lunes, 28 de marzo de 2011

Verduras



Tudela se va a ver inmersa durante diez días en la celebración de unas jornadas de exaltación y fiestas de la verdura, producto por excelencia de esta zona de la Ribera de Navarra.

El pasado viernes asistí invitado (otra vez) a la presentación e inauguración de dichas jornadas, acto celebrado en el Hotel Tudela Bardenas que fue iniciado por Javier Añon,  presidente de la Orden el Volatín, Luis Casado, alcalde de Tudela, Elena Torres,  presidenta del Parlamento de Navarra, y el presidente de Navarra Miguel Sanz, por este mismo orden. Además de las fuerzas vivas, se congregó numeroso público invitado. Allí me reencontré con alguno de mis  compañeros de fatigas durante la javierada.

Nos fue entregado el programa de los actos que constituyen el cuerpo central de estas jornadas en las que abundan los espacios festivos, culturales, gastronómicos, deportivos y lúdicos desde el día 29 de marzo hasta el 8 de mayo. Concursos, degustaciones, talleres de cocina, conciertos, ferias, charlas, cenas populares y catas se darán la mano con atracciones infantiles, visitas a monumentos, fincas y factorias, exhibiciones de bailes y hasta un record Guiness. Un amplio abanico de actividades para todos los gustos y edades.

Luis Casado, Miguel Sanz, Elena Torres y Javier Añón

Esta es la decimosexta edición de unas jornadas instituidas por la Orden del Volatín con la finalidad de promocionar, difundir y consolidar las excelencias de los frutos de nuestras huertas. La cultura hortícola es consustancial a nuestra ciudad desde tiempos inmemoriales y no se entiende Tudela sin la verdura. Ya en el siglo X, el conocido Moro Rasis decía:

E todo el mundo se maravilla por la bondad del termino de Tudela, que el su pan non ha par.A muchas vinas e muchas huertas, buenas tierras e crianças;E los sus frutales dan tan sabrosas frutas que non vos las podría ome contar nin dezir.E las sus aguas entran en el rrio de Ebro, e a la puerta de la villa esta la puerta de sobre el rrio Ebro,E so los arcos de la puente están las açenias, que por ninguna guisa nunca las podrán vedar molienda.

Es la temporada de las mejores verduras de la zona: Alcachofas, espárragos, lechugas, borrajas, acelgas, achicorias, habas, guisantes, cebolletas, rabanetas etc. toda la gama que se pueda desear y toda de la mejor calidad. Algunas de ellas con un prestigio contrastado como los espárragos de Navarra, las alcachofas de Tudela y los cogollos de Tudela. ¿Quién no ha oído hablar de ellos?

Plantación de alcachofas


A esta calidad de las materias primas, se une el buen hacer del sector de hostelería que utilizando estos productos ha creado platos y pinchos de sabores exquisitos que deleitan nuestros sentidos. La vista con su sinfonía de colores, el olfato con los delicados aromas que emanan y el gusto con las deliciosas sensaciones que trasmiten a nuestro paladar.

Lo famosos cogollos de Tudela


A esto se une que el guiso por excelencia de Tudela, la menestra, en este momento está en su punto álgido por la conjunción óptima de sus componentes imprescindibles: alcachofas, espárragos, habas y guisantes.

Se augura un nuevo éxito y una gran afluencia de visitantes de toda España, propiciada por la la exposición de estas jornadas de exaltación de la verdura recientemente en la Feria Intenacional de Turismo, Fitur.


Y es que, verdaderamente, como dijo Javier Añón, Tudela es tradición de verdura.

jueves, 24 de marzo de 2011

La Casa del Almirante

Días pasados recibí una invitación para asistir a la presentación de número 22 de la revista Conocer Navarra de la que soy suscriptor. Habitualmente no suelo asistir a este tipo de sucesos salvo en contadas ocasiones. Esta ha sido una de ellas. El atractivo para mí radicaba en la visita guiada a la Casa del Almirante, recientemente restaurada por el ayuntamiento de Tudela,  lugar donde estaba anunciado este acontecimiento. Sin pensarlo dos veces, confirmé mi asistencia al acto.

