thriller, protagonizado por el facultavivo tudelano Galo Aldave, que nos gustará. Un gesto que le honra.

A continuación, con la amabilidad que le caracteriza, procedió a la firma de ejemplares. Cuando llegó mi turno, y vio que le hacía un par de fotos, me dijo:

- ¿Son para tu blog?
- Sí, por supuesto. Cuando termine de leerlo haré algo sobre él.

Nos dimos la mano y me marché con viento fresco. Nunca mejor dicho, porque la noche estaba de perros.



miércoles, 27 de noviembre de 2013

El tesón de un pueblo

Mientras recorremos los poco más de veinte kilómetros que separan Tudela de Cortes, lugar donde vamos a tener la aproximación inicial a los actos previstos para el día de hoy, el Moncayo nos muestra su falda nevada emergiendo de las plúmbeas nubes que lo envuelven. Nuestra primera visita programada es la del Castillo de Cortes.

Esta fortaleza, con una superficie construida de más de 4.500 metros cuadrados, se alza en el centro urbano de la localidad. Sus orígenes son muy antiguos y se pueden remontar a la época de la dominación musulmana, antes de la reconquista por Alfonso I el Batallador en 1119. Fue uno de los principales baluartes medievales del reino de Navarra debido a su situación fronteriza con Aragón. Perteneció durante más de doscientos años a los reyes navarros, quienes aprobaron reformas sucesivas que fueron transformado su carácter militar por uno más señorial, y cuyos salones fueron escenario de bodas reales y otros actos institucionales.

En el siglo XIX tuvo lugar una ampliación y restauración de estilo neogótico, continuando su ocupación hasta finales del siglo XX en que falleció su último propietario. En 1997 el Ayuntamiento de Cortes, no queriendo dejar en el olvido los siglos de historia, de la que sus muros son testigos silenciosos,  lo adquirió e intentó darle, sin éxito, alguna utilidad práctica. Se propuso para ser la sede de la Comunidad de Bardenas Reales, para parador nacional y para hotel, cosechando fracaso tras fracaso. Ante su inminente ruina, el consistorio efectuó inversiones para la conservación de las cubiertas y las murallas. Al no poder hacerse cago de su mantenimiento, sacó a concurso su gestión, y éste quedó desierto.

El torreón
El año 2007 un grupo de vecinos, los Amigos del Castillo de Cortes, ante el deterioro del edificio, se aunaron para reformar, con sus propias manos, una de sus alas. Rehabilitaron de forma totalmente altruista varias dependencias. El año 2012 vieron recompensados su tesón y sus esfuerzos al serles concedida una subvención con la que el Ayuntamiento acometió las obras para completar la  restauración de dicha ala con el fin de abrirla a las visitas del público. Esta apertura ha tenido lugar el pasado mes de septiembre, tras los arreglos en el patio de armas. El grupo de voluntarios ha colaborado muy eficazmente en estas restauraciones parciales, que tienen previsto continuar, y oferta y realiza las visitas guiadas al castillo. 

Cuando llegamos al pueblo, el día amenaza lluvia, está muy desapacible y no se ve un alma por la calle. Nuestras guías se presentan muy pronto y nos dividen en dos grupos para poder transitar con holgura por las dependencias interiores. Previa al comienzo de la visita, nos facilitan toda la información que acabo de relatar en el párrafo precedente. Trasmiten el entusiasmo y orgullo que les aporta las acciones que ha realizado y vienen realizando para dar a conocer este inmueble, emblema de su pueblo.

La puerta de carruajes
Penetramos al interior por la puerta de carruajes, flanqueada por dos torreones, y accedemos al patio de armas. De sus muros totalmente enjalbegados, muy limpios, destacan unas repujadas rejas. Enfrente, uno de los tres torreones de que constaba el antiguo castillo, al que no podemos acceder. A la izquierda unas escaleras por las que se asciende al piso superior. A la derecha, dependencias de servicios por las que pasamos a una bodega, con bóveda de cañon, en la que hay una serie de tinajas.

