martes, 24 de mayo de 2011

Visita a Los Arcos

La mañana ha salido algo encapotada con unas nubes grises que auguraban un mal presagio. A la hora prevista parte nuestro autobús con el fin de realizar la excursión programada.

Tomamos la AP-68 con dirección a Logroño y después de pasar Calahorra nos desviamos para dirigirnos a la población barroca de Los Arcos, a donde llegamos hacia las diez de la mañana.

Un buen tentempié y comenzamos la visita con un recorrido por las calles atentos a las explicaciones de nuestra guía.

Junto a la plaza porticada del ayuntamiento se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de Los Arcos. Al final de la calle, el portal de Castilla abre un hueco en la muralla.

La construción de la iglesia se dilató durante siete siglos desde 1175 por lo que los estilos se suceden unos a otros. La portada, una de las más importantes del renacimiento navarro, sustituyó en el siglo XVI a la antigua románica y está enmarcada dentro de un sobrio pórtico neoclásico del siglo XIX.

Portada de la Iglesia


En el momento en que accedemos al interior, quedamos deslumbrados por la ornamentación barroca de todo el recinto que resulta un tanto agobiante. El retablo mayor del siglo XVII está presidido por una talla gótica del siglo XII de una virgen negra de ojos azules, titular de la iglesia. A ambos lados de este retablo se levantan otros dos de estilo rococó.

Retablo Mayor  y decoración interior


Las paredes laterales  cubiertas de madera con láminas de plata, caso único en España Unos frescos cubren la cúpula y las bóvedas dándoles un colorido extraordinario. Tiene además esta iglesia un claustro románico que nos recuerda el de la catedral de Pamplona.

La torre desde el claustro.


Por una amplia escalinata subimos al coro que consta de 23 asientos, es de estilo plateresco y fue construido en el siglo XVI por Martín Gumet. Sorprende por la decoración policromada de sus figuras de cuerpo entero en lugar de bustos como suele ser habitual. En una estancia aneja las reliquias y los cantorales. Una de las joyas de esta iglesia es un magnífico órgano del siglo XVIII en perfecto estado de conservación y totalmente en uso.



El coro

El órgano

Históricamente Los Arcos fue durante trescientos años un enclave castellano en territorio del reino de Navarra. Esta circunstancia supieron aprovecharla sus vecinos haciendo valer los beneficios concedidos por ambos reinos. Hoy día, esta población alberga el Circuito de Navarra para carreras de vehículos a motor inaugurado en junio del pasado año.

Afortunadamente los malos augurios iniciales de la mañana no se han cumplido. Luce un sol espléndido que nos invita a continuar con nuestro viaje en dirección a Viana.


miércoles, 11 de mayo de 2011

El regalo de Katy

Como no hay dos sin tres, esta vez ha sido mi amiga virtual Katy la que me ha hecho partícipe del presente obsequio que acepto con sumo agrado y agradezco sinceramente.


Katy, a la que conocí a través de Blogueros Mayores, es una excelente narradora que me hace entrever la realidad de los viajes que ha realizado y que describe con una gran maestría. Lo podréis comprobar visitando estos blogs de los que es autora: ciudadana del mundopasitos cortos o tocando otros palillos.

Como ya he dicho en otras ocasiones, no suelo seguir ninguna cadena, por tanto no voy a facilitar ningún nombre. Me voy a limitar simplemente a recomendaros cualquiera de los blogs que figuran como mis preferidos en mi sidebar. Todos y cada uno de ellos gozan de mi consideración y merecen ser mencionados. 

Gracias de nuevo Katy por haberme tenido presente en tu relación.   

domingo, 8 de mayo de 2011

Rememorando Cáceres

Acabo de regresar de Cáceres y todavía perduran en mi recuerdo las imágenes de esta monumental ciudad. A pesar de los grandes desniveles que la caracterizan no resulta excesivamente incómoda. Las distancias no son grandes y el casco histórico está concentrado en un espacio muy delimitado y céntrico.

Deambular con calma por las calles y paseos cercanos a este recinto es una delicia. Tienen vida propia. Comenzamos por la comercial Avenida de España, más bien por el hermosísimo paseo central llamado de Cánovas, en esos momentos muy concurrido y bullicioso a causa de la celebración del día del libro. El sonido de la caída del agua de la fuente apenas se escucha amortiguado por los sonidos originados por la intensa circulación en ambos sentidos desde Virgen de la Montaña a General Primo de Rivera.

Al finalizar este paseo, seguimos por San Antón, dejando a la izquierda el Gran Teatro y accedemos a la zona peatonal comercial  de la calle San Pedro. Llegados a la plaza de San Juan, casi nos damos de bruces con una oscura estatua femenina que nos ofrece el diario. Está en el centro como un viandante más. En un costado, la bonita iglesia gótica de San Juan. Las figuras broncíneas de dos nazarenos custodian la puerta mientras observan de reojo a la vendedora de periódicos.

Paseo de Cánovas


Continuamos por la calle Pintores. Comercios de todo tipo jalonan ambos lados de la vía que semeja un hervidero humano. Al final la Plaza Mayor recientemente remodelada. Antes de entrar en ella dejamos atrás la callejuela que nos lleva a otra de escaleras llamada Alzapiernas, donde solemos comprar artículos de la zona. Graciosa y exacta la denominación de esta calle.

Entramos en la plaza y, con el Ayuntamiento en nuestra espalda, contemplamos la situación. A la derecha, a una cierta altura, el casco histórico encerrado en su muralla, enfrente de éste casas encaladas con soportales de madera que albergan los numerosos bares y restaurantes en cuyas terrazas se pueden degustar los exquisitos productos ibéricos y los sabrosos quesos extremeños. Otro tanto ocurre al fondo de esta plaza en la que se observa un muy apreciable desnivel.

