Hace escasamente una semana que mi mujer y yo hemos regresado de un viaje por las Rías Baixas. Prácticamente es el mismo viaje que ya habíamos realizado hace cuatro años con la diferencia de que, en esta ocasión, en lugar de hacerlo por nuestra propia cuenta lo hemos hecho con un grupo de jubilados de Pamplona. El recorrido ha resultado muy agradable y relativamente cómodo, proporcionándonos nuevas y gratas amistades.
Uno de los días teníamos programada una excursión para visitar el Monasterio de Santa María de Armenteira que, casualmente, en el viaje anterior no pudimos ver. A pesar de que el día salió nublado, al poco tiempo comenzó a lucir un sol esplendoroso que ya no nos abandonó en toda la jornada. Llegamos a las inmediaciones del monasterio hacía las diez de la mañana. La visita guiada era a las once por lo que disponíamos de una hora de tiempo libre para dar un breve paseo por una ruta que nos habían recomendado.
El agua desciende rápida |
Comenzamos tomando una pista cómoda que se iniciaba junto a un panel que decía "ruta da pedra e da auga". Caminamos unos 150 metros, cruzamos una estrecha carretera y descendimos por un sendero paralelo a un riachuelo. El itinerario se tornó más agreste y umbrío conforme seguimos el curso del agua. El río Armenteira fluye en cascadas rumorosas sosegándose en pequeños remansos donde refulge, tornasolada, la luz que se filtra a través de las hojas de los frondosos árboles, produciendo unos matices insospechados.
El agua se diluye entre las rocas |
De cuando en cuando, en ambas orillas, alternándose, una reducida construcción de piedra. Son antiguos molinos de agua reconstruidos parcialmente. En algunos de ellos, las redondas piedras para moler el maíz nos hacen rememorar las sensaciones de la dura vida rural. Tiempos pasados, no muy lejanos en esta zona. Exploramos seis u ocho "muiños" e iniciamos el regreso puesto que ahora la subida iba a resultar más costosa. Sorprendido por la belleza del paraje, dí rienda suelta a mi afición fotográfica tomando instantáneas que más adelante deberé seleccionar.
Reflejos en el remanso |
Cuando llegamos al monasterio, era la hora de emprender nuestra visita guiada por el mismo. En las puertas de la antigua residencia obispal, un grupo folclórico desgrana las notas de sus gaitas, mientras contemplamos el rosetón gótico de calados geométricos, florales, sobre la portada con arquivoltas sustentadas por seis pares de columnas.
Agua cristalina |
La iglesia, en forma de cruz latina, consta de tres naves muy simples con bóvedas ligeramente apuntadas, de configuración muy armónica; cada una con sus ábsides semi circulares de ornamentación muy sobria que nos revelan la simplicidad y orden del arte del císter. Cubre el crucero una singular cúpula de influencia mudéjar única en toda Galicia.
que discurre tranquila |
El claustro de mediados del siglo XVI nos muestra en las claves de su crucería los distintos estilos por los que ha ido atravesando. Del primitivo recinto solamente perdura la puerta de acceso. Salimos y contemplamos la fábrica de los ábsides por el exterior. Este monasterio comenzó a edificarse en el año 1168 por San Ero, noble que decidió dedicarse a la vida contemplativa y de quien nuestra guía, en su despedida, nos relató una leyenda muy similar a la navarra de San Virila de Leyre, con alguna pequeña variación.
Uno de los molinos |
Finalizado este acto, mi mujer y yo nos dirigimos a la tienda que regentan las monjitas donde venden artesanía, regalos y artículos producidos por ellas mismas: pastas y sobre todo, unos jabones muy apreciados de glicerina transparente y de aceites vegetales. Compramos unos regalos de recuerdo y el consiguiente dedal para la colección. Preguntamos por Lourdes, una religiosa tudelana prima de mi cuñada. Tuvimos suerte: era domingo y por tanto no estaba en la huerta con el tractor, su labor cotidiana.
Arbol caído en el lecho |
Rápidamente apareció y mantuvimos una charla muy agradable, a pesar de que el fallecimiento de mi hermano también fue tema de nuestra conversación. La vimos muy interesada por nuestras respectivas familias. A mi pregunta sobre los cantos que tendrían lugar más tarde, a la una y cuarto, me contestó que no se trataba de canto gregoriano sino del císter. Nos despedimos de ella con la promesa de que, si nos era posible, asistiríamos a esos cánticos.
El monasterio a la vista |
Nos reunimos con nuestros amigos en un bar cercano y saboreamos un excelente albariño, acompañado de una cazuelica de riquísimas fabes con oreja de cerdo que nos pusieron como tapa. Alguno tomó un ribeiro que dejó en la taza un oscuro y espeso tinte granate.
