Cubierto y llovizna, esta era la previsión del tiempo para este día, pronóstico que se cumplió. Tras un corto viaje de veinte minutos, dando un salto de la Comunidad Foral de Navarra a la de Aragón, el autocar nos dejó en la glorieta de la que arranca el Paseo de la Constitución en el que ya nos esperaba la guía que nos va a ilustrar durante nuestra visita a nuestra vecina Tarazona, la Turiaso romana.
Junto al pretil de uno de los puentes que cruzan el río Queiles que atraviesa la ciudad muy bien encauzado, le escuchamos una breve introducción dándonos cuenta de la historia de la ciudad. Acto seguido comenzamos la visita de la misma encaminándonos, con los paraguas abiertos, a la Plaza de España.
Nos encontramos de frente con la fachada del Ayuntamiento de la ciudad edificado a mitades del siglo XVI para servir de lonja, granero y mirador. Se trata de un edificio de tres plantas, la última con una galería plateresca copiada en la restauración efectuada en 1972 del sobreclaustro del Monasterio de Veruela.
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Fachada del Ayuntamiento |
Debajo de la galería un magnífico friso de yesería del siglo XVI que representa la entrada del emperador Carlos I de España y V de Alemania en la ciudad de Bolonia acompañado de todo su séquito. Bajo este friso, restaurado en el año 2000, se encuentran las figuras en relieve de Hércules, Pierres y Caco, personajes de la mitología e historia de la ciudad. Decorando la puerta las figuras de la justicia y la prudencia y sobre ellas los escudos de Aragón, España en tiempos del Emperador y de Tarazona.
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Detalle del friso |
Proseguimos el recorrido por la judería, donde podemos contemplar sobre ella, apoyadas en los restos de las murallas del barrio del Cinto, las casas colgadas a las que se accede por la calle Conde.
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Casas colgadas sobre la judería |
Llegamos a la plaza donde se encuentra el Palacio Episcopal. Un mirador nos proporciona una excepcional vista de la ciudad en que se aprecian en primer término el santuario de Nuestra Señora del Río y la antigua plaza de toros; al fondo la catedral con la torre y la cúpula del cimborrio, ambas de estilo mudéjar.
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La ciudad desde el mirador de la Magdalena |
Cierra uno de los lados de esta plaza la iglesia de la Magdalena con su ábside románico circular y la esbelta torre mudéjar. Según algunas opiniones, en su solar se edificó un primer templo visigodo con rango de catedral que más tarde se convirtió en mezquita durante la dominación musulmana. Después de la reconquista de la ciudad por Alfonso I el Batallador, se construyó en el siglo XII, una nueva iglesia que, a lo largo de los siglos, ha sufrido varias transformaciones profundas.
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Iglesia de la Magdalena con su torre mudéjar |
Penetramos en su interior y nos sorprende la clara división de las tres naves totalmente desiguales, fruto de una remodelación de finales del siglo XVII. La central más elevada con bóveda de cañón y lunetas, la del lado de la epístola mucho más baja también con bóveda de cañón y la del evangelio nos muestra, apoyada en arcos apuntados, la antigua techumbre de madera de que fueron dotadas las tres naves a principios del siglo XV cuando se reconstruyeron con ladrillos.
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Techumbre de madera de una de las naves |
Pasamos a visitar el palacio episcopal, asentado sobre la antigua Zuda, donde resalta su patio central y el Salón de los Obispos, cubierto por un artesonado mudéjar, en el que se encuentran los retratos de todos los obispos que ha tenido tan antigua diócesis. Experimentamos que el suelo de esta sala parece moverse.
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Patio central y escalera del palacio episcopal |
Residencia temporal de los reyes de Aragón, se convirtió en palacio episcopal desde finales del siglo XIV. Consta este palacio de edificaciones medievales, renacentistas y barrocas, destacando la fachada sur por sus arcadas de cimentación y la triple galería de arquillos, además de la del oeste decorada con una estructura de retablo de ladrillo y yeso en el lado derecho, el que se ve desde el río y el antiguo camino de Castilla.
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Fachada sur del palacio episcopal |
Descendemos de lo alto del Barrio del Cinto en el que se encuentran los dos edificios visitados, cruzamos de nuevo el Queiles y pasamos a contemplar la antigua plaza de toros. Es un edificio octogonal constituido por 32 viviendas, habitadas desde su inicio. Tiene planta baja y tres alturas, con ventanas en el perímetro exterior y en el interior grandes arcos sobre pilares ochavados. Las arcadas del interior hacen las funciones de palcos. Finalizó su construcción en 1792 y se celebraron festejos en ella hasta 1870 en que se construyó la plaza de toros actual. Es conocida también con el nombre de Plaza de los tocinos porque en ella se celebraba el mercado de estos animales. Hoy en día, en este sitio, tienen lugar numerosos eventos musicales.
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Plaza de toros vieja |
Seguidamente, disfrutamos de unos minutos de descanso hasta la hora en que tenemos prevista la visita de la catedral, tiempo que aprovechamos para tomar un tentempié, adquirir el correspondiente dedal de colección y detenernos para hacer una pequeña inspección a la hermosa ermita de Nuestra Señora del Río que nos cae al paso entrando en su interior.
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Ermita de Nuestra Señora del Río |
Después nos acercamos hasta la catedral y me entretengo en hacer unas fotos de la extraordinaria cúpula mudéjar de su cimborrio, a la espera de que comience nuestro recorrido por Santa María de la Huerta, advocación bajo la que se ampara este templo que ha permanecido cerrado durante cerca de treinta años para su restauración, todavía no concluida, de cuya visita daré cuenta en una próxima entrada.