El patio de armas

La bodega

Volvemos al patio y subimos las escaleras que nos llevan directamente a la parte noble, al pasillo principal.  Grandes ventanales dejan penetrar la luz exterior del patio, a la derecha, cuatro puertas con jambas y dinteles con motivos platerescos. Las dos primeras corresponden a un comedor muy sobrio en uno de cuyos laterales se encuentra una pequeña capilla a la que no le falta ni una diminuta sacristía.

El pasillo principal
Tornamos al pasillo y por otra de las puertas entramos en el salón principal, en forma de ele, situado en un nivel un poco inferior gracias a unos escalones de madera. Está impecable. Todo el mobiliario es original, limpiado y reparado por los voluntarios. La alfombra es comprada y la lámpara está también confeccionada por un vecino del pueblo. Me llama la atención un piano muy peculiar.

La entrada al comedor
Traspasamos la puerta que nos lleva al salón de te, una sala espaciosa, pintada de blanco, con unos preciosos muebles también originales. Sobre una de las mesas, un gramófono muestra orgulloso su prominente bocina de color verde. Cuadros y espejos adornan las paredes, en una de las cuales, una chimenea abre sus negras fauces.

El salón de te
Por una puerta ojival entramos en el pasillo de las habitaciones que también servía de salón de baile. A la derecha una chimenea, a ambos lados del salón, unas sillas muy curiosas y los cuadros familiares.Al frente, el paso al vestidor y a la habitación de la condesa en la que, junto a la cama, nos han dejado a la vista un vetusto orinal.

Salón de baile

Habitación de la Condesa
Al otro extremo de la chimenea, subiendo unos escalones, una puerta nos devuelve al pasillo principal. Echamos un vistazo a un aposento que llaman del torero, cuya restauración van a acometer en breve, y salimos al exterior, a una terraza que podría ser el paso de ronda por las murallas, para dar la vuelta, bordeando el torreón, hasta llegar a una nueva entrada en lado opuesto.

Nos introducimos de nuevo, bajamos unas escaleras y vemos una estancia con un gran tapiz en el que se describe la batalla de Aibar donde Carlos, el Príncipe de Viana, se rinde a su padre Juan II de Aragón, usurpador del trono de Navarra. Seguidamente, en otra bodega examinamos una bonita maqueta del castillo realizada por un aficionado tudelano.

Como todo castillo que se precie, también tiene su leyenda. Es aquí donde escuchamos las vicisitudes de la niña Victoria, cuyos padres le cortaron los pies para evitar lo que hoy día llamaríamos su hiperactividad. Cuentan que su espíritu vaga errabundo por los salones del palacio. 

Puerta de salida al parque
Salimos al exterior por la puerta que da a la antigua huerta, hoy parque municipal. Una fina lluvia nos obliga a utilizar los paraguas. El recorrido lo hacemos cada uno a nuestro aire deteniéndonos en aquello que más llama nuestra atención. El arbolado está constituido por especies muy variadas y bien dispuestas.

Un cisne muy coqueto
En el estanque, los patos lavan su colorido plumaje, y los cisnes, muy coquetos, posan para que les hagamos las fotos. En uno de los lados de este extenso jardín, se encuentra una plaza provista de un escenario al aire libre donde tienen lugar los diversos eventos programados a lo largo del año.

El escenario de la plaza del parque
Caminando hacia la salida observo dos curiosas bombas de agua, una de 1850 y la otra de 1900. Veo también un arado romano y otro de reja o braván, y algún apero de labranza más, distribuidos por el sendero.