La Casa del Almirante es un edificio de tres plantas, de ladrillo, construido a mitades del siglo XVI sustituyendo una casona previa del siglo XV. Fue la residencia de la familia tudelana Cabanillas Berrozpe. En su fachada destaca la espléndida decoración de los dos balcones de la planta principal con tres figuras antropomorfas platerescas.  Una segunda planta con tres ventanas sencillas culminada con una galería de arquillos y un alero decorado profusamente. Entre las ventanas  y los arquillos hay un interesante friso en relieve.

Todo esto ya lo conocíamos tras la restauración de la fachada llevada a cabo en 1997 por María Forcada, última propietaria de esta mansión. Esta afamada decoradora tudelana cedió últimamente este palacio al Ayuntamiento de Tudela, quien ha restaurado el interior recientemente con fines culturales.

El patio interior

La escalera

La restauración, dirigida por Belén Esparza, ha conservado íntegramente hasta la segunda planta la escalera principal, las maderas originales de techos y cornisas, las puertas y decoraciones de las columnas del sobrio y reducido patio interior de estilo aragonés de esa época. Del resto de las plantas, dedicadas a cocinas y servicios,  se ha podido aprovechar muy poco de los elementos originales, a pesar de ello el conjunto resulta muy armónico. Ha quedado un espacio muy digno para exposiciones, presentaciones y otros eventos de este tipo.

Detalle de las puertas de la sala

La sala principal

Se ignora qué maestros albañiles la edificaron, sin embargo, se sabe la relación de todos los propietarios que ha tenido a lo largo los años. También se desconoce la causa del apelativo de este palacio. Dicen que el hijo de un señor que fue almirante murió en esta casa, pero dicho almirante no vivió nunca en ella, por lo que es muy probable que no tenga ninguna relación. En el siglo XIX se pintaron unas carabelas en la fachada. Piensan algunos que dado el carácter guasón de los tudelanos, quizá pusiesen “almirante” como apodo en tono jocoso al dueño que ordenó pintar dichas embarcaciones.  

Detalle de una columna del patio interior

Se une este inmueble a la lista de las casas palacios restauradas como espacios vivos que cumplen una gran labor cultural como el palacio de los Huarte, donde se ubican la biblioteca y los archivos municipales; el palacio del Marqués de San Adrián, sede de la UNED; el palacio de los Veráiz, donde está el Museo de Arte Moderno Muñoz sola; y el Palacio Decanal  que acoge el Museo y los Archivos Diocesanos.

Fachada desde la calle Cárcel Vieja

Todavía queda alguno más en que hacer la correspondiente actuación, pero todo se andará. Las cosas de palacio, nunca mejor dicho, van despacio.

La presentación de la revista, pretexto de mi asistencia, fue un acto breve pero muy ilustrativo. Conocer Navarra es una publicación trimestral dedicada como su mismo nombre indica a potenciar el conocimiento de nuestra comunidad. Sus artículos, fotografía y planteamiento son magníficos. Además tiene una utilidad práctica encomiable a la hora de proyectar un viaje o una simple excursión.  

martes, 22 de marzo de 2011

Tarde primaveral

Los melocotoneros en flor

Ya está. Ya se encuentra entre nosotros la anhelada primavera. El invierno se nos ha despedido crispado con sacudidas sísmicas lejanas y oleajes furibundos, dantescos.

Todavía con la memoria fresca con los últimos acontecimientos, se nos ha colado de rondón, casi sin avisar, amagando con calores estivales.

La cumbre del Moncayo parece levitar

Salgo en dirección al huerto y me topo de manos a boca con un panorama digno de la mejor postal. El Moncayo con un hermoso y abundante manto nevado, como de armiño, parece aguardar, levitando, nuestra llegada al final de la carretera.

