miércoles, 30 de enero de 2013

El Ebro vino furo

Ebro  "furo" por El Bocal

Las nieves y lluvias generalizadas durante los días de la segunda decena del mes de enero han provocado un rápido deshielo y como consecuencia de ello, tal como estaba pronosticado, el desbordamiento de numerosos ríos entre ellos el Ebro a su paso por nuestra Ciudad. Se inició con una especie de ensayo general y el lunes día 21 alcanzó su punto álgido. Se temía que la situación se complicase más todavía, sin embargo la crecida no ha sido tan espectacular como otras anteriores cuando los diques de contención no resistían los embates del agua.

El Paseo del Prado

¡Ebro baja furo! se dice en Tudela cuando nuestro río discurre tan embravecido como en esos momentos. Y no decimos el Ebro o el río Ebro, sino Ebro a secas. Suprimimos el artículo personificándolo. Es que nuestro río es  el vecino y el amigo de toda la vida. Y baja “furo” que, según la Real Academia de la Lengua que clasifica esta palabra como un regionalismo de Navarra y Aragón, significa furioso, fiero.

De todas maneras, estas avenidas estacionales nos recuerdan  que nuestro río sigue estando vivo y vigoroso y producen otras “riadas”: las de los curiosos o “aldragueros” (otro regionalismo) que en todas ellas nos acercamos para observarlas.

El Paseo del  Prado comienza a inundarse

En las crecidas tienen un papel primordial los afluentes de la margen izquierda como Zadorra, Ega, Arga y Aragón por lo que las puntas más elevadas se dan en Castejón y la ribera tudelana, aunque también se ven afectadas las zonas ribereñas hasta Zaragoza. Recordemos el dicho : Ega, Arga y Aragón hacen al Ebro varón.

Paseo del Prado.  (Foto: Jesús Marquina)

Las crecidas del río y su desbordamiento han sido consustanciales a Tudela. Ya en 1515 la hacienda de la Ciudad recaudó un impuesto especial de 2.250 libras para reparación de los daños de las riadas que eran frecuentes y devastadoras.

La primera crecida documentada de la que tenemos noticias sucedió en febrero de 1643 y fue catastrófica para las ciudades de Tudela y Zaragoza. También fueron importantes las de 1787, 1871, 1874 y 1878. Hay que destacar la sufrida el 14 de marzo de 1930 en la que el agua alcanzó un gran nivel y su caudal fue de 3.805 metros cúbicos por segundo.


Tudela desde Traslapuente con el Ebro creciendo

A partir de 1950 la Confederación Hidrográfica del Ebro viene registrando los datos de las avenidas. De entre ellas he entresacado algunas por su importancia en el punto de observación de Castejón, diecisiete kilómetros aguas arriba de Tudela: En diciembre de 1959, enero de 1981 y abril de 2007 se superaron los 2.200 metros cúbicos por segundo. En Febrero de 1952 y de 1978, diciembre de 1980 y febrero de 2003 pasaron de los 3.000 metros cúbicos por segundo. En noviembre de 1966 llegaron a 4.050 y en la mayor de todas, en enero de 1961, se alcanzaron los 4.950 metros por segundo. El agua cubrió todos los campos haciendo verdaderos estragos dejando incomunicada la Ciudad quedando empantanados el barrio de la Magdalena y sus aledaños.

En la calle Verjas comienza a aflorar el agua 

En la de este año, el caudal del río llegó a los 2.235 metros cúbicos por segundo con una altura de 7,46 metros sobre el nivel habitual, si bien actualmente, al paso por nuestra ciudad, se producen menores daños que antiguamente puesto que el río aquí está muy encauzado. La canalización producida por los diques ha sido la causa que ha evitado que las calles de Tudela se aneguen como sucedía antaño. En esta ocasión solamente hemos visto una leve inundación de las calles Verjas y Huerto del Rey.


