Días pasados decidí ir al Bocal y volver por la orilla del meandro que hace el Ebro desde Tudela a este lugar. Comencé, como otras veces, por el barrio de la azucarera y seguí el camino que soslayando la población de Fontellas conduce al Bocal.
Una vez en el palacio de Compuertas hice un pequeño descanso en el pradillo que hay antes del edificio donde nace el Canal Imperial. Tras el reposo tomé la senda que parte a la derecha atravesando un puente sobre un pequeño canal, y continué los derroteros del camino natural del Ebro GR 99.
Por una vereda estrecha fui bordeando la finca del Carrizal hasta llegar a la orilla del río. De aquí parte, hacia la izquierda, una ruta entre cañaverales por la margen derecha del cauce que conduce hasta la Ciudad en dirección contraria a las aguas.
Caminé un buen trecho. La mañana estaba soleada, un tanto gélida, además soplaba un ventarrón del norte que hacía la frialdad más notoria. Los cañales terminan pronto y la pista queda abierta al cierzo. Hacía mucho frío, bajé las orejeras del gorro y metí las manos en los bolsillos del forro polar. Habían dejado abiertas las puertas del campo y un viento helador se colaba hasta los huesos.
La senda del puente |
Caminando por el cañaveral |
Avancé a paso vivo para combatir la frescura. Llegué a la mejana formada después de la presa de la Gamella. Había un olor fétido procedente de la cercana depuradora de aguas sucias de Tudela. Conforme me iba acercando el hedor se hacía insoportable.
Por la orillita del río... |
caminando sin cesar |
Arribé a la represa escuchando el fragor del agua descendiendo a borbotones por ella. Reanudé el camino y pronto me situé bajo el nuevo puente sobre el río. Sentí curiosidad, me acerqué a unos huertos para ver las verduras y comprobé que las alcachofas no estaban tan mal como pensaba. Proseguí aguas arriba y el paseo del Prado me recibió con su geiser lanzando un chorro de agua a las alturas. Estaba ya en la Peñica , lugar de antiguos y juveniles escarceos amorosos. Según el cartel indicador, había recorrido siete kilómetros desde la casa de compuertas.
Las alcachofas no están mal bajo la mirada del Moncayo |
Ya se vislumbra al fondo la ciudad |
Por la calle Gladys accedí al paseo de Invierno y, de este lugar a mi casa, quedaban escasamente trescientos metros que transité suspirando por la inminente y reconfortante ducha que me esperaba.
Lo que da de sí un paseo Felipe. Sigo encantada tus excursiones que nos regalas tan adornadas, cuando sea mayor quisiera imitarte. Un beso
ResponderEliminar¿Sabes, Felipe? Lo mejor de pasear contigo es saber que lo hago con una excelente persona, una persona que está por encima del buen redactor y magnífico fotógrafo.
ResponderEliminarEh recorrido los lugares contigo .¡Gracias¡.
ResponderEliminarTe dejo mi cariño.
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"Habían dejado las puertas del campo..."
ResponderEliminarHola Felipe. Por esos campos que describes me gustaría pasear a mí.
Desde Gran Canaria, un saludo.
Otra vez te leo y paseo contigo. Lola
ResponderEliminarCiertamente me dan mucha envidia tus paseos, porque tienes mucho que ver y mucho que observar. Porque la naturaleza aunque se repita siempre es didtinta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Las fotos preciosas:)
Felipe, me he calzado con buenas botas y me he puesto hacer el camino hacia tu "casa". Te vengo a dar las gracias por tu visita que me ha alegrado mucho. Con tu permiso me quedo tambien en la tuya para que asi podamos compartir, mutuamente, nuestras "cosillas".Un fuerte abrazo de tu nueva amiga y seguidora.
ResponderEliminarMenuda suerte tienes Felipe, créeme.
ResponderEliminarDisfrútalo con todas tus fuerzas.
Besos.