El día está frío pero soleado. Monto en el coche y me dirijo hacia las Bardenas. La niebla se ha adueñado de la carretera de Pamplona paralela al Ebro.Tomo el desvío a la derecha en el cartel indicador de Bardenas Reales de Navarra y, para cuando llego al centro de interpretación de Los Aguilares, luce de nuevo el sol aunque una tenue neblina parece proteger el interior del parque natural.
El termómetro marca cero grados y se me ha encendido la lucecita roja del salpicadero. En la bifurcación ante la entrada a las instalaciones militares giro a la derecha por la pista que da la vuelta al polígono de tiro. Al cabo de un par de kilómetros me paro y bajo del coche para hacer unas fotos en la Balsa de Zapata acercándome a la orilla. Procuro no hacer ruido pero, a pesar de ello, un par de ánades, al sentir mis pasos, levantan raudas el vuelo rompiendo con su aleteo el silencio que reina en el entorno.
Balsa de Zapata |
Vuelvo al coche y prosigo hasta llegar al Rincón de las Rallas un poco más adelante. Junto a un corral en ruinas, estaciono mi vehículo, me calzo las botas y, cámara en ristre, tras asegurarme de haberlo dejado bien cerrado, emprendo mi recorrido a pie por una senda que bordea por detrás la zona de Sanchicorrota.
Sanchicorrota. Cerro de leyenda |
Camino animosamente a través de un vasto rastrojo. A mi izquierda se yerguen Sanchicorrota y las estribaciones del Rallón. A la derecha los fantásticos farallones de la Ralla. Por el centro del valle discurre la Cañada de los Roncaleses de la que me separa un barranco de unos cuatro metros de profundidad.
Farallones de La Ralla |
Ahora marcho por un espartal salteado de romeros buscando un lugar por donde cruzar la quebrada. Se ha esfumado el cautivador sosiego de la mañana. Los Phantom han comenzado su macabro entretenimiento poniendo las notas discordantes mientras los buitres, impertérritos, planean en las cumbres. El verde de los romeros, parcialmente en flor y ahora más abundantes, se ha impuesto al gris del esparto. Sigo una trocha marcada por huellas de herraduras de caballo y, por fin, encuentro el paso deseado para tomar la zigzagueante vía roncalesa que abandono antes de terminar la vaguada tomando una vereda que asciende a la cima del Rallón.
La empinada cuesta del Rallón |
La cuesta es empinada y mi respiración se alborota por el esfuerzo. No sé si pesan los años o los kilos; me temo que las dos cosas. Llego sudoroso a la cumbre en la que se extiende un pequeño altiplano alargado, poblado de matorrales, cincundado por la continuación del sendero que discurre contiguo a unos profundos precipicios que delimitan la planicie. Percibo el pavoroso estruendo de las bombas al estallar en la hondonada del polígono. Los aviones, cada dos o tres minutos parecen entrar en barrena y surgir de los acantilados después de dejar caer su mortífera carga sobre las dianas.
Punta de La Ralla |
Desde la cima del Rallón, La Ralla y el embalse de Malvecino |
Descanso unos instantes contemplando el panorama que se extiende a otro lado del valle del que acabo de acceder. Sobre sus despeñaderos arcillosos, un llano mayor que el que me encuentro, configura La Ralla y al fondo se divisa el embalse de Malvecino perteneciente al pueblo aragonés de Pinsoro. Dirijo mis pasos hacia la punta norte de la meseta. Me topo con un abismo a mis pies al que me acerco con precaución. A mi derecha la punta de la Ralla y algo más adelante Los Angarillones y La Gorra; al frente Piskerra y, más próximo, el Circo. La Bardena Blanca Alta se extiende perdiéndose en el horizonte hasta El Paso.
Desde el Rallón, el Circo y Piskerra |
Piskerra |
A causa de la neblina no distingo Castildetierra ni La Estroza, más lejana. Giro siguiendo la senda marcada contemplando los cortados en cuyo fondo, tras los montículos de Los Cambrones, se prolonga la llanura de la Bardena Blanca Baja en la que se enclava el polígono de tiro desde el que se elevan dos humeantes columnas y tras ellas los cerros de Tres hermanos con las instalaciones militares.
Las bombas han estallado en la diana |
Continúo en dirección sur hasta llegar a unas escarpaduras en forma de circo. Me asomo al precipicio y observo la presencia de un buitre en su nido en tanto otros, indiferentes al fragor de las aeronaves, sobrevuelan las crestas. Al intuirme emprende el vuelo sin darme tiempo de preparar el zoom de mi cámara fotográfica y me tengo que conformar con la instantánea de un solitario huevo. Me causa extrañeza que no les incomoden el estruendo de los vuelos rasantes ni el sobrecogedor estrépito de las explosiones y sin embargo se asusten de mi presencia.
El solitario huevo del buitre |
Escorados hacia el sur los picos de Sanchicorrota, mi punto de partida, y cerrando el panorama La Nasa, Tripazul, el Rincón del Bú y la Plana de La Negra. Cruzo oblicuamente al otro lado del plano e inicio el descenso por el mismo itinerario por que he venido. Tras unas vacilaciones doy con el sendero que me permite atravesar el barranco y hollar de nuevo los rastrojos cercanos al lugar donde he dejado el coche.
De vuelta en el Rincón de las Rallas |
Me cambio de calzado, bebo abundante agua y me pongo al volante. A mi casa tengo algo más de veinte kilómetros, pero me costará llegar tres cuartos de hora ya que debo marchar a velocidad reducida hasta tomar la carretera.
Este recorrido que he hecho en varias ocasiones, la última hace apenas dos años, es uno de los más espectaculares de las Bardenas Reales de Navarra, desconocido para muchos de los que vienen a visitarlas que se limitan a contemplar este panorama desde la pista que da la vuelta al polígono de tiro.
"Las Bardenas Reales de Navarra, Parque Natural y Reserva de la Biosfera, forman un territorio de excepcional valor ecológico, en el que durante siglos se han venido desarrollando aprovechamientos tradicionales. La conservación de este lugar, sometido a un frágil equilibrio en un medio natural extremo, es labor de todos, bardeneros y visitantes. Cuida y respeta, hasta el más mínimo detalle, todo lo que encuentres a tu paso."
Esto es lo que dice el folleto de la Comunidad de Bardenas Reales de Navarra. Sorprende que este polígono de tiro, en el que se entrenan los cazabombarderos españoles y de la OTAN, esté ubicado en el centro del parque en el que además se encuentran enclavadas tres reservas naturales: Vedado de Eguaras, Rincón del Bú y Caídas de La Negra. Sin lugar a duda, priman los intereses militares nacionales y económicos de los pueblos congozantes, a pesar de los acuerdos municipales en contra, antes que los naturalísticos y ecológicos.