Una reciente entrada en el blog de mi amigo Francisco Espada relativa a la partida de su hijo hacia Moscú me ha hecho evocar una anécdota sucedida durante el viaje que hice a Rusia hace poco más de año y medio.
No recuerdo muy bien si fue el último o penúltimo día de nuestra estancia en la capital rusa. Habíamos dejado el puerto fluvial por la mañana y, a medio día, almorzado en un barquito en el que posteriormente dimos un paseo por el río Moscova admirando los bellos edificios de la ciudad.
Sobre las rojas murallas del Kremlin emergía la blanca estructura del palacio presidencial y las cúpulas doradas de las catedrales interiores de la Asunción, la Anunciación y del Arcángel San Miguel. Negros nubarrones, tercos, se cernían sobre la ciudad luchando denodadamente por ocultarnos el sol.
Sobre las rojas murallas del Kremlin emergía la blanca estructura del palacio presidencial y las cúpulas doradas de las catedrales interiores de la Asunción, la Anunciación y del Arcángel San Miguel. Negros nubarrones, tercos, se cernían sobre la ciudad luchando denodadamente por ocultarnos el sol.
Nuestro paseo por el Moscova |
Los responsables de nuestro grupo nos dieron a elegir entre estas tres alternativas: volver con el autobús a nuestro barco-hotel, quedarnos un poco de tiempo más y retornar en el metro acompañados de uno de nuestros guías o regresar por nuestros propios medios a la hora que quisiéramos.
Fuentes en el Moscova |
Ante la contrariedad de mi cuñada, no hubo forma humana de convencer al cagueta de mi hermano para que permaneciese con nosotros que nos habíamos inclinado por la última opción de quedarnos y marchar en el metro después de media noche ya que deseábamos escuchar el carillón de la torre Spasskaya. Seguramente pesó sobre él la experiencia padecida en San Petesburgo.
Personajes de cuentos y leyendas rusas |
La tarde mejoró muchísimo. Las nubes dejaron que un espléndido sol iluminara los hermosísimos jardines de Alexander. Nos dimos un paseo por ellos haciendo hora para presenciar el relevo de la guardia. En un bar de la galería comercial de la plaza Manezhnaya nos tomamos unas excelentes cervezas rusas. Salimos nuevamente y admiramos el precioso estanque en el que se ubican figuras que representan personajes de cuentos y leyendas tradicionales rusas.
Relevo de la guardia |
Fuimos aproximándonos a la muralla del Kremlin porque la hora estaba ya cercana. A la siete de la tarde vimos, en vivo y en directo, el cambio de la guardia en el monumento al soldado desconocido. Allí arde la llama eterna y en una placa se puede leer:
"Имя твоё неизвестно, подвиг твой бессмертен"
(Tu nombre es desconocido, tu hazaña es inmortal)
Hice unas cuantas fotos en primera fila. Poco más tarde en otro lugar de la muralla presenciamos la ceremonia de arriar la bandera por la guardia presidencial.
El Kremlin desde los jardines |
A pesar de que ya habíamos estado en ella con anterioridad, volvimos a contemplar la magnitud de la Plaza Roja pasando por la Puerta de La Trinidad. Avanzando por la pequeña cuesta se nos va descubriendo en el horizonte el edificio inconfundible de la catedral de San Basilio. Se nos pasaron las horas sin darnos cuenta y la noche se nos echó encima. Después de escuchar el carillón a las doce de la noche, nos dirigimos a la parada del metro en la que habíamos quedado con otros viajeros para tornar juntos al puerto fluvial donde se encontraba nuestro barco.
Catedral de San Basilio por la noche |
Sabíamos perfectamente la estación en la que deberíamos finalizar el recorrido. Tomamos los billetes e iniciamos el trayecto. Íbamos contando las paradas. Cuando faltaban tres unas voces agitadas llamaron nuestra atención. Vimos salir a la mayoría de los pasajeros y algunos se dirigían a nuestro grupo haciéndonos señas para que nosotros también les siguiéramos.
- Faltan tres, todavía faltan tres, respondíamos sin apercibirnos de que no éramos entendidos.
Una de las estaciones del metro de Moscú |
Era fácil recordar el nombre de la estación Kurskaya del metro |
A los tres minutos llegó una nueva unidad, subimos a ella todos los pasajeros que habíamos sido expulsados de la anterior y junto a nuestros compañeros llegamos a nuestro destino sin más incidencias.
No hemos conseguido conocer la causa de este hecho. Ignoramos si fue un fallo mecánico, técnico o bien un aviso extraño. Nunca lo sabremos. Lo primordial es que tuvo un buen desenlace y no enturbió nuestros ánimos para la feliz conclusión de este viaje.
Entradas relacionadas:
Noches blancas
No seria nada de extrañar que algún personaje de la mafia rusa estuviera en el tren.
ResponderEliminarTe comento que un familiar que trabajó en la embajada Española en Rusia, tras la caída del muro, manifestaba que la capital, Moscú, era un dominio total y absoluto de esta gente.
Un saludo
En nuestro viaje a Moscú nos pasaron varias incidencias entre ellas esta que te cuento.
ResponderEliminarPlano de metro en mano, por supuesto en cirílico, me dirijo hacía una señora de edad avanzada que, sentada al lado de las escaleras y con bata rayas azules y blanca, tenía el aspecto de empleada, mi intención era señalarle la estación hacia la que nos dirigíamos y que por señas me indicase si era la dirección correcta. La señora al ver que me acercaba empezó a decir, a voz en grito, algo ininteligible para mi, todo el mundo miraba cuanto más me acercaba mas gritaba y movía las manos desesperadamente, yo miraba para todos lados señalando el mapa, para que la gente se diese cuenta que lo único que quería era información. Por fin, al llegar a ella se me acerca un señor, que afortunadamente sabía español, y me resolvió la duda y me explico que esas señoras son analfabetas jubiladas con muy poca pensión que con el fin de ayudarles a que puedan subsistir las contratan en el metro, en los museos… pero no se sabe cual es su misión .