El  Paseo del Prado el día después

La vieja estampa del pontón de Patolea, que cobraba 40 duros al día por sacar a los vecinos de sus casas,  navegando cual góndola veneciana por nuestras calles de San Julián, Verjas, Huerto del Rey,  etc. pasó a la historia. Solamente nos queda el recuerdo y algunas fotografías que hicimos cuando estábamos muy lejos de peinar canas. 

domingo, 27 de enero de 2013

Nanas para dormir aninales


El día veinte del pasado diciembre tuvo lugar en nuestra ciudad la presentación de este librito de José Javier Alfaro Calvo, presentación a la que no pude asistir por encontrarme ausente de Tudela. Previamente, el autor impartió una charla con el título Elogio de las nanas destacando la influencia de las mismas en el desarrollo de los niños durante las primeras etapas.

Mostró de nuevo su erudición y facilidad para contactar con el público. Como ya he dicho, no estuve presente pero he tenido la oportunidad de ver la grabación en vídeo de este evento.

En la contraportada de este libro, publicado en pequeño formato por Olifante, escribe Alfaro algo que nos hace intuir el contenido del mismo con una promesa de canciones y arrullos:

TIENE toda nana
su nube y su luna
su estrella lejana 
y, además, alguna 
pirámide. Nana 
de mar, cielo y duna 
-animal o humana- 
que canta oportuna 
su letra cercana 
meciendo una cuna. 

Se trata de un poemario de cincuenta páginas que contienen veinte nanas, en otras tantas clases de versos, dirigido a los pequeños y muy oportuno para los mayores que tenemos la sana costumbre de leer algo a los niños al acostarse tratando de que concilien el sueño con una sonrisa beatífica. 

Hay nanas de los animales más dispares: del delfín, de la golondrina, del armiño, del ornitorrinco, incluso de la carpa japonesa, ésta en haikus naturalmente; así hasta completar las veinte. Seguidillas con bordón, versos de cabo roto, aleluyas, octavillas, haikus, ovillejos etc. se van sucediendo en un intento de que los animalicos se duerman con la cadencia de sus rimas. Cada una de estas nanas cuenta con una ilustración del propio autor. 

Con el fin de facilitar la comprensión del contenido de la obra, incluyo uno de estos poemas que trae a mi memoria reminiscencias de la entrañable Gloria Fuertes . Se trata de un romancillo, el de las Nanas del grillo 


                                         Señoras, señores, 
                                         el grillo Martín, 
                                         por más que lo intenta, 
                                         no puede dormir.

                                         Se pone tapones, 
                                         toma ajonjolí, 
                                         pero no hay manera 
                                         de dejar de oír 
                                         una voz continua 
                                         que dice cricrí. 

                                         Hasta que el doctor 
                                         le curó al decir, 
                                         que era él el dueño 
                                         de aquel cricricrí. 

Posteriormente, el día tres de enero, tuvo lugar la presentación de esta obrita en una conocida librería de Zaragoza. 



José Javier Alfaro Calvo nació en Cortes (Navarra) en 1947. Es maestro y licenciado en Filología Española. En 1974 se trasladó a vivir a Tudela, donde dirigió el Colegio Griseras y ha ejercido en la ETI como -ironías de la vida- profesor de matemáticas durante muchos años. Se dedica a la pintura, escribe poesía y cuentos. Da pautas al profesorado de cómo escribir cuentos. Colabora habitualmente en revistas y seminarios, coordina "Traslapuente", publicación literaria ribera. Su obra figura en la II parte de la Antología de Escritores Navarros Actuales y publica en la revista "Litoral". También ha dirigido talleres de lectura y escritura. Ha ganado numerosos premios poéticos y literarios.

lunes, 21 de enero de 2013

Astorga de paso

Salimos de Cáceres un día amenazante de lluvia con dirección a León donde habíamos decido pasar un par de noches para conocer algo de la ciudad de la que siempre habíamos pasado de largo. Cuando llegamos a Benavente me apercibí de que, si nos desviábamos a Astorga, bien podríamos saborear allí el afamado cocido maragato.

Llegamos a la ciudad a una muy buena hora para el yantar, aparqué el coche y nos dirigimos a la calle Postas. Penetramos en el restaurante, muy acogedor, y solicitamos el menú típico del lugar. En muy breve tiempo, tras un aperitivo de ensalada de tomate, nos sirvió el primer plato que normalmente suele ser el último. Se trataba de una bandeja bien colmada de carne cocida compuesta por manos de cerdo, chorizo, lacón, ternera, jamón y pollo además de unas bolas de un relleno. A pesar de su insistencia no quisimos repetir salvo de la ensalada de tomate.