Todavía aguanta la flor en los almendros

Abeja libando en la flor del pero

La flor de los almendros está ya un poco pasada, sin embargo los melocotones están en plena florescencia rosácea. Las abejas libando el néctar realizan, incansables, su trabajo de polinización. Los peros comienzan a florecer y los manzanos permanecen todavía cerrados, pretendiendo abrir imperceptiblemente sus pequeñas hojas. El romero nos muestra, resaltando del aromático verde, sus flores violáceas.

El romero florecido

Repaso los troncos de los chopos y constato que no hay setas. Tampoco han despuntado los espárragos silvestres de la planta del ribazo. ¡Mala suerte!

Las setas brillan por su ausencia

Sin apenas darme cuenta, se me viene encima el anochecer. En el horizonte, entablan su lucha cotidiana contra las sombras el gris de las nubes y los resplandores crepusculares del sol ya desaparecido.

Encendido el rostro agradablemente por la tarde radiante, retorno a casa alegre y cansado. Al poco tiempo me reciben las luces de la ciudad con sus guiños amarillentos. Es hora de cenar.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Loperena

Autorretrato
Antonio Loperena Eseverri, de raíces salacencas, nació en Arguedas (Navarra) un 4 de septiembre de 1922. No tuvo una infancia fácil puesto que a los cuatro años padeció de meningitis y ya durante la convalecencia dio muestras de su habilidad para dibujar.

A los 14 años comenzó a trabajar en el oficio de su padre como pastor y ganadero en las Bardenas y allí fue donde se consolidó su vocación como pintor y escultor, siendo su formación totalmente autodidacta. Es conocida la habilidad que tenía desde muy joven para modelar figuras con la navaja en un trozo de madera.

Arriesgadamente dió un salto cualitativo abandonando el pastoreo para dedicarse por entero al arte. Fueron unos años difíciles puesto que España se encontraba deprimida por una posguerra en la que todavía seguía establecido el racionamiento.

En 1952, ya casado, se trasladó a Tudela con el fin de aprender concienzudamente su oficio mediante el tratamiento de la piedra, el mármol y el modelado de la arcilla. En la calle Herrerías montó un taller de escultura y pintura. En nuestra ciudad permaneció hasta su muerte ocurrida  el 19 de febrero del año pasado.

Sus obras están distribuidas por varios continentes y en su larga trayectoria recibió numerosos premios. Realizó esculturas en Estados Unidos, Méjico, Venezuela, Ecuador y Costa Rica. En Navarra son muy conocidos sus trabajos como, por ejemplo, el busto que realizó de Miguel Indurain, el monumento al pastor en Isaba y otro en el término bardenero de El Paso. En Tudela el monumento a La Jota, el del Hortelano en la puerta de la mejana y el de Sancho VII El Fuerte en la plaza de su nombre. En Calahorra (La Rioja) el monumento de tres metros de altura, en un solo bloque, dedicado a Marco Fabio Quintiliano.

Monumento al Pastor Bardenero

Sus grandes pasiones fueron sin ningún género de duda las Bardenas y los toros, fuente de inspiración de la mayor parte de sus pinturas. Poseía una gran imaginación captando inmediatamente los rasgos característicos para la consecución de sus trabajos.


Contemplando sus magníficas figuras realizadas tanto en piedra como en madera, escayola o marfil, causa estupor considerar que un hombre sin ninguna formación académica artística sea capaz de ejecutar semejantes esculturas. Otro tanto se podría decir de sus cuadros.

Tudela. Monumento a Sancho VII El Fuerte

Antonio atesoraba una gran humanidad y un carácter fuerte, risueño y socarrón como buen ribero. Gozaba de la general estimación de sus convecinos y apreciaba con máximo orgullo, entre sus múltiples galardones, el de Tudelano Popular, el Zahorí de Plata, la Insignia de oro de Arguedas, su pueblo natal, y el de Bardenero Mayor, todos ellos otorgados por peñas y asociaciones de La Ribera.

Tudela. Monumento al hortelano

Yo no soy entendido en arte. Me gustan sus esculturas y algunas de sus pinturas, pero mi admiración por él radica primordialmente en su personalidad, con independencia de que su obra sea buena, regular o excelente. Daba la impresión de que la bondad era consustancial a su persona y, por añadidura, mejoraba en las distancias cortas.


