Hace pocas semanas pase unos días en una ciudad, de cuyo nombre no quiero acordarme, pero a la que muchos se lo pondréis aunque, con toda probabilidad, cada uno pensará en una población distinta. Es que en todas partes cuecen habas. He dejado transcurrir un tiempo prudencial y contar no hasta siete, sino setenta veces siete, antes de hacer patente la indignación que me produjo comprobar de manera harto fehaciente el incivismo de ciertas personas que se proclaman amantes de los animales y dan cobijo en su casa al, según dicen, mejor amigo del hombre.
Las defecaciones de tales especímenes florecían de tal forma que tenía que andar sorteándolas cual si me encontrase en una hedionda gincana. Pensaba que, como el baile de las baldosas de las aceras, esto era solamente patrimonio de mi pueblo. Estaba radicalmente equivocado. Tanto lo uno como lo otro abundan en cualquier lugar que se precie, pero los excrementos de los cánidos están en proporción directa con la cantidad existente de estos, con independencia del número, edad, sexo, cultura y raza de los habitantes de una ciudad.
Uno de esos días observé en un pequeño parque a dos niños de corta edad jugando al balón.
- No me eches la pelota a este lado que hay una caca grande de perro, dijo uno de ellos.
- Aquí también hay más, contestó el otro.
Es vergonzoso que nuestros niños tengan que convivir con tanta porquería. Y lo peor de todo es no saber de donde proviene, porque, preguntes a quien preguntes, hables con quien hables, todos, absolutamente todos los dueños y dueñas de canes recogen fina, delicada y cívicamente las deposiciones de sus mascotas. ¡Faltaría más!
A lo que parece, todas las noches, procedentes de no se sabe qué galaxia, aterrizan unos seres malévolos, muy desaprensivos, que se dedican a vaciar papeleras y otros recipientes donde se depositan las cagarrutas y esparcirlas por aceras, parques y jardines. Esta es, sin duda, la explicación más acorde con la realidad.
A lo que parece, todas las noches, procedentes de no se sabe qué galaxia, aterrizan unos seres malévolos, muy desaprensivos, que se dedican a vaciar papeleras y otros recipientes donde se depositan las cagarrutas y esparcirlas por aceras, parques y jardines. Esta es, sin duda, la explicación más acorde con la realidad.
No obstante, algunos maldicientes afirman haber detectado que, a la hora del crepúsculo, como los vampiros, aparece la "santa compaña", una sucesión de paseantes con sus respectivos chuchos, a la búsqueda y captura del parque o alcorque más cercano para, como la cosa más natural del mundo, hacer sus necesidades. Creen que solamente las de los animales de cuatro patas, claro. Con nocturnidad, premeditación, alevosía y... ¡dos cojones!
Otro de los días pisé, sin apercibirme, uno de estos regalitos anónimos tan generosamente prodigados. No veáis qué perfumado quedó mi coche. Olía y no a ambar. Estuve sintiendo su perfume embriagador hasta que pude lavar bien mi zapato.
En vista de todo ello, pedí encarecidamente a Papá Noel, a San Nicolás, a Santa Claus, al Olentzero y al catalano-aragonés Tió cagón antes de la Navidad, y ahora voy a solicitar a los Reyes Magos que, durante este año nuevo que se nos echa encima, a pesar de los recortes en I+D, se idee y fabrique un sanitario doméstico para animales de compañía y que, además, sea obligatoria su instalación en las viviendas de aquellos que deseen contar con acompañamiento canino o de cualquier otra especie. Sin subvenciones que el país no está para gollerías.
En vista de todo ello, pedí encarecidamente a Papá Noel, a San Nicolás, a Santa Claus, al Olentzero y al catalano-aragonés Tió cagón antes de la Navidad, y ahora voy a solicitar a los Reyes Magos que, durante este año nuevo que se nos echa encima, a pesar de los recortes en I+D, se idee y fabrique un sanitario doméstico para animales de compañía y que, además, sea obligatoria su instalación en las viviendas de aquellos que deseen contar con acompañamiento canino o de cualquier otra especie. Sin subvenciones que el país no está para gollerías.
Lamento terminar el año con esta sucia, pegajosa, maloliente y escatológica entrada, pero este asunto me enoja, me fastidia, me molesta, me incordia, me encorajina, me joroba, me encocora, me irrita y me jode. Me jode mucho.