En nuestra agrupación se está gestando un viaje a Marruecos y ésto, por asociación de ideas, me ha traído a la memoria unas pocas horas pasadas en Tánger. Si no recuerdo mal fue en el 2010 cuando, estando de vacaciones en Zahara de los Atunes, contratamos un viaje programado a la ciudad marroquí y, tras unos escasos kilómetros de carretera nos plantamos en Tarifa, aparqué el coche a pleno sol, y nos encaminamos a tomar el ferry que nos iba a trasladar a Marruecos.
Ya avistamos Tánger |
Allí nos esperaba un autobús y nuestro guía para comenzar una visita panorámica de la ciudad. Discurrimos por unas calles modernas, cosmopolitas, nada que sea extraordinariamente diferente de cualquier lugar europeo.
Callejuelas de las Kasbah |
Después, ya a pié, iniciamos la visita a la kasbah. Eso ya era otra cosa. Penetramos en un mundo distinto, donde nos pareció retroceder en el tiempo y situarnos en una época más lejana. Callejuelas y vericuetos donde casi no penetra el sol dentro de un recinto amurallado.
Los niños han salido del colegio |
Algunos niños con sus mochilas colegiales nos saludaron con un ¡hola! lleno de simpatía. En algunas esquinas el nombre de la calle en árabe, francés y castellano. Un encantador de serpientes nos mostró sus habilidades y le correspondimos con unas monedas.
Jugando con las serpientes |
Después nos introdujeron en el mercado y esto nos pareció desolador. Parece mentira que en un lugar pueda acumularse tanta suciedad. Una mezcla de olores indescriptible. Puestos hacinados, la carne conviviendo con las moscas, alguien desplumando una gallina, un carnicero sonriente pone sobre el mostrador, entre los pollos ya limpios, un conejo vivo que parece domesticado. Surrealismo puro.
Paseando por la ciudad |
A pesar de esto, nuestro apetito no se vio afectado. Comimos en un restaurante típico amenizado por unos músicos con indumentaria regional. El menú sencillo pero adecuado: una sopa vegetal un tanto picante, pinchos morunos de cordero y cuscús; para beber, una rica y fresca cerveza del país, y de postre unos dulces pestiños acompañados de un té con menta.
Abandonamos la Kasbah |
Por la tarde visita al zoco. Allí sufrimos un asalto en toda regla. El asedio continuado de los vendedores callejeros es algo que los europeos en general y los españoles en particular llevamos muy mal. Entiendo que es su forma de ser y de vender, o quizás su necesidad de que compremos. No nos quedó otra alternativa que aguantar el acoso, al fin y al cabo estábamos en su país aunque, a nosotros nos hubiera gustado mirar con tranquilidad y, en caso de estar interesados, preguntar y que nos atendieran debidamente. Tratamos de huir de allí como de la peste.
Otro aspecto de la ciudad |
Sin apenas darnos cuenta se nos echó el tiempo encima y, rápidamente tuvimos que volver para tomar el ferry de retorno. Este fue el día en que "bajamos al moro"; una breve excursión que nos permitió ver la cara y la cruz de una ciudad importante de nuestros vecinos del sur.
Tánger va quedando atrás |
Ya en España, fuimos a recoger el vehículo y comprobé que tenía la ventanilla abierta. Había puesto el parasol, pero había dejado bajado el cristal de la puerta del lado del conductor. Así permaneció durante toda la jornada sin que nadie tocase nada.
Son visitas muy rápidas en las que no da lugar a tomarle el pulso a una ciudad pero si a captar el ambiente.
ResponderEliminarAl final no tuvo incidencias el olvido de la ventanilla. Un día completo.
Saludos.
Esas visitas rápidas inducen a un nuevo viaje más prolongado o quitan las ganas de hacerlo. Un saludo
EliminarMe has recordado un viajes mucho más lejano en el tiempo a esta misma ciudad, y me identifico con todo lo contado. Tal vez te ha faltado hablar del aroma penetrante a los curtidos de cuero en el zoco, y cómo se te cae la cara de triunfo cuando compruebas que la buena compra que creías haber hecho otro compañero de excursión la ha conseguido por la mitad.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Es que normalmente no suelo comprar por eso mismo, porque cuando ya crees que has conseguido traer al vendedor a tu terreno y te lo deja en el precio que tú mismo has marcado, siempre te queda la sensación de que te están engañando. Un abrazo
EliminarIba a contarte algo que que nuestro común amigo Francisco ya ha relatado. Aquel viaje me trae magníficos recuerdos, fue un viaje organizado, hoy lo haría por libre, visitando el desierto que no pude visitar y dormir al raso, quien ha tenido la posibilidad de hacerlo me ha contado que la luna y las estrellas están tan cerca y tan grandes que las puedes tocar. En cuanto a la comida, magnífica; ha sido junto con el otro viaje a Portugal donde mejor he comido.
ResponderEliminarQue disfrutes el viaje. Un saludo
Siempre me ha gustado viajar por libre pero últimamente lo vengo haciendo con viajes organizados, me he vuelto más comodón. Espero que el viaje salga y nosotros podamos ir. Saludos
EliminarMuy interesante excursión con la experiencia obligada. Seguro que sí.
ResponderEliminarDesde Gran Canaria, un saludo afectuoso como siempre. Ángel
Además nos indujo a hacer una viaje de mayor duración. Esperemos poder ir. Un saludo
EliminarPues no os perdáis la nueva oportunidad de viajar a Marruecos, entiendo que siempre se descubren nuevas cosas en un país tan diferente y pintoresco. Y la ventanilla bajada y no pasó nada????? Hay buena gente en todos los sitios.Besos amigo de fresquito y lluvia.
ResponderEliminarVamos a intentarlo. No me hables de agua, Liova, que se me sale por las orejas. Besos
EliminarMe ha gustado tu excursión y aunque de distinta manera y en distinto sitio yo he vivido eso bastante tiempo. Con respecto al apetito, me gustaría que si tienes tiempo leyeras una anécdota (totalmente real) que me ocurrió en Sidi Ifni donde hice la mili.
ResponderEliminarSaludos
Por supuesto que entraré para conocer esa anécdota tuya. Saludos
EliminarLo más cerca que ha estado de la zona ha sido Melilla, hace ya unos cuantos añitos. No descarto, con el tiempo, hacer un viaje por allí.
ResponderEliminarAbrazo!
Eres muy joven y tienes mucho tiempo no solamente para viajar. Un abrazo
EliminarHermoso relato, Felipe. Y con un final grandioso, aquel del regreso al auto con el vidrio abierto y sin que los amigos de lo ajeno hubieran causado estragos.
ResponderEliminarNo quiero ni pensar cómo me hubiera sentido con el coche desvalijado. Un saludo
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