Tudela. Monumento a la jota.

La entidad bancaria donde yo prestaba mis servicios tenía habilitada una hermosa sala a la que acudían pintores de renombre para hacer sus exposiciones. Loperena, en su afán infinito por conocer y aprender, gustaba de disfrutarlas a sus anchas, sin público. Nosotros le facilitábamos el acceso con sumo agrado por nuestra parte y gran satisfacción por la suya. El permanecía durante largo tiempo examinando detalladamente todas las obras. Cuando terminaba su inspección, se acercaba a conversar un rato con nosotros y gozábamos de sus sabrosos comentarios y opiniones, aderezados con el buen humor que le caracterizaba y que hacía de él un excelente contertulio.

Tudela. Calle San Pedro

Recuerdo que en una ocasión exponía el difunto Vicente Piernagorda, pintor de Baena, en cuyos cuadros estallaba la luz de Andalucía. La blancura de sus casas resultaba apabullante. Antonio abrió la puerta, dio dos o tres pasos, retrocedió y exclamó admirativamente:
¡Ahí va!... ¿Que ha hecho este hombre con la luz?...
 No le dolían prendas a la hora de otorgar sus elogios y tampoco se retraía en la crítica cuando algo no era de su agrado. En alguna ocasión se le oyó decir ante las creaciones de un pintor con el tema de las Bardenas, que él tan bien conocía:
¡Así no!. ¡Así no es la Bardena!.
Acabo de visitar en el Centro Cultural Castel Ruiz de Tudela la exposición, realizada al cumplirse un año de su fallecimiento, en la que su familia ha logrado reunir numerosas obras cedidas generosamente a este fin por sus propietarios. Es, sin duda alguna,  una magnífica exhibición de su dilatada creación artística.

Sirva este sencillo post como muestra de mi adhesión más efusiva al homenaje suscitado por mediación de este evento y de agradecimiento a su familia por haberlo propiciado.


Nota aclaratoria:
Las fotografías de los lienzos del Autorretrato y de la calle San Pedro me han sido cedidas por su hija Imelda , 

viernes, 11 de marzo de 2011

Cabezo del Fraile

Recuperado de la javierada gracias al descanso de estos días, me he puesto en contacto con mi hermano para reanudar nuestros paseos semanales. A propuesta mía, decidimos dirigirnos a Las Bardenas Reales de Navarra, concretamente al paraje denominado Cabezo del Fraile. El día es ideal para hacer esta excursión: soleado pero no caluroso.

Dicho y hecho. Tomamos la carretera N-126 que une Tudela con Tauste. Al llegar al Km. 22, escasamente a uno de la muga con Aragón, giramos a la izquierda, ascendemos suavemente por una pista y llaneamos durante cuatro kilómetros y medio hasta llegar a un corral de ganado en cuyas inmediaciones dejamos el coche, justo al lado de otro con matrícula francesa.

Ante nosotros tenemos un solitario y abrupto picacho enhiesto orgullosamente sobre una corona de tierras calizas con el frente cortado como una pared. Quedamos un tanto sobrecogidos al pesar que debemos alcanzar la cima de semejante peña.

Cabezo del Fraile visto de frente

Vemos un cartel anunciador de las características del lugar y observamos que existen mojones indicadores de la ruta a seguir. La iniciamos circundando un pobre sembrado. Atravesamos un par de barrancos y llegamos a un montículo que remontamos y nos señala claramente la senda pedregosa que trepa por la ladera. Delante de nosotros, a unos trescientos metros, un grupito de cuatro personas que suponemos son los franceses.

Iniciando el ascenso 

El sendero asciende duramente entre peñascos y torrenteras jalonado cada cierto trecho por las señales verdes y blancas pintadas sobre las mismas piedras. Mi hermano me señala excrementos que según dice son de zorro. Tomillos y romeros de pequeño porte constituyen la vegetación de estos altozanos junto a algún matorral espinoso. Los espartos se han quedado atrás en los barrancos.

