Cuenta la leyenda que el Apóstol Santiago saltó con su caballo desde lo alto de uno de los farallones del desfiladero. Junto al camino que hoy se utiliza, los cascos dejaron grabadas sus huellas en la piedra. Cayósele la espada y allí donde se clavó cual mágica “Excalibur” quedó determinado el lugar donde se construiría la ermita de San Bartolo.
Es así como se ha preservado el recuerdo de la situación de este Cañón en uno de los tantos caminos de Santiago y al mismo tiempo ha trasmitido la importancia sagrada del enclave.
En las sierras de pie de monte que separan las estribaciones de la Cordillera Ibérica y la Alta Meseta del Duero, a caballo entre las provincias de Soria y Burgos, el río Lobos forma una espectacular garganta kárstica mediante una antigua e intensa erosión fluvial, dibujando una gran escultura natural horadada inexorablemente por su cauce que cuenta con el título de Parque Natural desde 1985.
La sabina, el pino, el quejigo y la encina conviven con matorrales asociados como el enebro, gayuba y aliaga que, unidos a los espliegos, tomillos y salvias, acompañan al río en este recorrido donde los chopos y los sauces dan cobijo a las grandes hojas flotantes de los nenúfares.
Las formas y el colorido de las rocas despiertan nuestra imaginación. Las paredes, repisas y oquedades del Cañón conforman un singular refugio de aves rapaces protegidas donde los buitres leonados han encontrado el hábitat perfecto.
Penetramos por el acceso más utilizado que es el que parte desde Ucero hasta la ermita de San Bartolomé. Esta ermita que formaba parte del antiguo cenobio templario de San Juan de Otero y del que sólo se conserva la capilla, fue erigida en el siglo XII en un enclave fascinante, lleno de simbolismos y coincidencias geográficas ya que se halla a la misma distancia, en metros, de los límites más externos al este y al oeste de la península ibérica, Creus y Finisterre. Detrás de la iglesia templaria, en el roquedal, se encuentra la Cueva Grande hoy día refugio para el ganado.
Más allá, el Cañón se estrecha esculpido por un Lobos que aparece y desaparece cual pequeño Guadiana, mientras sugerentes formaciones, resultado del agua y del tiempo, llenan de cavidades el Cañón que continúa hasta la localidad burgalesa de Hontoria del Pinar completando un recorrido de casi 25 kms.
Era un día espléndido y el breve paseo por el Cañón, a la orilla del arroyo, bajo la sombra de los chopos, resultó muy agradable y necesario para facilitar la digestión.
Recordé la primera visita que había efectuado a este lugar. Celebrábamos el día de la Comunidad Foral de Navarra y decidimos realizar una excursión para conocer el Cañón del Río Lobos. Como hoy, el sol lucía en todo su esplendor pero el río, ahora bullicioso y alegre, poblado de nenúfares, en aquella ocasión permanecía callado y completamente helado. Era diciembre y estábamos en Soria.