En la estación del ferrocarril la cafetería y la librería cerradas, faltan los paneles informativos y los monitores no funcionan. La crisis hace estragos. El tren sale a la hora prevista en este día soleado y frío, tal como la previsión meteorológica lo había vaticinado. Leyre y Nerea, sentadas junto a nosotros, peinan incansables sendas muñecas mientras vemos desfilar a través de la ventanilla los postes del telégrafo. Hace calor en el vagón. En los asientos contiguos unas señoras observan sonrientes el laborioso quehacer de nuestras nietas. El Moncayo, tocado de blancas guedejas, se va quedando retrasado mientras el tren se mece al ritmo metálico que imprimen las ruedas sobre los raíles. Ribaforada, Cortes, Gallur... las paradas se vienen sucediendo inexorablemente.
Se intuyen los meandros por los que el cauce del Ebro serpentea oculto por la hilera de chopos tras la línea argéntea del Canal Imperial. Nuestras nietas han trocado las muñecas por unas bolsas de chucherías a base de extrusionados de maíz. Luceni, Pedrola, Cabañas de Ebro... el tren continua su trayectoria impertérrito, disociando extensas plantaciones de brécol. Alagón, Casetas, Utebo y, por fin, Zaragoza. Cerca de una hora para recorrer los escasos ochenta kilómetros que separan Tudela de la capital maña. Pero no tenemos prisa ninguna. Hemos iniciado este viaje para que las niñas disfruten de este medio de transporte hasta ahora inédito para ellas.
Estación de Delicias, Zaragoza |
Al salir de la estación somos testigos del fiasco del teleférico de la Expo 2008, donde unas inmóviles cabinas conectan la ruina con el despilfarro. Al fondo, al otro lado del río, las escamas plateadas de la Torre del Agua, pabellones desiertos y algún hotel inconcluso.
Telecabinas y Torre del Agua |
El conductor del autobús urbano me resalta el gran favor que me hace al admitirme los diez euros que le entrego en pago de los cinco que cuestan los billetes, dándome como vuelta los cinco que le había pagado el viajero anterior y haciéndome sabedor de que este gesto altruista lo realiza porque quiere. Le agradezco que no me deje ir a pie hasta el centro de la ciudad con dos criaturas de dos y cuatro años.
En el taller de plastilina |
Sufro la pésima información facilitada a los ciudadanos. El autobús que, según los paneles informativos, debiera parar en la Plaza del Pilar no va hasta allí. Esa zona es en la actualidad peatonal y por allí circulan los nuevos tranvías. Digo nuevos porque, poco tiempo después de hacer yo el servicio militar en Zaragoza, eliminaron las vías de los tranvías quedando suprimido este servicio y sustituido por el de los autobuses urbanos. Ahora han vuelto a ponerlo de nuevo en funcionamiento. Hacer y deshacer, todo es quehacer.
En la plaza del pilar, espantadas las palomas |
Al menos las niñas pasaron un buen rato viendo los patos en el Ebro sin ser conscientes, a pesar de nuestra advertencia, que ese es el mismo río que tenemos en casa. Formaron figuritas con plastilina en un tenderete de la plaza, persiguieron a las esquivas palomas y recorrimos un gran belén de piezas de tamaño natural allí instalado. También hicimos la inevitable visita a la Virgen del Pilar. Dado su cansancio, decidimos sentarnos, tomar un tentempié en un bar y marchar hacia la estación.
Visita a la Pilarica |
El tren que nos va a llevar de vuelta es un Intercity en lugar de un Regional y no hace ninguna parada hasta Tudela. Esto nos causa satisfacción y tranquilidad. No obstante, como se suele decir, ¡qué poco dura la alegría en casa de los pobres! El tren tomó la salida y a los doscientos metros se detuvo, se apagaron las luces y se oyeron unos ruidos un tanto extraños. Treinta y cinco minutos parados tratando de entretener a nuestras nietas. Como desean inspeccionarlo bien lo recorremos de cabo a rabo.
Reanudamos el viaje sin más explicaciones que la de haberse subsanado una avería técnica. A a pesar de estos pequeños contratiempos, el día ha resultado provechoso y les ha proporcionado una experiencia muy grata a juzgar por la sonrisa de oreja a oreja que lucen cuando llegamos a nuestra ciudad. Todavía tienen ganas de ir a los columpios. ¡Son incansables!
Esos recorridos me suena de que los he vivido en algún momento. Si quieres recordar con más detalle el paso por la estación de Zaragoza-Delicias te aconsejo que veas este artículo.
ResponderEliminarSaludos
Ya he visitado tu entrada sobre la estación de Delicias. Un buen reportaje. Lástima que la pasarela a lugar de la Expo no lleve prácticamente a ningún lado, salvo a dar un paseo, claro.
EliminarEn días anteriores había visitado las antiguas instalaciones de la Expo, haciendo un reportaje parecido y pese a que era bastante objetivo, lo leyó el responsable del Legado Expo 2008 y me sugirió una visita guiada por el, ya que yo iba asombrándome que que las instalaciones estuvieran abandonadas.
EliminarNo lo llamé para hacerla, ese articulo si que lo leíste.
Felipe Tajafuerte says: 25 abril 2012 at 3:27
Tengo mis dudas de que los beneficios de la Expo compensaran este despilfarro sin ninguna utilidad actual. Me ha recordado la de Sevilla con la práctica totalidad de su pabellones derruidos.