Efectivamente cuando visitamos los museos allí las encontramos sentadas en sillas, como figuras decorativas, y no tienen nada que ver con los guardas de sala que suele haber y por supuesto no se me ocurrió acercarme a ninguna de ellas.
Otro, dia te contaré otra Un abrazo
Ahora que lo dices, es cierto que había en todos los museos o lugares que visitamos numerosas señoras ya mayores que estaban simplemente sentadas en un rincón de las salas. No sabía que era por esto.
EliminarUn abrazo desde mi mejana
Hola Felipe!!!! Qué agradable es leer estas entradas en las que nos detallas los sitios que habéis visitado y las anécdotas!!!! No me extraña que os quedárais anonadados ante las formas de la funcionaria, jajajajajaja!!!! Pero siento curiosidad por saber el porqué... como tú, me quedaré sin saberlo!!! Besosssssssssss
ResponderEliminarQué buena experiencia.. yo todavía no he salido de Europa :( Por cierto muy buenas fotos
ResponderEliminarSupongo que algo de miedo sentiríais, yo, al leer el post he sentido mucha envidia. Entre Chelo y tú que viajáis más que el baúl de la Piquer, me ponéis los dientes largos larguísimos.
ResponderEliminarLas fotos son preciosas, y la Catedral de San Basilio es de una hermosura indescriptible.
Un abrazo Felipe.
No puedo menos que ponerme en vuestro lugar y temblar. Lo más imposible de imaginar es que todo haya acabado bien.. Beso
ResponderEliminarLa barrera del idioma es sin duda la causa de que no hayas sabido nunca cual fue la causa del desalojo. Gracias, Felipe, por la referencia.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
No conocer el idioma de un pais te hace vivir como una aventura lo que muchas veces no es más que una incidencia. Posiblemente ese tren tenia el final en esa parada sin más. Recuerdo que en el metro de Madrid, cuando viví allí, esto solía suceder a determinadas horas, sobre todo las nocturnas.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el post. Yo estuve también en Moscú, pero en los años del comunismo y entonces todo era decante e intimidador, muy controlado, pero igualmente hermoso.
Un abrazo.
Por eso es conveniente no alejarse del guía cuando no conocemos el idioma.
ResponderEliminarSaludosssss
Me ha gustado el comentario que haces del viaje. Claro que el idioma es una barrera para poder captar los detalles, pero auque hubiérais entendido todo, a lo mejor no explicaron nada.
ResponderEliminarBesos
Bueno, detenerse un rato más, aunque sea sin saber porqué, y contemplar ese magnífico y bellísimo metro moscovita se puede perdonar; y como bien está lo que bien acaba, tampoco está nada mal. Un abrazo Felipe.
ResponderEliminarPues tuvistéis que pasar vuestro apurillo sobre todo por el dominio del idioma. Una anécdota más vista dede el hoy y las fotos tan chulas obtenidos bien han merecido el susto.
ResponderEliminarUn abrazo
Felipe, me ha gustado mucho viajar contigo por Rusia, las fotos son estupendas. Y cuando ocurre algo así, es señal segura de que nunca se va a olvidar ese viaje.
ResponderEliminarChelo, tu anécdota es buena también.
abrazos
L;)
Gracias Loli por recalar en este lugar. Vuelve siempre que quieras.
EliminarUn abrazo desde mi mejana
Tu anécdota ha despertado en mí una sonrisa.Pensé que al final habían perdido el rumbo. Suerte que no fue así.Fue cómico lo que le ocurrió a Chelo.
ResponderEliminarUn abrazo desde Argentina;me quedo para conocer un poco más de este sitio,que por cierto, me ha resultado muy entretenido.
Bienvenida Elsa, esta es tu casa.
EliminarUn abrazo desde mi mejana
Precioa Moscú y precioso San Petesburgo. Estuve hace unos años y me lo has recordado con tu post. Las fotos preciosas y vuestra anécdota me ha hecho mucha gracia. Me acuerdo con mucho cariño de mi viaje a Rusia.
ResponderEliminarUn abrazo de Lola
Siempre fue mi ilusión poder viajar a Rusia. Primero los niños después lo abuelos y ahora que hubiéramos podido ... ya no quiero ir !!
ResponderEliminarComo siempre preciosas las imágenes y perfecta la descripción, hasta tal punto que he llegado a pensar "por favor, dejarlos seguir que solo son tres estaciones más"
ResponderEliminarUn saludo
Las anécdotas derivadas de las dificultades con un idioma desconocido siempre son divertidas. A mí me paso algo parecido en Florencia: decidimos volver al hotel por nuestra cuenta pero... ¡no recordábamos el nombre del hotel, ni la calle...! Al final conseguimos llegar y todo se quedó en eso, en una anécdota.
ResponderEliminarAbrazo!
Después de comentar en tu post actual, estimado Felipe, me quedé mirando este que me lo perdí mientras estaba en el norte de Chile en nuestra actual época estival.
EliminarExcelente reseña. Me impresionó la necesidad de salir del vagón del tren en medio de instrucciones inentendibles. Creo que en esas condiciones me habría imaginado que tal vez nos estaba diciendo aquella señora que iba a a estallar una bomba.
Un abrazo.