Bomba de agua de 1900

Bomba de agua de 1850
El tiempo restante hasta la hora de la comida, la dedicamos a realizar una breve visita a la iglesia parroquial de San Juan Bautista, en cuyo exterior se erige una torre de ladrillo, con el primer cuerpo cúbico adornado con rombos de estilo mudéjar, y dos cuerpos superiores octogonales rematados por un chapitel con forma de bulbo. En el interior, un retablo mayor renacentista del siglo XVII,  en una capilla lateral un Cristo barroco de Juan de Biniés y, destacando sobre todo esto, en un retablo barroco, situado en el lado del evangelio,una bella imagen flamenca, policromada, del siglo XV, sobre una columna a modo de la Virgen del Pilar. Según cuenta la tradición fue donada por la reina Blanca I de Navarra y Evreux. A los piés del templo, un crucifijo del siglo XV, de gran valor, que los peregrinos portan inconscientes durante la javierada.

La iglesia desde la terraza del castillo
Terminada esta visita, nos encaminamos a un restaurante de la localidad para dar buena cuenta de una sencilla comida. A continuación, nos dirigimos a un cercano pueblo aragonés para cumplir con la última cita prevista, y conocer la Casa Palacio de los Condes de Bureta. Pero eso, probablemente, será objeto de una entrada posterior.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

De nuevo Cáceres

Cada vez que me acerco a Cáceres, procuro darme un paseo por sus arterias más significativas y en particular por su casco monumental, cuyas calles, plazas y rincones tienen un encanto especial que cautiva a todos los visitantes, tanto a los ocasionales como a los habituales. Yo me voy convirtiendo paulatinamente en uno de estos últimos.

A los pocos días de llegar, estuvimos tomando un aperitivo con Liova, nuestra amiga bloguera "extremaña", en una cervecería , situada en la Avenida de España, en la que solemos juntarnos en estas ocasiones. Casi todos los cacereños llaman a este lugar Cánovas por el bonito paseo que lleva ese nombre, situado como mediana de la citada avenida, centro neurálgico y nexo de unión entre la zona moderna y la monumental. 

Días más tarde, aprovechando que mi mujer había ido a la peluquería, me dispuse a disfrutar de un paseo pateando el centro de la ciudad. Aparqué el coche en una placeta cercana a la Audiencia Provincial, y por la calle Sande entré en la Plaza de Santiago.

Iglesia de Santiago
La gran mole de la iglesia del mismo nombre me volvió a impresionar como en otras ocasiones. Es de estilo renacentista con detalles románicos y góticos. Está enmarcada en el exterior por contrafuertes cuadrangulares sostenidos por pilastras cilíndricas. La puerta estaba abierta  y me colé al interior. Destaca el retablo central, obra inconclusa de Berruguete y que terminó su taller. Llamaron mi atención los soportes de los dos púlpitos con figuras de un ángel en uno y un demonio en el otro.

Cuesta del Maestre

Plaza del Socorro
Por la Cuesta del Maestre llegué a la plaza del Socorro, donde se ubica el portal de Coria, custodiado por la Torre de Espadero, y de aquí penetré en el recinto monumentalCon la escusa de coger un plano de la zona, entré en el Palacio de Carvajal, no sin antes contemplar su espléndida torre circular, y saqué unas instantáneas del patio interior.

Palacio de Carvajal

Patio interior de Palacio de Carvajal
Deseché visitar la concatedral de Santa María, dejando para otra ocasión el verla detenidamente. Dirigí mis pasos hacia el Arco de la Estrella y entregué unas monedas a un par de músicos callejeros que allí estaban amenizando la mañana.

Música para alegrar la mañana
Adarve de la Estrella
Continué por el adarve de la Estrella y de éste al de Santa Ana. Hice unas fotos a la imagen pétrea de nuestra patrona que se encuentra sobre el Arco del mismo nombre, para incorporarlas a mi colección.

El Arco de Santa Ana a la izquierda

La soleada Plaza Mayor, semi desierta
Descendí a la plaza Mayor y de allí, por la calle Pintores, caminé hasta la Plaza de San Juan, donde una broncínea vendedora de periódicos me mostraba uno de ese mismo metal.