Saludos
¡Qué alegría cuando llegan y qué tranquilidad cuando se marchan! Así es, Felipe, nos niños son incansables y el hombre el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra: nos modernizamos quitando los tranvías y ahora nos modernizamos poniendo tranvías. Explicaciones ningunas; ya sabemos que una avería puede surgir en cualquier momento, pero ¿por qué molestarnos en dar explicaciones a los pasajeros? ¡Y qué decir del derroche que se ha cometido por todos de esta patria nuestra! En la Sevilla del 92 también hubo un telesférico que cruzaba sobre el río hasta La Cartuja y que tuvo mucho éxito; lo normal hubiera sido mantenerlo aunque fuera sólo para los fines de semana, pero no, se dejó que se oxidara y finalmente fue desmontado y no sé dónde acabarían sus huesos. Y como esas, aeropuertos sin aviones, otros infrautilizados, estaciones de AVE sin pasajeros... ¡Qué barata es la pólvora del rey!
ResponderEliminarComo siempre, un placer viajar de tu mano viendo y sintiendo.
Un fuerte abrazo y un besito a esas dos preciosidades.
Lo malo es que la pólvora no era del rey sino nuestra y ahora pagamos las consecuencias. Recibe también un fuerte abrazo de mi parte.
EliminarComo antaño. En el viaje todo incomodidades. Menos mal como dices que los niños disfrutan con todo hasta de la parada espontánea. Algunos dan la vara del "¿Cuando llegamos? o si falta poco:-) "
ResponderEliminarSe ve que tenéis buena mano.
Un abrazo
Se hace los que se puede Katy. Desde luego, tienen días. Un abrazo
EliminarY me temo que este va a ir a peor. Un saludo
ResponderEliminarYo quiero mandarles un saco de besos para Leire y Nerea, la alegría de los abuelos. Besicos.
ResponderEliminarSe los iremos dando poco a poco y les diremos que los compartan con Lucía. Un beso
EliminarGranada si que ha sido un desastre en ese tipo de cosas, aún recuerdo el tranvía de la Sierra y como lo quitaron una auténtica aberración según dicen los expertos hoy en día, otra las del tranvía que recorría la ciudad y que igualmente lo eliminaron, eso si, 40 años más tarde de su desmonte nos están poniendo otro que lleva levantada la ciudad desde hace más de tres años, las peleas entre alcalde del PP y Junta de Andalucía del PSOE, solo ha conseguido una cosa "joder" a los ciudadanos y a los pequeños comerciantes que entre crisis y calles patas arriba ya no saben otra cosa que cerrar sus negocios.
ResponderEliminarQue los Reyes Magos te sean venturosos. Un abrazo
Agunas ciudades que eliminaron su red tranviaria han vuelto otra vez a ponerla en circulación. Dicen que rectificar es de sabios. Mucha sabiduría tenemos en nuestros dirigentes. Felices Reyes
EliminarSupongo, Felipe, que regalarías a tus nietas con alguno de los famosos ladrillos del Pilar. Un saludo.
ResponderEliminarSon todavía muy pequeñas para semejantes tochos. Si embargo se comieron una croqueta tan grande como un bocadillo. Saludos
EliminarLos viajes en tren siempre tienen algo especial. Yo tengo un buen recuerdo de Zaragoza: pasé allí unos días hace dos años, en Semana Santa.
ResponderEliminarSupongo que a pesar de los contratiempos, pasar un día así con vuestras nietas habrá sido maravilloso. Mis padres están deseando poder hacer los mismo.
Abrazo!
Es cierto, a pesar de todo, fue un día estupendo. Antonio, para Reyes.
EliminarA los niños les gusta viajar en tren, seguro que nunca olvidarán ese viaje con los abuelos.
ResponderEliminarUn abrazo
Desde luego se lo pasaron "pipa". Un abrazo
EliminarUn relatofamiliar y muy bien contado. Que los reyes sean generosos contigo y los ruyos.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias antorelo. Igualmente y un abrazo
EliminarAyyyyyy esa estación Delicias... cómo la conozco yo!!!!!! Me alegra saber que pasastéis un buen día por Zaragoza, la verdad que es una ciudad con mucho que ver.
ResponderEliminarY la Pilaricaaaaaaaaaa... mi Pilaricaaaaaaa!!!! esa visita es obligada!!!! Besos desde Cáceres.
¡Que bien la conoces!¿Verdad?. No faltó la visita a la Pilarica, desde luego. Muchos besos
EliminarHola Felipe. Me alegro con la alegría de tus nietas. Pena (no por ellas que no se enteraron) que el conductor de la guagua (nosotros los canarios así las llamamos, como sabes) te hiciera pasar un mal rato con su desconsideración. ¡Pelillos a la mar! He estado en Zaragoza unas pocas veces y siempre lo he pasado muy bien. Siempre se pasa bien cuando vamos bien acompañado como es mi caso como puedes imaginar: mi mujer va siempre conmigo ¡pobre de mí si me dejara solo! Un fuerte abrazo y mis mejores deseos para 2013 para todos.
ResponderEliminarÁngel
A mi también me ha gustado ir con mi mujer y mis hijos. ahora los hijos no nos acompañan, pero de vez en cuando nos llevamos a las nietas que son una bendición. También yo te deseo lo mejor para este nuevo año.
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