El primer plato
A continuación el segundo plato que consistió en otra bandeja de garbanzos con berza (col). Unos garbanzos pequeños, suaves, exquisitos. A pesar de su reiteración para que repitiésemos, no pudimos acabar con ellos. Los dejó en la mesa por si queríamos añadirlos al tercer plato como hacían muchos de sus clientes. El tercer plato es la sopa, el complemento ideal por si ha quedado algún hueco en el estómago para que quede completamente homogéneo.


El segundo plato
Tras esto unas natillas de postre de las que tampoco consentimos repetir. Terminamos con un café y una queimada obsequio de la casa. Nos fuimos bien servidos.

Cafés y queimada
Dado que no sólo de pan vive el hombre y  hemos venido a algo más que a comer, nos encaminamos a la catedral. Adquirimos los pases que nos permitirán verla, así como el museo y el palacio episcopal. Me impresiona su fachada barroca que se muestra como un gran retablo de piedra. Sus tres portadas abocinadas, espléndidamente labradas, están flanqueadas por dos torres unidas al cuerpo central por arbotantes y balconcillos. Los tres huecos avanzan semejando pórticos, con un tallaje pétreo de gran belleza, separados por columnas ajarronadas,  siendo el central, trilobulado, de más anchura.

Fachada principal de la catedral

Interior de la catedral desde el trascoro
En el interior se percibe el estilo gótico con planta de tres naves con sus correspondientes ábsides poligonales. Llaman mi atención los grandes y esbeltos pilares, sin capiteles, cuyos baquetones se prolongan hasta unirse a los nervios de la crucería de las tres bóvedas, compuesta de terceletes y nervios combados con claves policromadas. Me sorprende el gran retablo manierista, muy arquitectónico, con profusión de esculturas. En el centro geométrico de la nave central se encuentra el coro con una sillería renacentista escultórica en madera de nogal sin policromar y el órgano de caja barroca.

Los maragatos dispuestos a dar la hora
Nos entretenemos poco en el museo, el tiempo apremia y me interesa conocer el palacio episcopal, pero antes nos pasamos por la Plaza de España para ver a los maragatos golpear con sus mazos la campana del reloj del ayuntamiento al dar las horas.

El palacio episcopal
Volvemos sobre nuestros pasos para hacer la visita del palacio. Tiene un aire medieval con sus torres y almenas que trae a mi memoria reminiscencias de cuento de hadas. Proyectado por Gaudí en estilo neogótico, consta de tres alturas, posee cuatro torres cilíndricas, está rodeado por un foso y tiene un pórtico de tres arcos abocinados, característicos de las obras del arquitecto catalán. A través del arco central, penetramos a un vestíbulo de gran altura, con grandes ventanales triangulares, del que parte la escalera noble. La estructura se sustenta en pilares decorados sobre los que descansa la bóveda de crucería sobre arcos ojivales de cerámica vidriada. Al pasar la luz las vidrieras y columnas crean un ambiente espectacular.

La capìlla
Recorremos todas las plantas admirando el conjunto, especialmente la capilla. Logro hacer unas cuantas fotografías a pesar de que una vigilante se me pega como una lapa. En un lateral me deja atónito un hermoso trono de piedra. Descendemos hasta la cripta que me cautiva con su robusta crucería de ladrillo tosco, sin pulir. 

Vestíbulo
Este palacio es obra del arquitecto catalán Antonio Gaudí por encargo de su amigo el obispo Joan Baptista Grau para sustituir el antiguo totalmente destruido por un incendio. Comenzó la construcción en 1889 y no se terminó hasta 1915, entre otras causas por el fallecimiento de ambos. Durante la guerra civil fue cuartel de la Falange y tuvo que ser reconstruido en 1956 para ser sede del obispado, función que nunca cumplió. Un nuevo obispo renunció a su utilización y promovió que se convirtiera en lo que actualmente es: Museo de los Caminos, especialmente dedicado al Camino de Santiago.

