Decidí tomar la carretera que, a través de Soria, Segovia, Avila y Plasencia, me lleva a la lejana Cáceres donde podré disfrutar durante unos días de mi nieto que cumplirá tres meses durante mi estancia en esa ciudad. Tenía pensado parar en San Esteban de Gormaz para estirar un poco las piernas y tomar un tentempié que hiciera más llevadero el camino.
Llegados a esta población, considerando que todavía era pronto, no había hecho demasiados kilómetros y me encontraba muy relajado, continué el viaje sin detenerme. Recordé que, siguiendo la ruta, a unos treinta kilómetros se encontraba un lugar que, años atrás, en otro de mis recorridos, había visitado y me había sorprendido agradablemente. Se trata del segoviano pueblo de Ayllón. Sin dudarlo, me incliné por esta otra opción para disfrutar de un descanso y el consiguiente refrigerio.
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Palacio de los Contreras |
Estacioné el coche junto al río, cerca del hermoso puente romano que evita el río Aguisejo. Por el arco situado frente al puente penetramos en la villa. A nuestra izquierda se nos muestra un palacio edificado en 1497 por Juan de Contreras, cuya fachada está recuadrada por un cordón franciscano y tres escudos de armas. No pudimos contemplar su artesonado que dicen indica que algunas partes del edificio son de época anterior.
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Iglesia de San Miguel |
Por una corta y estrecha calle accedemos a una magnifica plaza porticada de forma triangular. Es la Plaza Mayor en la que se estaba celebrando el mercadillo semanal. Vemos al fondo de la misma el Ayuntamiento sito en el restaurado palacio de los Marqueses de Villena. A su izquierda, se encuentra la iglesia de San Miguel, convertida en oficina de turismo, con su bello corredor encima de la puerta abocinada. A la derecha, algo más atrás, emerge la espadaña de la iglesia de Santa María. Al fondo, a lo lejos, en lo alto del cerro, se asoma la Torre de la Martina, resto de su castillo. En el centro de esta majestuosa plaza, la fuente que ha sido testigo de los avatares de la villa.
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Al fondo la espadaña de La Martina |
En uno de los bares de la plaza tomamos un café acompañado de algo de bollería y nos damos un paseo por las callejuelas sombrías del lugar gozando del magnífico entorno. Entramos en la iglesia de Santa María donde tenía lugar una ceremonia muy similar a la misa. Nos quedamos un tanto extrañados, por más que miramos no vimos ningún cura celebrando sino que la eucaristía la estaba presidiendo una señora.
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Iglesia de Santa María |
Retornamos a la plaza Mayor, donde el mercadillo semanal daba vida y colorido a la misma.. Volvimos a atravesar el arco apercibiéndonos de que se encontraba apuntalado en espera de restauración y nos dirigimos, paseando por la encauzada orilla del río, hacia nuestro vehículo para continuar el viaje.
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Pórticos de la Plaza Mayor |
Aún hicimos una pequeña parada, a un kilómetro escaso de esta población, para contemplar las restauradas ruinas del convento de San Francisco, fundado según tradición por el santo de Asís. Es de destacar la fachada de sillería ornamentada y coronada por una espadaña y tres arcos de medio punto. Actualmente es de propiedad particular y está habilitado para celebrar bodas, banquetes y otros acontecimientos.
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Convento de San Francisco |
Descansados y satisfechos, dimos por finalizado nuestro receso reanudando el camino hacia tierras extremeñas, nuestro todavía lejano destino.
Sin lugar a dudas, la circunvalación de los pueblos nos ahorra tiempo y molestias a la hora de viajar. También, los vecinos de dichos lugares evitan las incomodidades de la circulación pero, lamentablemente, de la misma manera, les quita vida y recursos. De otra parte, los viajeros no tenemos la oportunidad de conocer lugares como el que he descrito. Si en épocas anteriores la carretera no hubiese pasado lamiendo el río, entre éste y el caserío histórico, yo nunca hubiese conocido una villa tan especial y agradable como Ayllón.
Hace ya algún tiempo que viajo sin prisas, disfrutando del placer de conocer los lugares por donde paso ya que me tomo con calma los itinerarios. En ocasiones, puesto que no me angustia la hora de llegada, me desvío para conocer algún lugar de interés que me encuentro durante el trayecto. Es un verdadero placer y merece la pena hacerlo.