Llegamos a Mostar cansados, a buena hora de la tarde, con tiempo suficiente para asearnos antes de la cena. Nuestro hotel de cuatro estrellas deja bastante que desear, sin duda dos de ellas le han caído del cielo o en un sorteo. Quizá sea debido a la guerra de 1992, aunque me inclino más a creer que es debido a la desidia. Haciendo un gran esfuerzo consigo deshacer el nudo de la cinta de la persiana de la terraza y levantarla. Al frente, muy cercano, se encuentra un moderno edificio con un establecimiento de comida rápida conocido en todo el mundo, cuyo logotipo son dos ojivas juntas de color amarillo simulando una M y, junto a éste, otro del gallego Amancio Ortega, cuyo rótulo comienza por ZA y termina en RA. A nuestros pies, en lugar de jardín, lo que parece fue el inicio de una gran edificación, con su hierros oxidados apuntando a las alturas.
Después de cenar decidimos dar un paseo hasta su famoso puente. Calles descuidadas, sucias, sin apenas luz. Vemos algo que nos llena de asombro: un bloque de apartamentos, de cuatro alturas y unos cincuenta metros de fachada, con ventanales destrozados y huellas de impactos por doquier; el portal y escaleras llenos de escombro, sin luz; a la izquierda, en el segundo piso, dos ventanas iluminadas, con sus correspondientes visillos nos indican que el piso se encuentra habitado. Parecen ser los únicos vecinos del inmueble que regresaron a su hogar después de la guerra. Llevo mi cámara fotográfica pero me es imposible plasmar esa escena con semejante oscuridad.
Nuestro paseo nocturno |
Nos acercamos al casco histórico que se encuentra iluminado de forma acogedora con luces muy tenues. Caminamos por una calle de cantos rodados con ligera pendiente hacia abajo. Los pequeños comercios se encuentran cerrados a estas horas. Traspasamos un arco ojival y ante nosotros se nos muestran las losas brillantes y resbaladizas del pavimento en rampa ascendente hasta el centro del puente y de aquí se inicia la cuesta abajo. Lo cruzamos asiéndonos a las sirgas laterales. Vemos una pequeña azotea que es la terraza de un bar en la parte musulmana y sin dudarlo nos dirigimos a ella.
El Puente Viejo y su entorno de noche |
Tres jóvenes se desviven por atendernos cuando nos sentamos a disfrutar de la buena temperatura y de una espléndida visión nocturna de esta parte de la ciudad y su Puente Viejo, reconstruido con ayuda española tras su destrucción durante la guerra. Abajo el murmullo de las aguas se abre paso entre la semi penumbra mientras degustamos una copa de marrasquino. El tiempo transcurre sin apenas darnos cuenta y se hace hora de recogernos. Desandamos el camino y regresamos al hotel.
Una mezquita cercana al puete |
A la mañana siguiente, entablo mi particular batalla con el desvencijado brazo escurridizo de la ducha y, tras el desayuno, iniciamos el recorrido de la ciudad. Nuestro autobús nos acerca al centro histórico y aparca junto al reconstruido convento de los franciscanos.
Hacemos un itinerario muy semejante al de la pasada noche. Nos detenemos para contemplar el Kriva Cuprija (Puente torcido) sobre el río Radobolja, similar al Stari Most (Puente viejo) que dicen fue el prototipo para la construcción de este último. También ha sido totalmente reconstruido después de su destrucción causada por las inundaciones del año 2000. La calle empedrada se encuentra muy animada por los numerosos turistas y los abundantes puestos de venta muy concurridos.
Hacemos un itinerario muy semejante al de la pasada noche. Nos detenemos para contemplar el Kriva Cuprija (Puente torcido) sobre el río Radobolja, similar al Stari Most (Puente viejo) que dicen fue el prototipo para la construcción de este último. También ha sido totalmente reconstruido después de su destrucción causada por las inundaciones del año 2000. La calle empedrada se encuentra muy animada por los numerosos turistas y los abundantes puestos de venta muy concurridos.
Hay que asirse para cruzar el puente |
Traspasado el Stari Most sobre el río Neretva que divide la ciudad croata de la musulmana, recorremos el Kujundziluk o mercado, una calle semejante a la que hemos transitado con anterioridad. Entramos en una pequeña mezquita en la que, para sorpresa nuestra, nos dejan hacerlo sin descalzarnos y, en sus alrededores, hacemos unas bonitas fotos del puente y su entorno.
El Kudjunziluk y el Stari Most |
El Puente Viejo, considerado un símbolo de la época otomana, data del siglo XVI y permaneció intacto hasta las 10 y cuarto de la mañana del día 9 de noviembre de 1993 en que fue volado por las fuerzas croatas por juzgarlo el emblema de la ciudad musulmana. Con la colaboración de la UNESCO fue reconstruido siguiendo fielmente los antiguos métodos y tradiciones. El 23 de julio de 2004 se reinauguró el puente que había sido construido quinientos años antes por los arquitectos turcos. Desde 2005 es patrimonio de la humanidad.