Arco de la estrella

Torre de Bujaco


Junto a la plaza de San Mateo


Nos dirigimos a las graníticas escaleras del lado derecho y, bordeando la torre almohade de Bujaco, accedemos por el Arco de la Estrella a ese maravilloso conjunto que nos transporta a épocas pasadas. Recorremos el Adarve hacia la concatedral de Santa María. Nos detenemos para admirar además de ésta los numerosos palacios y monumentos: Golfines de arriba y de abajo, Ovando, Torre de las Cigüeñas, casa de los Toledo-Moctezuma, etc. etc.

Aljibe de San Francisco Javier


Casa de las Veletas. Aljibe musulmán


En la plaza de San Jorge se encuentra la iglesia de nuestro paisano San Francisco Javier y, por una calle lateral, pasamos a conocer el aljibe más grande de la ciudad, construido por los Jesuitas en el siglo XVIII, excavado en la misma roca. La plaza de San Mateo nos conduce a la casa de las veletas, ahora Museo Arqueológico Provincial, donde visitamos su impresionante aljibe de la época musulmana.


Concatedral de Santa María

Un hermoso balcón


En la calle Ancha están los palacios que ahora constituyen el Parador de Turismo y por ella desembocamos en Puerta de Mérida. Muy cerca, la Casa del Mono nos muestra en su gárgola los signos de su novelesca leyenda. Una imagen pétrea de nuestra patrona Santa Ana, en un arco de la muralla en el adarve que porta su nombre,  nos produce un ligero cosquilleo de emoción al recordarnos nuestra tierra.


Santa Ana en el adarve


Pasadizo del adarve de Santa Ana


Volvemos sobre nuestros pasos y descendemos hasta la Plaza de Conquistadores, también llamada de Colón,  y en una terraza nos tomamos una cervecita bien fría que nos alivia el cuerpo. Con el fin de que la bebida no caiga muy honda, la acompañamos con un poco de chorizo y salchichón, ibéricos por supuesto. Reconfortados como Dios manda regresamos a casa

miércoles, 4 de mayo de 2011

Océano

Acabo de releer la novela de Alberto Vázquez-Figueroa titulada Océano que, junto a Yaiza y Maradentro constituyen una trilogía cuyos protagonistas son la familia Perdomo, alias Maradentro.

A finales de los ochenta la leí por primera vez y me agradó, pero ha sido ahora cuando verdaderamente me ha cautivado. En esta ocasión me he sentido como un observador directo de de las desventuras de los Perdomo rememorando mi viaje realizado, hace ahora cuatro años, a la isla de Lanzarote.

He caminado con Yaiza, la que tenía el “don de aplacar a las bestias, atraer a los peces, aliviar a los enfermos y agradar a los muertos”, por las arenas de Playa Blanca, donde me di algún chapuzón. He atisbado desde la Punta del Papagayo, descendiendo para bañarme, como entonces en sus azules y cristalinas aguas, la cercana Fuerteventura sin saber hasta este momento que ante mis ojos se encontraba la Isla de Lobos, primer escondrijo de Asdrúbal Perdomo.

El infierno de Timanfaya


He recorrido nuevamente el infierno de Timanfaya con Pedro el triste, cabrero de Tinajo, población donde comí un excelente conejo con caracoles. He percibido el pánico de Milmuertes y de Dionisio, abandonados a su suerte por el enigmático cabrero en algún sitio parecido a la Cueva de los Verdes. Con Damián Centeno he sufrido la sed y el desamparo en el pedregal del Rubicón.

Extraño cromatismo del Golfo


Con Abel Perdomo, a bordo del Isla de Lobos, he recorrido la costa de Barlovento dejando atrás El Golfo con su lago de aguas verdes, los peligrosos bajíos de Timanfaya y las playas de Famara vigiladas por sus acantilados. He pasado el estrecho canal junto a La Graciosa, isla contemplada cuatro años atrás desde el Mirador del Río. He desembarcado muy cerca de Órzola con sus hijos Sebastián y Yaiza en el Malpaís del Corona. Aquí,  el negro de la lava y el verde de la vegetación, unidos al blanco de la finísima arena y el límpido azul del mar, convergen conformando un conglomerado de maravillosas tonalidades difíciles de describir.


Malpaís del Corona

Conjunción de colores en la costa del Malpaís del Corona


No he acompañado a los Maradentro a degustar el Gofio, sin embargo he recordado el exquisito sabor de las lapas, de las omnipresentes papas arrugás y del ardoroso mojo picón.

He seguido a Yaiza hasta casa de Rufo en Haría, la del hermoso palmeral, para esconderse de la persecución de los sicarios contratados por don Matías Quintero, cuyos viñedos he observado minuciosamente en La Gería, admirando el laborioso procedimiento para cultivar las vides, tal como hice durante mi tránsito por esta zona vinícola.


Haría

Viñedos en La Gería


He asistido, con nocturnidad, al embarque de la familia Perdomo al completo emprendiendo su aventura oceánica para hacer las Américas.

Una lectura completamente distinta a la que hice en su momento. Sin duda, el conocimiento de los lugares en los que se desarrolla la acción de un relato le da una nueva dimensión. Me congratulo de haber cedido a la tentación de leer de nuevo esta novela que me ha hecho revivir las emociones de un viaje inolvidable donde pude apreciar el encanto de ese extraño paisaje tan opuesto a todo lo que yo había visto hasta entonces.

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