Cripta
Me parece inaudito que, a finales del siglo XIX y principios del XX, un obispo tuviera los santos "congojos" de construirse un palacio de esta envergadura, totalmente desproporcionado para las necesidades de una diócesis de esas características, con un coste tan elevado.  Considero esa ostentación fastuosa indignante, más propia de la edad media que de esos años, e inadecuada para un gerifalte de una Iglesia que se proclama sucesora del adalid de los pobres y fustigador de los ricos.

El palacio episcopal y parte de las murallas
Esta consideración veló un tanto la satisfacción que me produjo contemplar tan bella construcción. El tiempo no daba para más, por tanto, recogimos nuestro vehículo y nos encaminamos hacia León. Llegados a esta capital, una vez instalados en el hotel, dimos un paseo refugiados bajo nuestros paraguas para tomar un primer contacto con el lugar. Nuestra cena esa noche consistió en una sola naranja, con ella compensamos la copiosa comida.


sábado, 19 de enero de 2013

Primeros pasos



Todavía no era la del alba cuando salimos de la ciudad  ilusionados por iniciar nuestros entrenamientos en grupo con vistas a la javierada, sin dar tiempo a que se apagaran sus luces ni se encendieran las del campo. Tomamos el camino viejo de Murchante, atravesando el barrio del Queiles por la calle que discurre lamiendo la falda del cerro de Santa Quiteria. Lentamente, con pereza, la claridad se va adueñando del camino, tiñendo de un color azulado la silueta del Moncayo cuya cumbre, oculta por las nubes, se intuye de nácar. 

Al alba camino de Murchante
Somos algo más de veinte andarines los que, siguiendo el zigzag de la pista, caminamos a paso vivo charlando de lo divino y lo humano mientras el grupo se va estirando. Sin darnos cuenta, en apenas una hora, nos encontramos recorriendo las calles de Murchante.  Son las nueve de la mañana y ya ha amanecido.  Al pasar junto a la cooperativa, unos madrugadores clientes del bar nos miran con curiosidad. Estos ya han almorzado, comentamos.

Atravesando Murchante
Terminamos de cruzar el pueblo y tomamos la vieja y estrecha carretera asfaltada que nos situará en Cascante. Siento calor. Por ahora no se han cumplido las predicciones, ni llueve ni hay viento por lo que no hace excesivo frío. Algunos frutales, unos podados otros todavía no, a ambos lados del recorrido. Campos roturados a los que un sol tímido infunde una leve alegría. Algo más adelante una finca de nogales con sus ramas desnudas.

Ante la mole del Moncayo con su cresta nevada destaca la ciudad de Cascante y el collado del santuario del Romero en el que se vislumbra su arcada ascendente. Hago alguna fotografía tratando de captar la belleza del panorama.

Yo te hago una fotografía

Y tú me la haces a mí.

Son las diez de la mañana cuando nos vamos situando en la mesa del restaurante de la estación de servicio para dar cuenta de un reparador almuerzo. Como es habitual en mí, me decanto por unos huevos con jamón y patatas fritas. Al refrigerio se nos han unido los que por diversas causas no han podido caminar y han venido en sus vehículos.  

Reponiendo fuerzas
Cuando, una vez repuestas la fuerzas, a las once y cuarto, salimos para continuar la marcha se ha levantado el viento y hace verdadero frío. Se nos recuerda el destino del próximo domingo, lugar y hora de salida. Me calo las orejeras de la gorra y los guantes para iniciar el retorno a Tudela que hacemos por la Vía Verde del Tarazonica. Al cruzar junto al despoblado de Urzante, giro la vista a la derecha para ver la hiedra en la pared de mi huerto. Todavía no he podado los árboles y deberé hacerlo pronto.

Por la Vía Verde camino de casa
Es casi la una y media cuando entramos de nuevo en nuestra ciudad. Una buena hora para tomar una ducha y sentarme a la mesa con mi familia, porque a mí el almuerzo no me ha quitado el apetito.