Vendedora de noticias
De allí a Cánovas hay un paso. Al final de este paseo, junto a la estatua de Gabriel y Galán, un músico interpretaba, con guitarra y armónica, canciones de Joaquín Sabina.  Dí satisfacción a mi afición fotográfica y, cuando se preguntaba quién le había robado el mes de abril,  deposité mi donativo en su cestillo.

Monumento a Gabriel y Galán en el Paseo de Cánovas
- El reportaje bien vale un billetito -me dijo con desparpajo al ver que lo que había dejado caer era una moneda de un euro-. Os veo a todos muy secos hoy.
- Si es de cincuenta mejor que de cinco, ¿no? -respondí sonriendo- No me alcanzaría con la pensión si os doy un euro cada día a todos los que pululáis por aquí.

Lo dejé enseñando a un niño su guitarra y retrocedí para recoger mi vehículo. Antes pasé por la Plaza de la Concepción para retratar a un par de figuras inmóviles en posición de bailar la jota extremeña.

La jota extremeña
Muy cerca, unos obreros, provistos de los correspondientes arneses, reparaban el tejado de la iglesia de Santo Domingo.

Mientras yo paseo, otros trabajan
Cerca de la plaza de toros está la avenida de las Lavanderas y, como el día iba de fotografías, entre otras, de estatuas, imágenes, esculturas etc. volví a enfocar la cámara sobre la efigie de estas profesionales del jabón y la tabla, ya desaparecidas.

Homenaje a las lavanderas
Dí por finalizado mi paseo porque mi mujer, con toda seguridad, habría terminado ya su acicalamiento en la peluquería. Cuando llegué a casa con el pan recién comprado, me estaba esperando para que cumpliese con una de mis ocupaciones y pusiese la mesa antes de pasar a recoger de la guardería a nuestros nietos.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Cineastas aficionados


La tarde-noche del viernes pasado asistí, en el cine Moncayo de Tudela, a la presentación de la Filmoteca de Navarra, efectuada por Alberto Cañada y Silvia Casagrande, representantes de ese organismo de nuestra Comunidad Foral.

La finalidad de este acto, según sus propias manifestaciones, es la de estimular a aquellos que posean cualquier tipo de película, bien sean de reportajes o de eventos familiares, rodadas esencialmente en super8, a ceder esas filmaciones al archivo navarro con la finalidad de que no desaparezcan. Han habilitado al Cine Club Muskaria para recoger todas esas cintas en Tudela con el fin de no tener que desplazarse a Pamplona para ello.

Una vez recibidas las películas, y arreglados los desperfectos que sufran, serán digitalizadas para su uso en la filmoteca, y archivadas convenientemente para su idónea conservación. A los titulares se les facilitará un DVD de la copia digitalizada para su uso particular. 

Comienzo de la presentación
Después de la exposición mencionada, se ha pasado a visionar obras cedidas por aficionados de la zona. Entre ellas las de los tudelanos Alfonso Verdoy Blanco y Jesús María Baztán Bordonaba. Con ambos mantengo cierta relación y buena sintonía. Alfonso Verdoy y su esposa son buenos vecinos de mi hijo y muestran una gran complacencia ante mis nietas Leyre y Nerea. Para mí eso es ya una razón poderosísima para acompañarle en este acto, de la misma manera que asistí a la presentación de su libro Frente al espejo.

Con Jesús María Baztán mi relación es algo más estrecha. Él y su esposa Conchita han compartido con nosotros varios viajes, siendo unos muy buenos acompañantes con cuyo trato disfrutamos. Además, ambos tenemos la misma pasión por la fotografía, y ambos compartimos el empeño de buscar, en cualquier lugar en que nos encontremos, las imágenes de nuestra patrona Santa Ana para atraparlas en nuestras cámaras. Conchita me ha facilitado, en varias ocasiones, datos históricos y artísticos que yo he utilizado en mis entradas.