Nos estaban esperando |
Comprobamos que disponíamos de suficiente tiempo y fuimos a la capilla donde iban a tener lugar los rezos. En un ambiente cálido y lleno recogimiento, las sores comenzaron una suave melodía. Lourdes, al pasar, se apercibió del lugar donde estábamos. Nos impresionó la delicadeza y religiosidad de sus moduladas oraciones. Nos alegramos de haber acudido a este acto porque ella, al finalizar, vino a nuestro encuentro para despedirse. Dos cariñosos besos y sus buenos deseos para nuestro viaje, nos dieron el adiós definitivo.
Los ábsides exteriores del monasterio |
Emprendimos el regreso a nuestro hotel para almorzar, con el grato regusto de la excursión. Jornada completa. Habíamos paseado por un paraje incomparable, nos habíamos impregnado con los conocimientos artísticos de un admirable monasterio encuadrado en lugar privilegiado y, por ende, habíamos tenido un agradable encuentro con una paisana, retirada del mundanal ruido, a quien trasmitimos los saludos que nos había encomendado mi cuñada, su prima, antes de acometer este periplo.
Qué suerte Felipe, tú ya has estado dos veces y yo aún no he pisado Galicia. Es un viaje que tengo en mente, a ver cuándo se hará.
ResponderEliminarLas fotos son preciosas.
Un abrazo.
Cuando veo el verde y el agua matizando edificios de piedra, oigo el fondo de gaitas...Galicia es tremenda. Hace tanto que no llueve por estos lares que me pensaba que eso ya no existía, tendré que ponerme en movimiento y constatarlo. beso
ResponderEliminarMagistral Felipe, al Cesar lo que es del Cesar, pocos te igualan en el arte con el que narras estas crónicas de viaje, aportando magnificas y preciosas fotografías que acompañan graficamente a un excelente texto.
ResponderEliminarLeer tus crónicas de viaje es viajar contigo, un viaje en el que aprendemos, disfrutamos y admiramos los esplendidos paisajes que nos muestras.
Un fuerte abrazom y de nuevo ¡felicidades!
No conozco Galicia, pero creo que siguiendo tu relato ya es como si hubiera recorrido la "ruta da pedra e da auga" y por supuesto el monasterio.
ResponderEliminarUn abrazo
Maravilloso vuestro viaje Felipe, conozco muy bien Galicia, y puedo decirte que siempre que voy a ella descubro nuevos lugares donde la belleza hace su nido, y te acsricia el alma.
ResponderEliminarUn abrazo
He estado en Galicia dos veces, una de ellas, hace muchos años, cuando parte de la mili, en la Marina, la hice allí. Sí, fui un marinero de agua dulce. Y Tengo que decir que es una tierra preciosa, de gente dulce y amable -la que yo conocí así fue- a la que no me importaría volver. Hay tanto que ver. Un abrazo Felipe.
ResponderEliminarCada vez que te leo me supone un viaje ensoñador por aquellos lugares por ti visitados.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegra que hayas disfrutado de tu visita a ese precioso monasterio de mi tierra y disfrutado de nuestros vinos.
ResponderEliminarLo que tiene de bueno ahora el otoño es que vamos todos retomando los "encuentros" en nuestros respectivos blogs.
Un abrazo.
Felipe leerte es viajar contigo, oir el sonido del agua, admirar el paisaje, y sólo te puedo decir ¿ cuándo nos vamos otra vez?
ResponderEliminarUn abrazo
A mediados de octubre tengo programado un viaje a Galicia, viaje que tiene mayor sentido después de leerte. Dudo que el guía me conduzca con la seguridad que voy de tu mano. Un abrazo Felipe.
ResponderEliminarViaje organizado, grupo de jubilados, recorrido agradable y relativamente cómodo pero en cuanto que pudiste disponer de una hora de tiempo libre, a disfrutar de ese maravilloso curso de agua, cascadas y remansos, y la belleza del paisaje, tomar apuntes metales y dejar aquí esta magnífica narración, para nuestro disfrute, gracias.
ResponderEliminarUn abrazo
Felipe, que descripción mas maravillosa has hecho del Monasterio de Armenteira en Galicia que visitamos juntos, después de leerte me dan ganas de volver otra vez. Que capacidad tienes de ver y narrar detalles que a los demás se nos escapan. Además todo eso lo haces sonriendo y haciendo disfrutar de tu compañía.Un saludo
ResponderEliminarHola Felipe, crónica larga y bien documentada, unas fotos preciosas, yo ya conozco Galicia, he ido al menos cuatro veces, siempre he tenido suerte con el tiempo.
ResponderEliminarVolveré a verte y de verdad siento lo de tu hermano, yo adoro a los míos, mejor ni pensar las cosas que pueden pasar. Un abrazo.
Hola Felipe:
ResponderEliminarAcabo de ver tu reportaje de Galicia y tengo que decirte que cada día me sorprendes más con tus habilidades fotográficas y narrativas.
Hicimos el viaje juntos y tengo que leer tu artículo para enterarme de algo que visitamos...
Mi cabeza no está tan lúcida como la tuya, ja ja ja....
Un abrazo de Ana y Pedro