Acabo de leer esta novela de Mario Vargas Llosa que no sabría decir si se trata de una historia novelada o una novela histórica, algo que ya me ocurrió con El sueño del celta y La fiesta del chivo, producciones estas del mismo autor. En El paraíso en la otra esquina se cuentan las vidas de Flora Tristán y de su nieto Paul Gaugin, Koke, a quien nunca le interesó mucho la de su abuela Madame-la-colère, por lo que en realidad se trata de dos novelas en una. La historia paralela de dos seres antagónicos que sin embargo tienen en común la búsqueda de un mundo distinto al que les ha tocado vivir.
Flora Tristán es una empedernida luchadora social por los derechos de los obreros y las mujeres, defensora acérrima de los oprimidos. Escarmentada de su matrimonio, cree que el sexo es un instrumento de dominio masculino y por tanto el enemigo a batir, renunciando totalmente a él salvo la corta relación lésbica con Olympia Maleszewska.
Paul Gaugin es un individualista que solamente piensa en sí mismo y considera el sexo como la fuerza vital imprescindible para desarrollar su creatividad por lo que mantiene numerosas relaciones. Deja su cómoda vida de agente de bolsa para dedicarse a su obsesión pictórica abandonando a su suerte a su mujer e hijos.
El perro rojo. Paul Gaugin |
Parecen unas vidas dispares, sin embargo tienen algunos puntos simétricos. Los dos padecen penurias económicas y abandonan a sus respectivas familias por seguir lo que llamaríamos su vocación, ella en pos de un mundo más justo y él de uno más puro. Ambos murieron en un relativo abandono y sufrieron por sus enfermedades, Flora atribulada por sus cólicos y maltrecha matriz; Paul carcomido por la sífilis, la enfermedad impronunciable. Los dos coinciden en la utópica persecución de un ideal perfecto, de un paraíso perdido.
Con un lenguaje muy castellano que hace olvidar la procedencia peruana del autor, los capítulos se van relevando en el relato de las vidas de una y otro. A pesar de que la narración está hecha en tercera persona, Vargas Losa va alternando ésta con aseveraciones o interpelaciones hechas a sus personajes:
El vértigo te rondaba cuando oías estos lugares comunes, Florita. En ninguna parte habías visto, como en esa ciudad de mercaderes ostentosos, una exhibición tan cínica de la lujuria y de la explotación sexual. Ni tantas prostitutas que buscaran clientes con osadía y descaro parecidos.
Koke se moriría en cualquier momento ¿y qué harían ella y el niño? Prefería regresar donde su familia.No te importó mucho. La verdad, Pau'ura y Émile hubieran sido un estorbo para empezar esta nueva existencia. En cambio te irritó que Pierre Levergos se negara a acompañarte.
Esta novela, o estas historias, las he leído con verdadero interés. Quizá le falte el suspense o la intriga propias de una novela para atrapar al lector pero, a mi juicio, lo suple con creces la atracción que producen ambos personajes. Flora Tristán como abanderada de la liberación de la mujer y de los derechos democráticos de los obreros. Paul Gaugin como apóstol del arte moderno y de las libertades eróticas.
- ¿Es aquí el Paraíso?
- No, señorita, aquí no. Vaya y pregunte en la otra esquina.
El título, El paraíso en la otra esquina, parece surgir de este juego de niñas que se describe en el último capítulo de la novela. Nos indica que los seres humanos perseguimos el paraíso y cuando creemos haberlo encontrado alguien nos dice que no es aquí, sino en un lugar parecido, pero no éste y ... seguimos buscando.