La película de Alfonso Verdoy, rodada en 1986 con actores tudelanos aficionados al teatro, titulada Por encima del odio,  narra una historia muy de actualidad en aquella época: la perpetración, por parte de un comando terrorista, del asesinato del alcalde de la ciudad, además del de un ciudadano que se interpone en su huida.   En este hecho se ve involucrado un cura que, intuyéndolo previamente, y siendo testigo del atentado, elude dar información a la Guardia Civil, imbuido de un celo evangélico que admira al propio obispo. El sacerdote termina asesinando también por el terrorista más sanguinario del grupo, lo que acaba minando la unidad del comando. ¿Una velada crítica a la actitud ambigua de la Iglesia frente a hechos de este calibre? El filme, con guión del propio Verdoy, es entretenido, su argumento creíble, y tiene la virtud adicional de que los actores, que compartían butaca con nosotros, son sobradamente conocidos, y alguno de ellos compañero de una u otra actividad.

Alfonso Verdoy y Jesús María Baztán
La cinta de Jesús María Baztán, rodada en los años setenta, es un reportaje exhaustivo sobre nuestras fiestas durante esos años. Contemplamos, en primer lugar, el lanzamiento del chupinazo iniciador de las fiestas en la Plaza Vieja, desde el balcón del Ayuntamiento, con las inscripciones alusivas a Franco, Mola y Cristo Rey, siendo alcalde Rafael Añón. Constatamos que la actual vestimenta blanca y roja no era la habitual en las fiestas de aquella época. Vemos recién nacidas la gigantada, la ofrenda floral, los dantzaris y una procesión de Santiago todavía más peculiar que la de ahora. Casi podemos oler los "altos hornos" de los almuerzos de la calle San Julián. Comprobamos que el balcón de la Casa del Reloj estuvo adornado en años sucesivos con los colores de Navarra y de España en lugar de los actuales de la ciudad. El reportaje es curioso y simpático, el sonido un tanto defectuoso en algunas partes, pero la música es muy adecuada y fiel a los años en los que se desarrolla. Volvió a conmoverme aquel lejano Libertad sin ira, de Jarcha.

Finaliza la velada
Terminó la exhibición con unos cortos, muy cortos, de la riada y la feria de ganado de Tudela de 1934, procesos de fabricación del azúcar en la Azucarera de Tudela en el año 1935, Cintruénigo en 1945, las fiestas de Castejón de 1972 y por último las fiestas de Tudela del año 1931. No puedo decir los nombres de los autores de estos cortos porque no nos fueron facilitados. Fue una velada verdaderamente entrañable que alimentó nuestra nostalgia.

Quiero dar las más expresivas gracias a Alfonso Verdoy y a Jesús María Baztán por los momentos tan agradables que nos han proporcionado al darnos a conocer estas que pueden ser clasificadas, ¿por qué no?, tal como me comentó uno de los actores en el ambigú, como verdaderas "opera prima".

viernes, 15 de noviembre de 2013

Breve visita al Ambroz

Procedentes de Cáceres, llegamos a Hervás con el tiempo justo para comer. Nos habíamos retrasado un tanto al tener que hacer una parada para atender a los pequeños ya que ellos tienen un horario distinto al nuestro.

Después de comer, iniciamos nuestro recorrido por la población, muy animada en esa agradable tarde del primero de noviembre, día de Todos los Santos.

Comenzamos por la ascensión a la iglesia de Santa María, que lleva el largo nombre de Santa María de la Asunción de Aguas Vivas, situada en un promontorio, el punto más alto de la villa, donde se encontraba el castillo o fortaleza, según atestiguan las murallas que la rodean. Por su interés artístico, llama poderosamente la atención su portada principal, de cantería y traza clasicista con importantes elementos manieristas. No pude pasar al interior por encontrarse cerrada, a pesar de la festividad del día.


