En nuestro último viaje, durante nuestra corta estancia en Huesca, tras la visita al Museo Provincial, la catedral y la iglesia de San Pedro El viejo, tuvimos un tiempo libre para patear un poco por la ciudad y tomar un aperitivo.
Recalamos en la plaza del Mercado, muy cercana a este último templo, en la que se encuentra el establecimiento Ultramarinos La Confianza, el más antiguo de España en activo. Llamamos en España ultramarinos o coloniales a los comercios donde se expenden todo tipo de alimentos y otros productos para el hogar.
Penetramos en la tienda y, en verdad, merece ser contemplada. Es más bien estrecha y alargada, tiene el sabor de lo antiguo, mas no de lo viejo. Todos los productos expuestos se encuentran colocados con sumo gusto y orden, cada cosa en su sitio. Da la sensación de una gran limpieza, llamando poderosamente la atención el techo pintado, que es una maravilla por su colorido.
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Todo muy ordenadito en "La Confianza" |
Este local abrió sus puertas en 1871 como sedería y mercería, a los pocos años se amplió a la venta de productos traídos de ultramar, los que hoy día llamaríamos delicatessen. Durante tan dilatada andadura, ha tenido varios propietarios hasta adquirirlo los padres de los actuales titulares. Hice algunas fotos pero no compré nada, a pesar de ser productos de gran calidad, en especial el bacalao y el chocolate.
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El techo mereció mi atención |
Por asociación de ideas, me vino a la memoria otra abacería que descubrí en la villa avulense de Piedrahita durante un viaje emprendido a Cáceres. No pude ver su interior por encontrarse cerrada a esa hora. Estábamos dando un paseo después de comer, pues con ese fin nos habíamos detenido en esa población.
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El establecimiento de Piedrahita |
Una cosa lleva a la otra y esto me ha dado pie a poner en práctica un proyecto que venía rumiando desde hace algún tiempo. De mañana he salido a dar un paseo con una idea bullendo en mi cabeza: mostrar un par de establecimientos tudelanos que también poseen ese sabor añejo. Si no me equivoco, tan sólo quedan dos, los demás han ido desapareciendo o transformándose en modernas instalaciones. Ambos se encuentran el la muy céntrica calle tudelana de Concarera.
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La calle Concarera de Tudela |
Atravesada la Plaza Nueva, enfilo la calle y me topo con el primero de estos comercios: Novedades Álava. Entro y veo que tengo suerte, solamente hay una clienta.
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Calle Concarera. "Las Álavas" |
Observo mientras espero. "Las Álavas", como lo conocemos todos en Tudela, es un local muy pequeño, un si es no es abigarrado y un tanto agobiante. Frente a mí, detrás del mostrador con vitrinas, unas estanterías que ocupan toda la pared llenas de cajoncitos en cuyo frente se exhiben todo tipo de botones, de variados colores, tamaños y materiales. Así mismo, se exponen la vista toda clase de hilos, cintas, cremalleras, lanas, puntillas, encajes, pasamanerías etc. Se trata de una mercería muy especializada. La clienta ha concluido, paga el importe de su compra, dos euros con cuarenta, y se marcha.
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Está a la vista lo que aquí se vende |
Le pido autorización para hacer unas fotos a lo que accede sin poner ningún reparo. A mis preguntas, Ana María Arregui Álava, la propietaria, responde con cortesía que lleva abierta, sin ninguna interrupción, desde el año 1945. La regentó su madre Ángela Álava con ayuda de sus hermanas María y Ana Cármen, aunque la titularidad la tenía su abuela.
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Hilos, cintas, etc. |
Son sesenta y ocho años facilitando a sus clientas los mismos productos de costura, lo que dice mucho de la profesionalidad de quienes la regentan. Sé que antaño cogían puntos de media, pero se me olvida preguntarle si hoy día todavía lo hacen. En la actualidad, atienden al público ella y una empleada a la que siempre he visto allí. Entran nuevas clientas y, como mi último deseo es molestar, me despido de ellas, agradeciéndoles su amabilidad, y salgo a la calle para proseguir con mi papel de reportero aficionado.
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Tejidos Castillo hacia finales del XIX o principios del XX |
A escasos treinta metros, en el mismo lado de la calle, haciendo esquina con la Plaza del Mercado, se encuentra el comercio más antiguo de nuestra ciudad: Tejidos Castillo, "Los Castillos" como los conocemos todos. Aunque la fachada está arreglada, guarda la estructura, puertas, escaparates, mostradores, pilares y estanterías con la configuración original.