Este ha sido el comienzo de nuestros preparativos para el día diez de marzo presentarnos en el Castillo de Javier. La peregrinación desde Tudela dará el pistoletazo de salida el día ocho, aunque algunos, los más mayorcitos, la iniciaremos el día siete por la tarde, si no surge algo que nos lo impida. Me he encontrado bien y el pie no me ha molestado, no obstante, se me ha hecho una ampolla, algo que nunca me había sucedido. Alguna vez tenía que ser. 

viernes, 18 de enero de 2013

Dando una vuelta



La mañana está gélida. El viento no es muy fuerte pero hace que el frío se introduzca hasta los huesos. Hemos salido al encuentro de nuestros hijos. Caminamos por las calles suficientemente abrigados, yo bufanda al cuello y guantes enfundados, amén de la boina bien calada. Como la mayoría de los escasos viandantes que pululamos por la ciudad, nos dirigimos al Paseo del Prado para contemplar la crecida del Ebro.


"Aldragueando" el río
El nivel del agua ha subido cubriendo la parte baja del paseo y el embarcadero, pero sin tomar un sentido alarmante. Está muy lejos de la última gran avenida de nuestro río, la de hace ahora tres años en la que todo el paseo resultó inundado. Tenemos espectáculo sin que se hayan ocasionado daños.


Alguno se arriesga para salir en la foto
Tomo algunas instantáneas, no muchas porque tengo guardadas las de aquel año. Nos topamos con caras conocidas aguantando el frío y "aldragueando" la situación fluvial.  Acompañado de mi yerno me encamino hacia el embarcadero para hacer unas fotos obviando la cinta de protección colocada por la policía local. Nos salen al paso un cámara y un reportero de TVE que nos requieren para responder a unas cuestiones para ellos. Rechazamos la oferta y continuamos. Con una entrevista a la semana basta.

La tele no se lo pierde

Satisfechas mis aficiones fotográficas, tornamos y nos dirigimos en dirección a la Plaza Nueva puesto que hoy es el día de San Antón y habrán puesto la cruz para que los animales, sólo los de cuatro patas, den las tres vuelticas

El embarcadero sumergido

Al llegar comprobamos que está prácticamente desierta. La cruz de madera, junto a la puerta de la iglesia, se ve muy solitaria. A su lado, al amparo de los porches, el puesto donde se venden los boletos para la rifa del lechón exhibe su extraordinario muestrario: chorizos, salchichas, chistorra, tocino, morcillas, jamón e incluso la cabeza entera del cerdo. 

Las terrazas desiertas

Vamos hacia el Quei para tomarnos un café que nos reconforte. Las terrazas de los bares de la plaza, con sillas y mesas buscando un sol fugitivo, proclaman la ausencia de clientes.  Cuando salimos el panorama ha variado muy poco.  Un par de personas tratan de que sus perros completen las tres vueltas haciéndose acreedores a la obtención del correspondiente certificado. 

¿Verdad que sonríe?

Nos despedimos de los hijos y nos marchamos hacia casa no sin antes adquirir unos boletos para el sorteo de esas muestras tan apetitosas. La cabeza del gorrino parece sonreir desde su sitial cuando hago el pago de las participaciones.

sábado, 12 de enero de 2013

Tudela televisión

Ni fue la noche de Santiago, ni me llevé a nadie al río, tampoco se apagaron los faroles, y mucho menos se encendieron los grillos, pero sí que fue casi por compromiso.

Un compañero de junta de la cofradía de la que soy el tesorero, me rogó le acompañara, junto con el Hermano Mayor, a una entrevista que le iban a hacer en Tudela televisión con motivo de la concentración de bandas de tambores que va a tener lugar en nuestra ciudad el próximo mes de marzo. Accedí no muy convencido, dicho sea de paso, por un sentido de solidaridad y lealtad con mis compañeros.

Solamente había estado en los estudios de TVE en mayo del 72 en una visita turística y tengo un vaguísimo recuerdo. Los de Tudela TV están situados en los bajos del número 6 de la Cuesta de Loreto. Penetramos en un local de unos 100 m2., pintado totalmente de color blanco, con unos paneles con los anagramas de la emisora y otros de carácter deportivo. En primer término un espacio donde había una serie de monitores, mezcladores y otros aparatos desconocidos para mí, además de dos o tres cámaras de estas para salir a la calle, de las  que se llevan al hombro. En segundo término lo que podríamos llamar plató, bien iluminado, con el techo insonorizado con unas planchas negras que me parecieron de caucho con una especie de burbujas. Una mesa, cuatro sillas ya preparadas y una cámara con su trípode. Todo muy funcional y sencillo como corresponde a un negocio modesto.