Ahora un poquito más suave

De vez en cuando algún falso llano, pero los repechos son continuos y exigentes. En los dos tramos finales, durísimos, nos situamos a escasos cien metros de los franceses. Llegamos a un descansillo, prácticamente ya en la cúspide, y reposamos sentados en unas rocas. Contemplamos boquiabiertos la fantástica panorámica que se abre ante nosotros.

Cabezos truncados y labrados

Reanudamos la marcha por una suave vereda que nos conduce junto a unas enormes rocas hasta la cumbre formada por una pétrea planicie larga y estrecha. Espectacular. Estamos en uno de los puntos más elevados de Las Bardenas, rodeados del vacío por todos lados. Lástima que una leve neblina impida la visión clara porque el panorama es increíble. Ante nuestra vista la Bardena Blanca y la Negra con el montículo del santuario de Sancho Abarca, todo el valle de Ebro, una serie de cabezos truncados artificialmente por los labrantíos, y todo a nuestros pies. Si no fuera por la tenue calima contemplaríamos el Moncayo y las poblaciones de Tauste, Buñuel, Cortes, Fustiñana, Cabanillas, Fontellas, Ablitas e incluso Tudela.

Otra panorámica desde la cima

Curioseamos los restos del estratégico castillo de Sancho Abarca y una sima parcialmente obstruida. Parece ser que aquí existió un antiguo poblado de la edad del bronce. Mi hermano se acerca al precipicio mirando hacia abajo. Yo no puedo hacerlo, la sensación incómoda del vértigo me lo impide. Junto a la boca de la sima una placa metálica con la inscripción de un horrible pareado que dice lo siguiente:
Cabezo el Fraile
Cuanto te quiero
Estar sentado aquí es como
Estar en el cielo.
Un bardenero
Saludamos a los franceses que están haciendo fotografías. Les pregunto si desean que les haga una del grupo y acceden encantados. Ellos corresponden y nos hacen otra a nosotros. Nos despedimos y comenzamos el descenso.

Panorama a través de las rocas

Lo hacemos por el mismo itinerario de la subida. Bajar es mucho más llevadero. Desde este emplazamiento, el cerro semeja la enorme quilla de un barco. Mientras nos deslizamos entre los riscos, comentamos que, durante el recorrido, no hemos visto ningún animal de ninguna especie a pesar de que, según me aclara, este es tiempo adecuado para que haya perdices. Solamente un par de pajarillos han revoloteado cerca de nosotros.  

El cabezo visto de costado

Después de echar una ojeada a un hermoso barranco, bordeando de nuevo el sembrado y disfrutando de las bonitas imágenes del cabezo,  llegamos al emplazamiento donde está nuestro vehículo. Emprendemos el retorno a casa para llegar con el tiempo justo de darnos una ducha antes de comer.

Ciertamente, ha sido muy satisfactoria la visita a este lugar tan especial, uno de los más desérticos y olvidados de las Bardenas Reales de Navarra.

martes, 8 de marzo de 2011

Crónica de una Javierada




Al abrir la primavera


A Javier van los caminos...







Jueves 3 de marzo: Tudela/El Yugo

Ha amanecido con numerosas nubes grises preñadas de negros presagios. Los augurios se han confirmado, a las dos de la tarde ha comenzado a caer una fina lluvia. No obstante, el desánimo  no ha hecho su aparición y a las cuatro en punto, tras la oración al inicio del puente, tomamos la salida ataviados con chubasqueros multicolores.

Iniciamos la andadura desde el viejo puente de Tudela

La marcha por el camino de las Norias y el soto de Traslapuente no ha sido excepcionalmente incómoda a pesar del tenaz sirimiri que se ha unido a nosotros como un peregrino más, ya que la pista no estaba en esta ocasión excesivamente embarrada y, al salir a la carretera, incluso ha sido más sencillo el caminar. El calabobos, cual Guadiana, desapareciendo y volviendo a aparecer.

Por el camino de Carramurillo

Avituallamiento en el despoblado de Murillo de las Limas. Unas pastas y café calentico que sabe a gloria.

