Después de nuestra visita matinal a Campo de Criptana, una vez terminada la comida, nos dirigimos a la vecina ciudad de Tomelloso, en Ciudad Real, para pasar la tarde. Por el camino, el manto de nieve deja asomar las encinas o carrascas y oculta los matorrales autóctonos compuestos de tomillos, romeros y espliegos.
En las cercanías de la población, la nieve ha desparecido por completo dando la impresión de que solamente ha llovido con intensidad. El terreno árido, rojizo, se completa con grandes plantaciones de vid, en secano de cepas rasas. Vemos unas chozas circulares de piedra en los campos que llaman nuestra atención por su extraña forma. Dejamos a nuestra izquierda la Sociedad Cooperativa Vinícola Virgen de las Viñas, que es en la actualidad la bodega más grande de Europa y la segunda del mundo, y nos dirigimos a visitar el Museo del Carro.
Museo del carro |
Se trata de un amplio edificio en cuyo interior se encuentra todo lo relacionado con labores del campo desde carros agrícolas hasta aperos y herramientas. En el patio se encuentran unas grandes tinajas de barro de las que se hacían en Villarrobledo para guardar el vino con una capacidad de cuatro mil e incluso nueve mil litros.
La joya de este museo, que acapara poderosamente nuestro interés, es la fiel reproducción de un bombo, esa extraña construcción en la que nos habíamos fijado durante el camino. Es de grandes dimensiones y está levantado con todos lo elementos tradicionales y guardando las proporciones y distribución de los auténticos que inundan la comarca manchega. Edificado con lachas de piedra sin ninguna argamasa, sus paredes son muy gruesas y posee una cúpula preciosa, una puerta con arco de medio punto y chimenea.
Exterior del bombo |
Su bóveda perfecta |
A continuación vamos al centro de la ciudad y penetramos en La Posada de los portales, sita en la Plaza de España, junto al Ayuntamiento, construida en el siglo XVII como albergue de viajeros y de sus caballerías. Actualmente sirve como sala de exposiciones en sus tres alturas y en la planta baja se conserva todavía la chimenea de la cocina. Destaca este edificio sobre todos los de la plaza, un tanto irregular en cuanto a edificaciones, en la que también se ubica la iglesia parroquial.
La posada de los portales |
Por las calles observamos, a ras de suelo en las aceras, los huecos de los respiraderos de las bodegas existentes en numerosas casas de la ciudad, lo que da idea de lo que la industria vinícola representa para sus habitantes.
No podíamos obviar nuestra visita al Museo de Antonio López Torres, maestro de su sobrino el pintor del hiperrealismo español Antonio López García. Algunos cuadros me causan muy buena impresión. No soy un experto, pero se distinguir aquello que me gusta y lo que no.
Damos un pequeño paseo y retornamos a la Plaza de España donde nos reconfortamos con unas cervezas en el vetusto Casino San Fernando, junto a la iglesia, mientras dos empleadas de una conocida empresa de seguros tratan de colocarnos una póliza.
Plaza de España con el casino y la iglesia. |
La tarde llega a su fin. Los dorados rayos, oblicuos, del sol dan un tono bermejo a la fachada de la iglesia de la Asunción. Desde lo alto del blanco edificio del Palacio Municipal, el reloj nos indica inexorablemente que nuestro tiempo de estancia en la ciudad ha concluido. Tras una corta espera, aparece nuestro autobús para conducirnos al hotel en Ossa de Montiel, donde nos espera la cena y un descanso reparador.