Aquí se encuentra Tudela TV

Nos recibió Miguel Chueca, propietario junto a su esposa de la empresa, iniciando una charla donde, tras las presentaciones, nos fue informando de sus entresijos. Como primerizos estábamos un tanto nerviosos, pero él nos fue infundiendo tranquilidad y confianza. A los pocos minutos apareció su esposa Isabel Litago, alma mater de la compañía, presentadora y gerente de la misma. Nos fue preguntando detalles de nuestra organización tomando cumplida nota de todo para luego hacernos la correspondiente entrevista ante la cámara. Según sus propias palabras se trata de una empresa familiar, compuesta  solamente por ellos dos, que se lo guisan y se lo comen, prácticamente sin ayuda de nadie, con bastante acierto.

Están en esa profesión desde hace algo más de quince años, emitiendo en las televisiones locales de las vecinas poblaciones de Buñuel y Ribaforada, bajo la plataforma de ONO, con gran satisfacción para ellos y para los vecinos de esas localidades. Desde hace tres o cuatro meses han comenzado sus emisiones en Tudela y esperan que podrán ser vistos en toda Navarra en el mes de febrero o marzo. Luchan denodadamente por equilibrar su presupuesto mediante la publicidad de anunciantes del entorno y cubren con empatía cuantos  acontecimientos de La Ribera tienen un mínimo interés, gozando del beneplácito de cuantos perciben diariamente su señal durante las dos a cuatro horas de emisión.

Pasamos al plató propiamente dicho, nos colocaron unos pequeños micrófonos junto al cuello,  Miguel se puso tras la cámara e Isabel se sentó junto a nosotros. Una pequeña prueba y dio comienzo la entrevista. Al principio algo titubeantes, pero en el transcurso de la misma nos fuimos acomodando. Fue un diálogo distendido en el que nos olvidamos de la cámara. Finalizó sin habernos dado cuenta y duró exactamente diecinueve minutos.

Aquí estamos durante la entrevista

Volvimos a charlar nuevamente de sus ilusiones y proyectos a pesar de la situación. Tanto Isabel como Miguel son encantadores y trasmiten un entusiasmo desbordante y contagioso por su trabajo. Se nota que disfrutan con él y saben lo que llevan entre manos, lo que quieren y hasta donde pueden llegar sin internarse en aventuras descontroladas. Son optimistas y están convencidos de que el futuro pasa por lo que ellos realizan.

En cierta medida comparto su opinión al constatar la calidad de lo que se ve en gran parte de nuestras televisiones. Les deseo, con toda mi simpatía y admiración por el trabajo que realizan, que alcancen en nuestra ciudad el éxito que dicen tener en los pueblos donde están establecidos. Que el proyecto no se venga abajo y podamos ver durante mucho tiempo Tudela televisión.



P.S. Los curiosos puede clicar aquí

martes, 8 de enero de 2013

Rafael Moneo Vallés

El pasado día cinco finalizó el periodo de tiempo dedicado por el consistorio de nuestra ciudad a homenajear a este prestigioso arquitecto. Es mi deseo adherirme con esta pequeña aportación escrita al nutrido grupo de tudelanos que sienten una rendida consideración hacia su paisano. Entre los diversos actos organizados con este motivo, en la Casa del Almirante han permanecido durante un par de meses dos exposiciones con el fin de acercar la obra de Moneo a sus conciudadanos.

Rótulo a la entrada de la exposición

La primera de ellas, "Una mirada a la obra de Rafael Moneo", consta de una veintena de fotografías correspondientes a obras de Rafael Moneo en Madrid, Navarra, País Vasco, La  Rioja, Aragón etc. firmadas por el acreditado fotógrafo Carlos Cánovas en las que se manifiesta una visión muy personalizada de ellas, realizadas en blanco y negro y en pequeño formato. 

La segunda exposición "Rafael Moneo, Príncipe de Asturias de las Artes" muestra una serie de fotografías de las obras emblemáticas del arquitecto navarro en todo el mundo, dando énfasis al Kursaal de San Sebastián y a la ampliación del Museo del Prado de Madrid, de las que incluso están las dos maquetas originales.