Nuestro primer avituallamiento

Reanudamos la andadura y a las siete menos cuarto nos plantamos en Arguedas. El poste indicador marca el Km. 16 a la entrada de la población. Hemos conseguido una media muy aceptable. Atravesamos el pueblo e iniciamos la dura ascensión hacia la ermita de Nuestra Señora del Yugo por el estrecho. Son cinco kilómetros de agotadora pendiente que nos obliga a regular nuestro paso. Poco a poco, conforme vamos superando una rampa tras otra, la noche se nos viene encima.

Jadeantes, vislumbramos unos focos en la lejanía. Son los del albergue junto a la iglesia. Aún nos queda un buen trecho. No han dado las ocho, cuando cruzamos el umbral.

Nuestra intendencia nos ha preparado un tentempié al que acompañamos con unas cervezas y posteriormente sacamos nuestras bolsas de los coches de apoyo. A los que nos quedamos a pernoctar, cuatro mujeres y siete hombres,  nos asignan nuestras habitaciones.

El agua caliente de la ducha y una copiosa cena nos hacen revivir. Unos cafés, unas copitas y se inicia una partida de chinchón. Una vez finalizada nos vamos a dormir. La noche está fría.

Viernes 4 de marzo: El Yugo/Murillo el Fruto

Diana a las siete de la mañana. ¡Sorpresa! Caen algunos copos de nieve y está lloviendo con bastante intensidad.

Nos aseamos, vamos a desayunar y mientras esperamos la llegada del resto del grupo, ayudamos a nuestra intendencia, que ya está al pie del cañón bajo un cobertizo, a pelar las patatas para el calderete de la comida.

Como cuentas de rosario van llegando peregrinos de los distintos pueblos de la Ribera. El almuerzo, contundente pero no pesado, nos pone a punto para reiniciar la marcha. Nuestro grupo acude a la ermita a recibir la bendición del peregrino. Resuena con fuerza la jota navarra:

Es morenica y galana.
La patrona la Ribera
es morenica y galana
y no hay pintor que la pinte
ni una imagen que la iguala.
La patrona la Ribera
es morenica y galana

Salimos y… en marcha. Bien abrigados, con chubasqueros y paraguas en ristre reanudamos nuestra andadura que nos dejará al final de la tarde en el pueblo de Murillo el Fruto.

Descenso de la ermita del Yugo

Desde la bajada del Yugo hasta la subida de Landazuría, o de las Mulas, como la llaman otros, la ruta al ser de piedras y zahorras compactadas permite un tránsito firme a pesar de la  lluvia persistente, cansina. Esta de las mulas es la cuesta que nos remonta al Plano, espacio que ineludiblemente debemos atravesar.

Aquí la cosa se pone fea. El piso, consistente en tierra arcillosa, tiene un manto de lodo que dificulta la caminata. Los vehículos de Cruz Roja y de apoyo han hecho que este sendero sea muy complicado. En algunos tramos abandonamos el itinerario y avanzamos por los rastrojos e incluso por los sembrados. El aguacero continúa, no copiosa pero sí ininterrumpidamente.  Se ha convertido en nuestro fiel compañero de viaje.

En el Plano el camino está impracticable

Es la una y aún nos quedan cuatro kilómetros endiablados entre el barrizal para iniciar el descenso del Plano. Aquí ya no sirve tener ningún cuidado para recorrer este tramo. La preocupación primordial es mantener el equilibrio y olvidarse del lodo.

Al finalizar el descenso nos encontramos con el lugar habilitado para comer. Nos reciben con un caldico arregla cuerpos. Nos disponemos a reponer fuerzas con un sabroso calderete de conejo, postres de frutas, café y licores. Se nos ha elevado la moral  y… ¡ha dejado de llover!

Ya tenemos a la vista el Monasterio de la Oliva

De nuevo en marcha. Un buen trayecto por mejores calzadas nos deja a las puertas del cisterciense Monasterio de la Oliva. Una breve visita y continuamos por un paseo paralelo a la carretera que nos sitúa en un par de kilómetros en Carcastillo. Reagrupamiento en el bar programado donde tomamos unas cervezas que nos reconfortan.