Santa María de la Asunción de Aguas Vivas
Desde esa altura se contempla una esplendida visión de trescientos sesenta grados de toda la vega del Ambroz, río que lame la base del promontorio, ubicado en el centro del valle, entreviendo a lo lejos,  la espadaña metálica de la iglesia de San Juan Bautista, antiguo convento de los Trinitarios, que se eleva sobre las cubiertas del caserío.


Vista parcial de valle
El descenso del cerro lo fuimos haciendo con suma precaución ya que llevábamos la silleta del pequeñín y las calles, pavimentadas con los ruejos del río,  son muy pendientes. Caminamos por las estrechas callejuelas del barrio judío, con cuestas escarpadas. Las casas, enjalbegadas, tienen grandes galerías y voladizos, abundan las de adobe y madera de castaño con retoques de granito, y son numerosas las revocadas con tejas.

Vamos calle abajo
En una bifurcación, yo me dirigí por la Calle de Abajo hacia el río hasta llegar al puente. Quise tomar una instantánea del mismo desde una de las orillas del Ambroz, pero la frondosidad de los árboles del cauce me impidió hacerla tal como yo deseaba y me tuve que conformar con otra perspectiva del puente, en la que se adivina el discurrir del agua.

Puente sobre el río Ambroz

Otra vista del puente
Recibí una llamada de mi mujer indicándome su posición y fui a su encuentro. Estaban en la calle Rabilero. Al penetrar en ella, muy concurrida por los visitantes, percibí la belleza de la que está dotada. Un tanto irregular, no es excesivamente estrecha,  y estaba llena del colorido que le daban las numerosas flores situadas a ambos lados.


Calle Rabilero

La misma calle
A mi derecha me topé con un pasadizo muy angosto que me trasladó a otra plazuela, cercana al lugar por donde había entrado. Retrocedí y me incorporé a mi grupo familiar para seguir disfrutando del itinerario, en el que, por doquier, surgían rincones muy sugestivos. Se nos pasó el tiempo sin apenas darnos cuenta y, ante la proximidad del atardecer, decidimos dirigirnos al sitio donde habíamos estacionado nuestro vehículos.

Otros rincones de la villa

Todo limpio y cuidado
Me ha agradado sobre manera, recorrer de nuevo estos lugares que ya habíamos visitado hace algunos años, y volver a descubrir este barrio de la villa que, al igual que Tudela, forma parte de la Red de Juderías, con la particularidad de que en Hervás se encuentra perfectamente conservada, a diferencia de la de nuestra ciudad, de la que apenas quedan algunos vestigios.

Una bonita fuente
Mi hijo quería mostrarle al suyo un verdadero bosque por lo que nos dirigimos al de San Andrés, junto a la ermita del Cristo de la Salud, al pie del puerto de Honduras. La selva de castaños, pinos y hayas lucía un colorido impresionante a pesar de ser ya una hora avanzada de la tarde.

El bosque lucía bellos colores
En tanto mi hijo y mi nieto mayor (no tiene todavía tres años) se internaban un trecho en la espesura, yo me dediqué a  buscar un lugar apropiado para gozar del atardecer. Caminé por la estrecha carretera que serpeaba hacia la elevada cima del puerto que un día lejano atravesé no sin temor. Hice unas cuantas fotos de la puesta de sol con la esperanza de que alguna sea aceptable, y volví hacia donde se encontraba mi familia que ya me estaba esperando impaciente.

Puesta del sol desde el castañar
Iniciamos el regreso hacia Cáceres. Mientras conducía por la autovía Ruta de la Plata, observé a lo lejos, escorado hacia la derecha, cómo el horizonte bermejo se iba tornando paulatinamente cárdeno y una radiante oscuridad se fue acercando hasta envolvernos y deglutirnos en la caverna opaca de su negrura.

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