Exposición en la Casa del Almirante

A finales de noviembre tuvo lugar una conferencia impartida por Alfonso Verdoy Blanco que disertó sobre "Rafael Moneo y Tudela en los años 50" y en diciembre otra del también arquitecto Manuel Blasco sobre el edificio de la Real Casa de Misericordia de Tudela, a las que me hubiese gustado asistir, pero no me fue posible por encontrarme durante esos días ausente de la ciudad.

Real Casa de Misericordia de Tudela

José Rafael Moneo Vallés nació en Tudela el 9 de mayo de 1937, por lo que cuenta actualmente 75 años de edad. No voy a descubrir aquí los méritos y premios alcanzados por mi paisano que son harto conocidos como para incidir sobre ellos. El último concedido ha sido el Príncipe de Asturias de las Artes. No pretendo, por tanto, hacer su panegírico ni escribir su biografía puesto que todo ello está al alcance de cualquiera mínimamente interesado. 

Colegio Elvira España de Tudela

De sus obras solamente conozco, además de las que tiene en su ciudad natal, las del Kursaal y ampliación de Museo del Prado, reseñadas anteriormente, la estación de Atocha de Madrid, unas viviendas en la plaza de Santa Teresa en Ávila, el Archivo General de Navarra en Pamplona, la ampliación de la plaza de toros de ésta y el Museo de arte Romano de Mérida. Éste último junto al claustro de los Jerónimos y Atocha me causaron una honda impresión, sobre todo a causa de la luz interior de estas edificaciones.   

Paseo del Queiles de Tudela

Las obras de las que es autor en Tudela son el Colegio Elvira España, la citada Real Casa de Misericordia, el Paseo del Queiles y un edificio en la calle Miguel Eza. En proyecto, la futura casa de cultura y el nuevo barrio de Gardachales.

Aquí se ubicará la futura Casa de Cultura de Tudela

En muy contadas ocasiones he coincidido con él. Recuerdo la última, un veintiséis de julio del año 2000, en la procesión de nuestra patrona Santa Ana, a la que, pañuelico rojo al cuello y vela con ramo de albahaca en la mano, tiene por costumbre acudir todos los años. Por puro azar, hice el recorrido cerca de él y guardo una fotografía que nos tomaron, más bien se la hicieron a él, en la que aparezco junto al constructor César Milagro y a los arquitectos Rafael Moneo y Manuel Blasco. Me pareció un hombre muy educado, amable y un tanto tímido, que padecía con una sonrisa los asedios de la prensa. 

De dcha. a izda.: Manuel Blasco, Rafael Moneo, César Milagro y yo

Recuerdo también en la visita que realicé días antes de la apertura al público de la ampliación del Museo del Prado de Madrid, la devoción con la que los estudiantes de arquitectura, cicerones voluntarios en esa visita, hablaban del "maestro". Daba la impresión de que, para ellos, Moneo era un dios, tal era el entusiasmo con el que nos mostraban su obra.

Cuenta un arquitecto, cuyo nombre desconozco, que coincidió con Rafael Moneo en la inauguración del comedor de la Hospedería de Guadalupe, siendo un joven maravillado por el maestro. Tuvo la ocasión de quedarse a solas con él y, un tanto vacilante en su osadía, le manifestó su desacuerdo con la polémica pasarela y la errónea ubicación de los servicios. Le respondió, según sus palabras, con la humildad de un grande. Con elegancia y serenidad le dijo que, evidentemente, discrepaba de él, pero que era para tenerlo en consideración. 

Esta anécdota muestra la calidad humana de este hombre insigne, reconocido universalmente, que hace que muchos tudelanos sintamos ese cosquilleo agradable que implica ser paisano de una persona que ha alcanzado la cumbre en su profesión y se ha hecho acreedora de los mayores elogios y dignidades académicas del mundo entero.

jueves, 3 de enero de 2013

Niñas, ¡al tren!


