Plaza Mayor de Cáceres. Al fondo el Ayuntamiento |
Vino hasta nosotros con la sonrisa puesta. Hacía pocos minutos que esperábamos en la Plaza Mayor de Cáceres, en los soportales del ayuntamiento donde habíamos quedado. No la conocía pero la intuí al acercarse.
-¿Felipe?, preguntó.
- Si. ¿Cristina, verdad?, dije asintiendo. Esta es Pili, mi mujer.
Unos besos dieron el primer paso de la amistad virtual a la real. Luego nos sorprendió haciéndonos entrega de un obsequio de bienvenida. Nos sentamos en una terraza de la plaza en torno a una caña, un café y un zumo dando comienzo a una distendida charla. Confidencias, anécdotas, relatos de nuestras respectivas vidas fueron desgranándose una tras otra durante nuestro coloquio con la franqueza de quien se conoce de toda la vida.
Liova (Cristina) es una "baturrica", asentada en Extremadura, jovial, extrovertida, de fácil conversación, a quien delata su acento "mañico" que perdura a pesar de sus quince años de permanencia en Cáceres. En unos instantes disipó las reticencias que mi mujer, perfecta desconocedora del mundo bloguero, albergaba. Quizá influyó en nuestra mutua empatía la cercanía de nuestros puntos de procedencia, Tudela se encuentra a ochenta kilómetros escasos de Zaragoza, su lugar de nacimiento; y el que nosotros conociéramos Jaca, la ciudad donde transcurrió su niñez.
Hablamos de nuestros respectivos blogs, de nuestros comunes amigos virtuales, de nuestras preferencias coincidentes. Escuché de sus propios labios su anecdótico acercamiento con Francisco Espada, al que ambos admiramos. Comentamos el encuentro de éste último con Chelo, acto que nosotros estábamos reproduciendo en esos momentos.
Hablamos de nuestros respectivos blogs, de nuestros comunes amigos virtuales, de nuestras preferencias coincidentes. Escuché de sus propios labios su anecdótico acercamiento con Francisco Espada, al que ambos admiramos. Comentamos el encuentro de éste último con Chelo, acto que nosotros estábamos reproduciendo en esos momentos.
Mi esposa, que es una friolera, contemplaba asombrada a Liova, rebosante de vitalidad. Nosotros íbamos arropados pero ella llevaba puesta una blusa, ligeramente escotada, de manga corta y por todo abrigo una leve pasmina colgada al cuello. La de la caña fresquita fue ella y ya podéis imaginar quien se tomó el café bien caliente: la misma que nos hizo juntos a Liova y a mí un par de fotos de recuerdo de este acontecimiento.
El tiempo se nos echó encima y caminando juntos fuimos en la misma dirección, ella hacia su casa y nosotros a tomar el autobús urbano. A mi pregunta nos aclaró que su nick proviene de una advocación de la Virgen María en Fuerteventura. Prometimos ponernos en contacto en nuestra próxima visita a Cáceres. Nos dimos un último beso y, desde la parada del urbano, vimos a Liova, en la esquina de la calle, agitar su mano en señal de despedida.
Debo reconocer que esta primera experiencia en el encuentro real con un bloguero, en este caso bloguera, ha colmado todas mis expectativas. Gracias Liova por estos momentos tan agradables en tu compañía.