El Puente Viejo reconstruido |
Nuestro guía local, un joven que aprendió el español con nuestras fuerzas armadas establecidas en la ciudad, trata, sin mucho éxito, de hacernos comprender la situación del país. Tres etnias: croatas, bosniacos y serbios; tres religiones: católica, musulmana y serboortodoxa; dos entidades autónomas con gobierno y asamblea propios, la Federación de Bosnia y Hercegovina por un lado y la República Srpska por otro; a estas hay que añadir la ciudad autónoma de Brcko.
El gobierno está dirigido por un presidente elegido, rotativamente cada ocho meses, entre los representantes de cada una de las minorías serbia, croata y musulmana. Esto hace prácticamente imposible el despegue del País, amén del odio y el rencor latentes en el ambiente. Todavía no han sido capaces de elaborar el censo desde 1991, antes de la limpieza étnica, por lo que los datos demográficos con relativos.
El gobierno está dirigido por un presidente elegido, rotativamente cada ocho meses, entre los representantes de cada una de las minorías serbia, croata y musulmana. Esto hace prácticamente imposible el despegue del País, amén del odio y el rencor latentes en el ambiente. Todavía no han sido capaces de elaborar el censo desde 1991, antes de la limpieza étnica, por lo que los datos demográficos con relativos.
Secuelas de la guerra |
En el camino de retorno nos sorprende un joven ciclista que, al oirnos conversar, nos saluda en español. Se trata de una catalán que viaja sin más compañía que su bicicleta; casualmente lleva un maillot de una marca navarra. Charlamos un rato y, mientras sostiene en su mano mi helado, le hago una fotografía junto a mi mujer. Me gustaría enviársela pero no sé a donde hacerlo.
Se aprecian las huelas de los disparos |
Volvemos al autocar para emprender el regreso con dirección a Dubrovnik. No nos da tiempo para visitar la Plaza de España que habíamos visto a través de la ventanilla. De Mostar, principal ciudad de la Hercegovina, enclavada en un valle precioso al pie de grandes montañas, nos llevamos las imágenes del casco histórico con el Puente Viejo y la visión de los numerosos edificios acribillados. Nos asalta la duda de si los mantienen así como recurso turístico.
De pena, las guerras dejan sus huellas y es muy difícil borrarlas. La gente sobre vive y no está en condiciones de reconstruir nada. Y con la crisis que hay la cosa se pone diícil. No creo que sea un recurso9 turístico, pero nunca se sabe.
ResponderEliminarMe recordaste mi viaje a Beirut.
Un abrazo
Quizá no. Desde luego, en este lugar, la guerra fue especialmente virulenta. Saludos
EliminarImpresiona tu relato Felipe!!!! Tiene que ser verdaderamente impactante recorrer esas calles y mirar esos monumentos que en su dia fueron azotados por las bombas.
ResponderEliminarLa segunda foto me encandiló!!! No sé, tiene algo especial. Besos cariñosos desde Cáceres.
Es que este paseo nocturno fue muy especial. Un beso
EliminarHe disfrutado muchísimo, en algunos momentos he creído que yo estaba recorriendo las calles. Gracias.
ResponderEliminarMe halaga y agrada que hayas disfrutado de mi relato. Gracias a ti por leerme asiduamente.
EliminarLas malditas guerras y sobre todo las guerras entre hermanos son crueles. Tus fotos me han emocionado.
ResponderEliminarY más todavía si se produce una limpieza étnica como sucedió aquí.
EliminarDe aquella guerra, de otras también, las mayores heridas son las del alma. Recuerdo bien, pese al tiempo pasado desde que lo leí, la novela de Pérez Reverte Territorio Comanche. Cualquier guerra es terrible. Un abrazo. El puente veo que ha quedado precioso. Un abrazo.
ResponderEliminarTambién a mi me impresionó esa novela. Efectivamente el puente ha quedado magnífico. Y muy escurridizo. Abrazos
EliminarAhora entiendo la recomendación que te hicieron para leer "Un puente sobre el Drina". Una vez conocido el lugar, quizá su lectura te resulte más que interesante.
ResponderEliminarLas fotos son preciosas, el lugar, como sacado de la Edad Media.
Un abrazo Felipe.
Efectivamente Elena, me gusta leer novelas ambientadas en lugares en los que he estado. Me ha ocurrido leerlas antes y después y es otra lectura. Un saludo
EliminarSorry, I have the habit of doing business links.
ResponderEliminarI appreciate your visit. Regards
Estas tierras lejanas se me han hecho casi familiares con tu crónica, Felipe.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegro de haber despertado tu interés. Abrazos
EliminarLas guerras, Felipe, desnudan todos los vestigios antiguos, aunque se hayan tratato de reconstruir, como el Viejo Puente. Tus fotografías, a pesar de todo, siguen siendo magníficas. Felicidades y un fuerte abrazo.
ResponderEliminarAcabo de leer en una novela la siguiente frase "Las guerras terminan. El odio dura para siempre". Esa es la impresión de me traje de mi fugaz paso por Bosnia y Hercegovina. Un abrazo
EliminarCreía que había dejado un comentario en esta entrada, eso de la visualización inicial es una ventaja, pero en ocasiones te lleva a pensar que ya has publicado el comentario.
ResponderEliminarDecía algo parecido a que da gusto viajar contigo y sobre la clasificación de hoteles, España es de las pocas que suele tener una clasificación más baja con respecto a otras naciones, así un tres estrellas aquí equivale a cuatro o cinco en otros sitios.
Saludos