En la estación del ferrocarril la cafetería y la librería cerradas, faltan los paneles informativos y los monitores no funcionan. La crisis hace estragos. El tren sale a la hora prevista en este día soleado y frío, tal como la previsión meteorológica lo había vaticinado. Leyre y Nerea, sentadas junto a nosotros, peinan incansables sendas muñecas mientras vemos desfilar a través de la ventanilla los postes del telégrafo. Hace calor en el vagón. En los asientos contiguos unas señoras observan sonrientes el laborioso quehacer de nuestras nietas. El Moncayo, tocado de blancas guedejas, se va quedando retrasado mientras el tren se mece al ritmo metálico que imprimen las ruedas sobre los raíles. Ribaforada, Cortes, Gallur... las paradas se vienen sucediendo inexorablemente.

Se intuyen los meandros por los que el cauce del Ebro serpentea oculto por la hilera de chopos tras la línea argéntea del Canal Imperial. Nuestras nietas han trocado las muñecas por unas bolsas de chucherías a base de extrusionados de maíz. Luceni, Pedrola, Cabañas de Ebro... el tren continua su trayectoria impertérrito, disociando extensas plantaciones de brécol. Alagón, Casetas, Utebo y, por fin, Zaragoza. Cerca de una hora para recorrer los escasos ochenta kilómetros que separan Tudela de la capital maña. Pero no tenemos prisa ninguna. Hemos iniciado este viaje para que las niñas disfruten de este medio de transporte hasta ahora inédito para ellas.

Estación de Delicias, Zaragoza

Al salir de la estación somos testigos del fiasco del teleférico de la Expo 2008, donde unas inmóviles cabinas conectan la ruina con el despilfarro. Al fondo, al otro lado del río, las escamas plateadas de la Torre del Agua, pabellones desiertos y algún hotel inconcluso.

Telecabinas y Torre del Agua

El conductor del autobús urbano me resalta el gran favor que me hace al admitirme los diez euros que le entrego en pago de los cinco que cuestan los billetes, dándome como vuelta los cinco que le había pagado el viajero anterior y haciéndome sabedor de que este gesto altruista lo realiza porque quiere. Le agradezco que no me deje ir a pie hasta el centro de la ciudad con dos criaturas de dos y cuatro años.

En el taller de plastilina

Sufro la pésima información facilitada a los ciudadanos. El autobús que, según los paneles informativos,  debiera parar en la Plaza del Pilar no va hasta allí. Esa zona es en la actualidad peatonal y por allí circulan los nuevos tranvías. Digo nuevos porque, poco tiempo después de hacer yo el servicio militar en Zaragoza, eliminaron las vías de los tranvías quedando suprimido este servicio y sustituido por el de los autobuses urbanos. Ahora han vuelto a ponerlo de nuevo en funcionamiento. Hacer y deshacer, todo es quehacer.

En la plaza del pilar, espantadas las palomas

Al menos las niñas pasaron un buen rato viendo los patos en el Ebro sin ser conscientes, a pesar de nuestra advertencia, que ese es el mismo río que tenemos en casa. Formaron figuritas con plastilina en un tenderete de la plaza, persiguieron a las esquivas palomas y recorrimos un gran belén de piezas de tamaño natural allí instalado. También hicimos la inevitable visita a la Virgen del Pilar. Dado su cansancio, decidimos sentarnos, tomar un tentempié en un bar y marchar hacia la estación.  

Visita a la Pilarica

El tren que nos va a llevar de vuelta es un Intercity en lugar de un Regional y no hace ninguna parada hasta Tudela. Esto nos causa satisfacción y tranquilidad. No obstante, como se suele decir, ¡qué poco dura la alegría en casa de los pobres! El tren tomó la salida y a los doscientos metros se detuvo, se apagaron las luces y se oyeron unos ruidos un tanto extraños. Treinta y cinco minutos parados tratando de entretener a nuestras nietas. Como desean inspeccionarlo bien lo recorremos de cabo a rabo.

Reanudamos el viaje sin más explicaciones que la de haberse subsanado una avería técnica. A a pesar de estos pequeños contratiempos, el día ha resultado provechoso y les ha proporcionado una experiencia muy grata a juzgar por la sonrisa de oreja a oreja que lucen cuando llegamos a nuestra ciudad. Todavía tienen ganas de ir a los columpios. ¡Son incansables!

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