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Tejidos Castillo en la actualidad |
Empujo la puerta y entro. Enrique, mi compañero de fatigas en la javierada, uno de los dueños del negocio, enseña una pieza de tela extendida a una señora. A éste no le pido permiso para las fotos, puesto que está avisado desde hace meses, y empiezo a disparar a diestro y siniestro.
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La tienda remozada tal cual era |
Observo la tienda, es bonita y luminosa, toda bien ordenada, las telas en sus anaqueles, los curvilíneos mostradores de madera revelan el brillo impecable del barniz y, en el fondo de la izquierda, la caja registradora, a cuyo frente, en ese momento, se encuentra su hermano Martín.
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Enrique atendiendo, que no despachando. |
Me dirijo a unas escaleras de caracol, también de madera, situadas en el fondo de la derecha y subo a la segunda planta. Una decoración similar a la de abajo, algo más sencilla, con unas columnas de hierro sustentando el techo. Al fondo una puerta da a dependencias interiores y a otras escaleras para acceder al piso superior, una especie de almacén para los artículos.
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La escalera de caracol |
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El primer piso |
Bajo y veo que Enrique ya se ha quedado libre. Le invito a un café con la idea de hacerle una entrevista. Le comenta algo a su hermano y nos vamos. Nos sentamos en la terraza del Aragón, en la Plaza Nueva. Yo un cortado, y él una caña.
- Enrique, ¿desde cuando tenéis la tienda?
- La abrió mi bisabuelo Saturnino Castillo en 1891. Nosotros, los González Castillo, somos ya la cuarta generación.
- Supongo que sin interrupción desde entonces y vendiendo lo mismo.
- Sí, vendemos esencialmente telas. Hace años vendíamos mantas, e incluso sacos, ahora seguimos con los tejidos pero ya tenemos ropa interior de caballero, pijamas, toallas, edredones, boinas... en fin, toda clase de artículos textiles.
- Habéis reformado el local, ¿verdad?
- Así es, hace unos veinticinco años. En aquella época, cuando se hacía una reforma, se destruía todo lo anterior y se erigía algo nuevo, un comercio moderno, con decoración muy del momento, imagino que ahora se hace lo mismo. Así desaparecieron todos los antiguos establecimientos. Nosotros quisimos conservar en todo lo posible el aspecto original de la tienda y creo que lo conseguimos.
- ¿Cómo va el negocio? Sospecho que ayudará ser los únicos en la zona.
- Vamos sorteando la situación. Ya sabes que hoy día muy pocas mujeres saben coser como antes, y los sastres y modistas prácticamente han desaparecido. Por eso hemos diversificado más los artículos. Los carnavales, colegios y grupos de teatro nos vienen bien al proporcionarnos clientela.
- Recuerdo que, tiempo atrás, teníais varios empleados, incluso un cuñado mío trabajó con vosotros.
- Sí, ya sé quién es. Llegamos a ocupar a más de ocho personas. También teníamos viajantes que marchaban por los alrededores vendiendo y llevando nuestros géneros. Me acuerdo de haber ido, en un carro con mi abuelo, a entregar mercancías en algunas poblaciones de nuestro radio de acción. En la actualidad solamente estamos mi hermano Martín y yo, contando con la ayuda de una empleada.
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Martín en plena faena |
Enrique habla pausadamente, alternado las palabras con algún sorbo de cerveza, con un acento -deje, decimos nosotros- muy tudelano. Comentamos nuestro casual encuentro en Jaca, hace veinte días, visitando la catedral. Me intereso por sus vacaciones en Broto. Indiferentes a lo que sucede en derredor, la conversación es distendida, franca, muy amigable y disfruto con ella.
- ¿Te han avisado de que en octubre tenemos la subida al Yugo? - me dice.
- Sí, pero no puedo ir. Tengo previsto un viaje a Marruecos en esas fechas. Ya lo siento.
Debe acudir a sus obligaciones, no como algunos que estamos de vacaciones continuas. Dado que conoce el motivo de esta entrevista, asumo mi compromiso de mantenerle informado. Nos despedimos hasta otra ocasión.
Entre una cosa y otra se ha pasado la mañana. Creo que tengo ya material suficiente, y es la hora de marchar para casa, no sin antes pasar por la tahona a recoger el pan nuestro de cada día.