Altar mayor de la iglesia del monasterio

Un par de kilómetros nos faltan para llegar a nuestro destino, el final de esta etapa.  Parece que nos han salido alas. Recortamos esta distancia con prontitud y nos situamos en la plaza de Murillo el Fruto. Son las seis y media de la tarde.

Dejamos atrás Carcastillo

Estoy extenuado y no me apetece ducharme con agua fría. Me aseo como puedo y me preparo para acudir a la misa de peregrinos. Ha acudido gente de Tudela en sus vehículos, entre ellos el sacerdote de nuestra parroquia Madre del Buen Pastor, que oficiará la ceremonia. Al finalizar ésta, vibrante, vuelve a oírse la jota navarra:

Tiene sabor peregrino.
La jota de la Ribera
tiene sabor peregrino  
y, como Raimundo Lanas,
la cantamos en Murillo.
La cantamos en Murillo
la jota de la Ribera

A continuación disfrutamos de la cena que nuestra intendencia nos ha preparado en un local dispuesto a este efecto. Más tarde un poco de diversión a base de canciones populares, no mucha porque mañana la jornada es larga.

Finalizada la juerga, los que no tenemos un lugar para descansar, podemos hacerlo allí mismo. Tiendo mi colchoneta y, arropado en el saco de dormir me dispongo a pasar la noche.  

Sábado 5 de marzo: Murillo el Fruto/Sangüesa

He dormido poco y mal. A las cinco de la mañana ya estoy en pie. El tiempo hasta la hora del desayuno se me hace eterno. Me da la impresión de que las agujas del reloj son de plomo

A la hora de desayunar no tengo apetito y solamente tomo un huevo frito y un café. Se que esto es peligroso puesto que nos esperan cinco horas y media ininterrumpidas de caminar, pero no tengo ganas de más.

Iniciamos la marcha por la carretera de Ujué

Ha amanecido un día espléndido, soleado, sin nubes pero la temperatura es baja. A las nueve nos ponemos en marcha. Andamos durante una hora por la carretera de Ujué y tomamos un camino a la derecha que, remontando el río Aragón, no dejaremos hasta llegar a Gallipienzo.

El piso está muy bien, es arenoso y no hay barro salvo en algún que otro sitio. Marchamos por el valle y el sol comienza a calentar de tal modo que nos vemos obligados a desprendernos de ropa de abrigo.

El camino discurre por bellísimos parajes

El camino discurre paralelo al río, entre pinos, carrascas, jaras, romeros, bojes, tomillos… haciendo múltiples toboganes, unas veces al nivel del agua, otras a bastante altura. Los montes nos rodean por todas partes. El murmullo del torrente  nos va haciendo compañía. Por doquier, almendros en flor rompiendo la monotonía del verde. Es un paisaje de ensueño.

Sin dejar el río Aragón

Nos van adelantando grupos de jóvenes en bicicletas de montaña con el mismo destino que nosotros. Abajo, la larga lengua verdosa del Aragón lame las riberas. Seguimos caminando sin parar. Mis compañeros me informan que, a continuación de una cuesta a la que llaman la liviana, la ruta es más llevadera. Es la primera vez que hago este itinerario, anteriormente siempre lo había hecho por San Isidro del Pinar, parando a comer en Gabarderal,  despues de atravesar el monte Peña. 

Llegando a la cuesta "la liviana"

Vemos ya la liviana. Se trata de una cuesta corta pero muy empinada. Quedo algo rezagado de mis compañeros y la culmino entre jadeos. Un pequeño avituallamiento y reagrupamiento. Solamente tomo dos vasos de agua con limón.

Vigilando el río, arriba, el antiguo Gallipienzo

Comenzamos el descenso. En nuestro frente, en las alturas, el antiguo pueblo de Gallipienzo y su castillo. Avanzamos junto al río un largo trecho. No me encuentro con muchas fuerzas, me descuelgo algo de mis compañeros, que siguen con buen ritmo, y me uno a otros que iban más retrasados. Se me hace muy largo pero por fin llegamos a la plaza del nuevo Gallipienzo a cerca de las dos de la tarde.

