El último día de nuestro periplo por tierras manchegas recalamos por la mañana en esta interesante villa, capital del Campo de Montiel, en la que disfrutamos de una breve estancia. Nos acompaña un sol primaveral que propicia el deshielo de los últimos vestigios de la reciente nevada que todavía perduran en los tejados.
Tras visitar un horno familiar, en el que cedemos a la tentación de adquirir unas riquísimas pastas, nos acercamos hasta la Plaza Mayor donde nos espera el guía que nos va mostrar la iglesia de San Andrés, situada en uno de los lados de esta bonita plaza porticada, en la que se concentran la mayor parte de las esencias de la ciudad, el ayuntamiento y el arranque de las principales calles, ya que la Orden de Santiago organizó la población alrededor de esta plaza .
Nuestro guía, con callosidades en las manos como consecuencia de su trabajo en labores agrícolas, según propia confesión, es un verdadero compendio de datos sobre este lugar que va desgranando concienzudamente antes de penetrar en la iglesia.
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El Ayuntamiento |
La conjunción de los asentamientos de Jamilla, el castillo de Peñaflor y La Moraleja fueron el origen de la formación, en este último lugar, de una aldea dependiente de Montiel, que más adelante se independizó, a la que le fue cambiado el nombre por Villanueva del Infante y en 1480 por Villanueva de los Infantes. Felipe II la proclamó capital del Campo de Montiel en 1573.
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La plaza Mayor |
Tuvo su importancia en la guerra de la independencia y en la promulgación de la constitución de Cádiz. La regente María Cristina le concedió en 1895 el título de ciudad y en 1974 fue declarada Conjunto Histórico-Artístico Nacional. Santo Tomás de Villanueva es considerado su hijo más preclaro.
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La iglesia de San Andrés |
La iglesia es de estilo manierista con una torre herreriana cuadrada dividida en cuatro cuerpos. Accedemos al interior del templo que tiene planta de cruz latina, cubierta con bóvedas de crucería. Destacan las capillas de los Caballeros de Santiago, de los Bustos, de Santo Tomás de Villanueva y del Santísimo. En una cripta se sitúan los restos de Francisco de Quevedo, allí sepultados tras una rocambolesca historia que me recordó la de nuestro paisano Joaquín Gaztambide. Como hago habitualmente, busco una imagen de Santa Ana, patrona de mi ciudad, la encuentro representada en un cuadro y hago una fotografía para engrosar mi colección.
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Una bonita calle |
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Otra de las calles |
Finalizada la visita de la iglesia hacemos un pequeño recorrido por las calles de la ciudad en las que abundan las casas blasonadas. Penetramos en el patio de la Alhóndiga y en la Casa de los estudios admirando tan bellos conjuntos. Nos paramos a contemplar diversas edificaciones como la Casa del Arco, el Oratorio de Santo Tomasillo, la casa del Caballero del Verde Gabán y algún edificio más, cuyo nombre no me viene a la memoria, sorteando los chorros de agua que se precipitan desde las numerosas gárgolas que adornan las calles.
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Hay que procurar que el agua no caiga encima |
Volvemos a la Plaza Mayor y le hago unas fotografías a mi mujer junto a las figuras de Don Quijote y Rocinante en primer lugar y después con las de Sancho Panza y Rucio. Nos sentamos a descansar en una terraza saboreando con fruición unas cervezas a la vez que degustamos unas croquetas que nos han servido como tapa. Ha transcurrido el tiempo sin apenas apercibirnos de ello y llega la hora de nuestra marcha.
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Patio de la Casa de los estudios |
Un agradable recorrido por la ciudad que, según un estudio realizado en 2004 por un equipo de la universidad complutense, es "El lugar de la Mancha" donde habitó alguien llamado Alonso Quijano el Bueno, un caballero de triste figura que, al pasar las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio, se le secó el cerebro y marchó por esos mundos de Dios con el fin de desfacer agravios y enderezar entuertos.