A esto se debe el color verde del agua: reflejos.

Tenemos la comida preparada en un restaurante.  Como poco. No me pasa la comida. Tomo una infusión de manzanilla y no me asienta el estómago. Solamente nos faltan quince kilómetros, es decir, dos horas y media de andadura, pero decido no hacer tonterías y, junto a un compañero cuyo pie es toda una ampolla sangrienta, aprovechamos para que uno de nuestros coches de apoyo nos conduzca al hotel donde tenemos previsto pernoctar.

En el hotel, descanso un rato, me ducho y poco a poco me voy reponiendo, tanto es así que salgo al encuentro de mis compañeros a la entrada del puente de Sangüesa.

Ceno bastante bien, me tomo una infusión y subo a la habitación. Es una triple en la que vamos a dormir seis personas. Un compañero me indica que ocupe yo la cama, él dormirá en una colchoneta en el suelo puesto que la noche anterior lo hizo en un buen lecho.

Agradezco enormemente su detalle y tras asearme me entrego a un sueño reparador.

Domingo 6 de marzo: Sangüesa/Javier/Tudela

Me despierto al oír a mis compañeros de habitación. He dormido de un tirón. Tras el descanso, a pesar del bajón físico y moral del día de ayer, noto que me encuentro en buena forma.

Desayuno bien, me uno al grupo y nos dirigimos a la puerta del hotel de donde partirá el vía crucis. Hay un enorme bullicio de gente que se está reuniendo para este acto tradicional.

El cielo está despejado, sin embargo hace verdadero frío. Hay escarcha en los campos y cunetas. Nos abrigamos en tanto esperamos para iniciar la marcha y recorrer los seis o siete kilómetros que nos separan del Castillo de Javier.

Se va a iniciar el vía crucis

Los últimos kilómetros

A las ocho parte el vía crucis y una marea humana va ocupando toda la carretera. El paso es vivo, no de procesión. Me sorprende ver a muchos jóvenes. Numerosas cruces y banderas. Música clásica y religiosa. De vez en cuando las estaciones del vía crucis. Sol refulgente y jirones de niebla que pasan de uno a otro monte, Nos vamos acercando. Ya vemos a nuestra izquierda la mole imponente de la Sierra de Leyre. Entre los pinos se entrevé el castillo. Ya estamos muy cerca. Hemos llegado.

La sierra de Leyre vigila la peregrinación

El castillo a la vista

Faltan veinte minutos para la misa. Nos dirigimos a la zona comercial y damos el visto bueno a un bocata de tortilla de patata y una cerveza. Compro unos recuerdos para mi mujer, mis nietas, mi nieto en camino y, lógicamente, también para mí la clásica cruz.

Esperando el comienzo de la misa

La ceremonia ha comenzado

Ya, por libre, me dirijo a la plaza y como faltan unos minutos para la eucaristía, hago la visita al patrón de Navarra San Francisco Javier. Observo la plaza abarrotada de un público multicolor. Al poco rato comienza la ceremonia oficiada por el Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela.

Nos despedimos de la sierra de Leyre

Después, el tiempo justo para acudir al autobús que nos devolverá a nuestro punto de partida del jueves pasado, nuestra querida ciudad.

Nos dirigimos primero a una bodega de Murchante donde tenemos un ágape de última convivencia. Buen menú regado con el excelente vino de la bodega y mejor ambiente. Besos y abrazos de despedida. Seguramente algunos tardaremos en volver a vernos.

Ha sido una excelente experiencia mi adhesión al grupo “Tudelanos por Javier”. La armonía y la camaradería ha reinado durante todo este periplo. Me siento muy satisfecho a pesar de esa incidencia física y moral que sufrí el sábado.  En esos momentos pensé en no repetir jamás. Ahora, con otra perspectiva, si me encuentro en condiciones físicas y anímicas, lo más probable es que el próximo año, al abrir la primavera,  me ponga de nuevo en camino hacia el Castillo de Javier.

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